15. Gris

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Advertencia: Este capítulo contiene interacciones homosexuales que podrían resultar ofensivas para algunas personas. Cumplo con advertirlo.

Des rêves qui nous font mal

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Des rêves qui nous font mal... Ce ne sont peut-être pas que des rêves.

Julio, 2006.
Punta Cana. 🌴☀️

—No sé por qué Alexa decía que esto es tercermundista, yo no le veo el tercermundismo, me siento muy en zona.

Relajé mis músculos atrofiados tras el interminable día de playa corriendo y saltando por todos lados. Stephanie fue muy considerada al prestarme su colchón de aire.

Sentí el peso de Henry en mi trasero, cerré los ojos y disfruté del tacto firme de sus manos eliminando la tensión en mis músculos.

—Tía Alexa debe estar muuuy loca, ya han pasado dos días desde que nos escapamos —exclamó Henry.

Sonreí. Pasé de: «mamá, saldré con los chicos, regreso a medianoche», a estar dos días después viviendo la vida loca en Punta Cana con dieciséis años. Ian, nuestro amigo, tenía diecisiete, y era el mayor de los cuatro.

Éramos cuatro menores de edad que huyeron a República Dominicana porque se les ocurrió en plena borrachera.

—Que se joda. —Una uña que me rozó la nariz me obligó a abrir los ojos. Gemí por el masaje y enfrenté los ojos verdes de Steph, observé encantada su lenta provocación, sacando la punta de la lengua para humedecer mis labios—. Grr.

—No antojen —gimió mi primo, que también era novio de Steph.

—Chicas, lo prometido es deuda —escuché la exclamación de Ian—. Conseguí entradas para la fiesta privada de la playa.

Stephanie hizo vítores sacudiendo los dos abultados senos dentro del pequeño traje de baño. Aparté la mirada, moviendo el trasero un poco, lo suficiente para incomodar a Henry, quien me pellizcó la piel por mi atrevimiento.

Éramos el típico grupo de amigos que tenía bastante probabilidades de ser deportado del país.

El dinero que entre los cuatro reunimos para viajar, solo nos alcanzó para pagar una habitación doble de hotel. Las chicas dormíamos en una cama, los chicos en otra. Lo que significaba una ventaja para nosotras.

Allí nos dimos una ducha y nos preparamos para la fiesta privada que un empresario ofrecía en la playa. No teníamos ni idea de quién era, pero lo importante era que Ian consiguió un acceso para el grupo. Me coloqué un tejano corto y dejé a la vista la parte superior del traje de baño. Para tener dieciséis años, no tenía cuerpo ni mente de una niña de dieciséis.

La fiesta a leguas se notaba que era patrocinada por un millonario. Barra libre, excentricidades, camareros y decoración exquisita. Agradecí que no fuéramos los únicos jóvenes, por lo que pudimos pasar desapercibidos y gracias a nuestra genética agraciada, el bartender no ponía un pero cuando le pedíamos licor. A ojos ajenos, podríamos estar en los veinte.

Rendirme a tu amor (PAUSADA) Donde viven las historias. Descúbrelo ahora