𝟿. 𝑂𝐶𝑇𝑂𝐷𝐸𝐶𝐼𝑀: 𝐼𝑛 𝑛𝑜𝑚𝑖𝑛𝑒 𝑝𝑎𝑡𝑟𝑖𝑠

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Rezar y gritar son sinónimos, son llamados de auxilio a cualquier ser que los escuche, aún así, nunca nadie los atiende.

Los pasillos de la escuela están vacíos, el almuerzo debe seguir en pie y la sorpresa de que Haechan o Renjun no estén llamándolo hace que pueda caminar de forma firme. No hay modo de explicarle a Renjun todo eso, pero sabe que tiene que hacerlo pronto. Sostiene a Jaemin cerca suyo, lo conduce por la cadera y sigue sus instrucciones hasta que llegan a su habitación.

Como esperaba, tras recibir las llaves, ese lugar es algo distinto a su propio dormitorio. Hay una cama individual que ocupa casi todo el espacio del lugar, tras ella, en la pared un par de puertas que simulan un armario y a un costado una mesa vieja en la que descansan pilas de libros de pasta dura. La ventanilla en la parte superior lo hace sentir más como una celda, una celda familiar para Jaemin que se apresura a entrar cuando la oportunidad se le da.

No son más de diez metros cuadrados, pero para Jaemin lo significan todo. Entonces, se da cuenta de que ha vivido en el cielo.

Se asegura de que Jaemin tome asiento sobre la cama antes de cerrar la puerta. Queda media jornada escolar, pero no necesita exponerlo a otro regaño y, si el rumor se esparce lo suficiente, está seguro de que los profesores serán considerados y no obligarán a un alumno como él a asistir a clase sin saber las condiciones en las que puede encontrarse; por otra parte, no es su primera vez saltándose una clase, Jeno está acostumbrado a sobre esforzarse cuando se trata de estudio, no es diferente tomar la clase a aprender por su cuenta. Reconoce que no es un genio, pero eso no le importa a sus padres la mayoría del tiempo.

Observa a Jaemin hincarse para deslizar una caja de zapatos vieja de debajo de la cama y se da el tiempo de analizar que la apariencia de su compañero no es un acto. Él es así incluso respecto al orden de su habitación, tiene lo suficiente para notar que su cabeza y su vida se rige del mismo modo: lejos del caos.

Son otros los que traen el caos.

Tiene un poco de alcohol en una botella casi vacía y un paquete entero de distintos tamaños de venditas adhesivas para heridas. Él está listo para eso, pero Na Jaemin no cuenta con un teléfono. La vida dentro es demasiado distinta.

Lo ayuda a ponerse de pie aunque sabe que no lo necesita es mera cortesía. Le gusta sujetar su mano y que sea recíproco. Es como si el contacto físico fuera indispensable desde ese abrazo destrozado, tiene que hacerle saber que no está solo.

—¿Puedo? —Jaemin asiente y deja que Jeno trabaje esa piel con lo poco que está a su alcance.

Con un poco de papel repasa la inflamación y se deshace del bálsamo en las zonas dañadas con alcohol, siempre atento a cualquier reacción de dolor. Tras eso, utiliza agua limpia que consigue de su propia mochila y se encarga de mantener fría la piel ardiente hasta que el dolor disminuye y Jaemin deja de tener los puños apretados. Eso le toma casi diez minutos sin decir una palabra.

Al final, vuelve a aplicar bálsamo y una que otra crema hidratante que encuentra en la habitación de Jaemin. Desliza las mangas de su camisa hasta ponerlas en su lugar y le da el visto bueno antes de regresar a su rostro. No solicita permiso entonces, sólo aplica más crema en donde hay caminos de sal seca y se entretiene en esa bofetada mientras Jaemin mantiene los ojos cerrados.

Lo golpearon tan fuerte como para romperle el labio de nuevo. ¿A qué tanto se ha acostumbrado? ¿Cómo pueden permitir que las autoridades abusen de su estudiantado a ese grado?

No hay nada qué hacer respecto a eso, ya le ha humedecido los labios con el bálsamo que sobra. Pero Jeno no quiere dejar de mirar con esa atención. No deja que su respiración se descontrole y va a la par de la de Jaemin que parece incómodo, como si contuviera su hiperactividad dentro, de lo contrario, su cuerpo estallaría en dolor.

Ivory Cherry: Church of burned romances [JAENO - JAEMJEN] (Re-publicación)Where stories live. Discover now