Parte 4: La ética del ser humano por nacer

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Cuando se discute sobre el aborto se suele caer en un bucle donde pocas o nulas veces hay acuerdos entre ambas partes, y es la ética del ser humano por nacer. Aunque esa discusión no es constante más que en los filósofos y los médicos que no tienen intereses por honrar la esencia de su labor, se hace la pregunta que cuestiona el valor del no-nato. ¿Por qué debo respetar al vida de ese humano si no siente ni tiene consciencia? ¿Qué es lo que le da valor? ¿Qué tiene de especial que nos impida despedazarlo con pinzas metálicas o succionarlo? Acá responderé a esa duda.

En primera instancia, la pregunta se formula equivocadamente, ya que presupone que, para que un humano deba ser respetado, este tiene que poseer un valor necesariamente, lo que resulta contraproducente, ya que las acepciones de valor que hagamos pueden ser muy alejadas de la realidad y muy cercanas hacia nuestra propia imaginación. Eso es producto del relativismo moral que propugna la izquierda generalizada en estos días, y es un error. Pero, ¿Por qué un ser humano no necesita de ningún valor para ser respetado?

Se explica así: La convivencia entre sociedades y el respeto sobre la inocencia. Mi parecer personal es que esta explicación es la más eficiente a la hora de responder la pregunta "¿Por qué debemos respetar al ser humano por nacer?".

En una sociedad coherente existe el estado de inocencia que, naturalmente, es exclusivo de los humanos, hablando en términos políticos y jurídicos (es decir, en la legalidad que respecta únicamente al hombre). La inocencia es la razón única por la que no nos terminamos matando los unos a los otros sin que hayan consecuencias fuertes. Y me resulta hiriente tener que explicar algo tan lógico, pero un Estado que no defiende al inocente, más que un Estado, es un cómplice del peor acto de cobardía que pueda haber en la sociedad: el acabar la vida de un humano que no hizo nada éticamente malo.

Si nos viéramos en la obligación de otorgarle un valor, entonces el valor ético del humano en desarrollo (intrauterino) radica en su inocencia como humano. La única virtud humana que debería considerarse, por el bien común, es el respeto por la vida ajena inocente. La inocencia vendría siendo el único valor ético que posee. Más allá de las leyes yo no tengo la obligación personal de encontrar un valor ético en una persona aleatoria, como un vagabundo que me pide dinero para comer o una anciana en el metro, pero eso no sería un motivo suficiente para asesinarlos, porque realmente no existe ningún motivo para matar a los inocentes.

La inocencia no es un estado que se concibe, es un estado con el que convive. Si una persona no tiene intereses morales porque no tiene la consciencia o la capacidad de hacerlo, es inocente si no comete nada contrario a la sociedad y a los individuos. La inocencia humana se diferencia de la de la piedra y la bacteria porque somos superiores en todo sentido a esos objetos o tipos de vida. Y si concordamos en que el bien común se basa en la no-agresión entonces debería ser absolutamente coherente admitir que el aborto es una práctica contraria al bien común, puesto que agrede al individuo por nacer.

Algunos dirán que ese ser no es inocente porque no se le puede agredir, ni afectar, ni causarle sufrimiento. Claro que puedes agredir a alguien sin causarle sufrimiento en alguna medida. Harold Shipman mató a más de 300 personas sin que estás sintieran sufrimiento alguno. No importa si un individuo humano no tiene tendencias hacia la voluntad o su propia gestión moral, porque no es un principio universal del que nos podamos valer para respetar esas vidas que no tienen detrás de sí ningún tipo de contrariedad a la inocencia.

Más allá de la razón y por el mero impulso de nuestra animalidad, y también al ser hombres de leyes y sociedad, tenemos obligaciones éticas, porque precisamente ese es el argumento: una obligación ética es el respeto por los humanos inocentes (ya aclaré en el párrafo anterior que plantearse ese postulado no tiene nada de incoherencia), o de otra manera simplificada: la no-agresión.

Y sí, el motivo más allá de la ley por el que no podemos ser agredidos es la inocencia. Libera a un hombre en una plaza pública y grita con un megáfono "esta persona violó a mi pequeña hija y acaba de salir de la cárcel", lo más probable (y lo que de hecho suele sucederle a los violadores tanto dentro como fuera de la cárcel) es que entre los presentes le den una golpiza, así como lo harían con un ladrón o con un secuestrador. Porque un motivo que impulsa a las sociedades a agredirse es el impedimento hacia el bien común, y cuando no hay nada contrario a ello, no existen tampoco motivos para agredirse los unos a los otros. La agresión, evidentemente, puede comprender el dominio, el poderío sobre lo ajeno o la conquista, pero eso nada tiene que ver con el bien común y con los interés propios de una comunidad inocente que es atacada por otra comunidad culpable, con dobles intenciones y con una perversidad en su naturaleza.

En tal sentido es que yo atribuyo la inocencia al ser humano por nacer, de cualquier manera yo no considero que una persona inocente debe tener necesariamente intereses morales para ser valorada.

El interés o la intención moral a la hora de determinar el valor de un humano son verdaderamente insignificantes cuando hablamos esencialmente de los niños, no sólo porque es excluyente de casos donde, por las circunstancias, no existe un interés real en las acciones del sujeto, sino también porque, al ser esta una idea excluyente, se presta para actos inmorales. Ya que, en ciertos casos, la interpretación sobre el valor del humano reside en cuánta tendencia moral posea este (argumento muy semejante con la sintiencia), tiene el error de desconsiderar escenarios posibles y ponerse en situaciones muy problemáticas. Porque aquél que no crea en el valor intrínseco debe preguntarse bajo sus supuestos cuál es el interés moral en un niño, un anestesiado, alguien con parálisis cerebral, en coma, etcétera. No se trata de sus propósitos como individuos pensantes, se trata de sus propósitos anatómicos que están orientados hacia el desarrollo y la supervivencia (en mi opinión es algo que también le brinda valor al no-nato, pero no lo argumenté porque creo que es innecesario hablar desde la independientes corpórea como un sustento legítimos al valor intrínseco del ser humano).

Agrego que equiparar el valor de un feto o embrión, o más ampliamente, al hijo por nacer, con el de una piedra es algo completamente desubicado. Ya mencioné la tendencia continua del desarrollo, cosa que una piedra no tiene. Igual sobra responder esto, porque, espero yo, queda claro que el valor de un humano no se define por sus intereses ni por sus propósitos morales o individuales.

No debemos demostrar ninguna características por la cuál merezcamos respeto los unos a los otros porque es un principio básico el de la ética la no-agresión, que no requiere de ningún motivo cuando se refiere a la especie humana. Brindar características de valor más allá de nuestra composición anatómica y cromosómica, y de nuestro estado de inocencia, es arbitrario porque termina por excluir a determinados individuos, quienes no pierden su valor por no encajar en esas definiciones. Tú, como individuo de la especie humana, no tienes por qué darme motivos para respetar tu vida en tu estado como inocente.

No tengo por qué dar características de por qué debo respetar la vida de un ser humano más allá del estado de inocencia, porque cualquier otra caracterización sería arbitraria (ejemplo: decir que el valor del humano se marca con su actividad cerebral consciente, o porque tenga voluntad de vivir, o porque tenga raciocinio).

Así que ya saben, lectores, cómo contestarle a una persona abortista cuando les pregunte qué valor tiene un feto. Y por si no les queda claro, la respuesta resumida: Tiene el mismo valor ético que tú, porque de lo contrario yo no tendría impedimentos para matarte.

El "Derecho" a Matar Inocentes: Un Ensayo Contra el AbortoWhere stories live. Discover now