—Gracias —la tomó y se inclinó dejando un beso en mi mejilla—. Suerte en tu ensayo.

—Vendré por ti cuando salgas —avisé.

—No es necesario, esperare a que Julia salga y nos iremos juntas.

—Vendré, seguramente morirás de hambre.

—Bien, adiós. De nuevo, gracias —planto un último sonoro beso en mi mejilla y dio media vuelta para entrar de nuevo al hospital.

Estoy tan desesperado que veo cualquier cosa como una oportunidad y que no le diera tiempo de almorzar entre la universidad y el hospital pareció ser una muy buena, en tiempo récord pase al restaurante donde había comprado el sándwich que tanto le gustó, compré dos, una botella de agua, una de jugo y de postre un muffin de chocolate.

La llamé cuando estuve fuera del hospital y salió con su ceño fruncido y atenta sobre mí al no saber qué hacía aquí.

Conduje de regreso al lugar del ensayo, llegando con un retraso de quince minutos, pero con comida para todos.

—¿Dónde estabas? —inquirió y levanté las bolsas mientras me acercaba—. Pudiste pedirlo y lo traerían.

—Disfrútalo, Tara —ignoré sus preguntas y me acerqué a los chicos.

Salí cuatro horas después en dirección al hospital, cerca de las cinco de la tarde y con un par de mensajes suyos avisando que salía en veinte minutos.

Compramos algo de comer en el camino al departamento, la escuchaba hablar con emoción sobre su día y me era imposible no hacer algunas preguntas cuando algo llamaba mi atención.

Entramos y no dudo en comenzar a acomodar todo en la terraza. Lleve las cosas necesarias y fue un suspiro de alivio la tranquilidad que el simple momento brindaba, ambos comiendo, mirando al frente y sin afán en la hora.

Se veía bonita enfundada en su uniforme blanco pero la forma en que cuidaba no mancharse la playera blanca después de quitarse la filipina y dejarla a un lado era curiosamente encantador.

—Si tus papás y tu hermano son médicos ¿por qué decidiste estudiar enfermería? —se lo pensó por unos segundos.

—Viendo a mis papás y a mi hermano aprendí que medicina es el cerebro de un hospital, enfermería es el corazón —frunció los labios, como si buscará la manera de expresarse—. Un médico llega, diagnóstica y da el tratamiento, es más objetivo. Una enfermera cuida, atiende, es más emocional y humano.

—Y por eso te gusta más —asintió.

—Si, estas más en contacto con el paciente, escuchas sus miedos, les das apoyo emocional y claro, los cuidados que necesitan.

—Hermoso —murmuré mientras ella esbozaba una sonrisa.

—Aparte, ninguna es más que otra, así como medicina depende de enfermería, enfermería depende de medicina.

—Te pondré un altar —rodó los ojos y se levantó, dispuesta a tomar las cosas e hice lo mismo.

—Eres un tonto —me acerqué a ella y la miré mal.

—¿Yo? —asintió, dejando lo que hacía para fijarse en mí.

—¿Quién más? —cruzó sus brazos sobre su pecho.

—No estoy jugando —con cuidado llevé mis manos a su cintura—. Dime donde lo quieres.

Bajo los brazos, llevo una de sus manos a mi hombro mientras sus ojos recorrían mi rostro. Lo pensó por unos segundos y su respuesta me dio una descarga de felicidad.

Before we fall; n.h.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora