Remus VIII, Hogwarts.

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Forzó una sonrisa de lo más áspera sobre sus labios resecos, jugando distraídamente con sus manos mientras las apretaba y aflojaba a cada lado de su cuerpo, tan ansioso que comenzaba a irritarse. Cada palabra que salía de su elocuente boca alcanzaba sus tímpanos sin surtir efecto en él porque estaba demasiado ausente teniéndose absoluto odio y lástima como para brindarle algo de su atención a la hermosa joven caminando a su derecha.

—Está haciendo eso otra vez, profesor. —La escuchó a duras penas, como una vocecita débil y lejana.

Giró su rostro para enfrentarla, compungido por sus propias cavilaciones.

Evolet Jones era bella bajo la luz y la sombra de la noche, tan agradable que por un instante en verdad creyó estar presenciando un espejismo, producto de las fantasías, un efecto causado por los estragos de la luna llena en él a una semana de ese día del mes.

Estaba bastante seguro de que aquella noche la dulce adolescente se había dejado el cabello suelto gracias a él, después de haberle confesado cuanto le gustaba su rostro perfilado por el flequillo. Sus bonitos ojos centelleaban con toda la gentileza que guardaba en su persona y sus labios mullidos se curvearon en una sonrisa, opacada por un matiz de angustia. Sus facciones, siempre amables, poseían un brillo especial que lograba aturdirlo sin esfuerzo alguno. Había dejado la túnica con los detalles amarillos de su casa sobre los hombros, aun cuando podía ver el resto del uniforme escolar a través de las vistas de la prenda, cuando la brisa fresca y casi primaveral los golpeaba de frente. Traía puesta una de sus faldas más largas, junto con el suéter gris. Y aun abrigada, era capaz de sentirla tiritar a su lado, estremeciéndose cada vez que una corriente recorría el pasillo.

No era la primera vez que se encontraban en los corredores los días en que la Hufflepuff se presentaba a hacer guardia nocturna por el segundo piso. En realidad, era algo planificado y era la segunda noche esa semana.

Entonces, su intención por alejarse de la joven no estaba dando los frutos anticipados. Tampoco le ponía gran empeño, si era honesto consigo mismo.

—Disculpe, ¿hacer qué? —la interrogó confundido.

Continuaron patrullando entre susurros, dejando atrás–por tercera vez en la jornada–el aula de Defensa Contra las Artes Oscuras. Ya habían caminado juntos por un lapso considerable de tiempo.

—Pensar y quedarse callado —aclaró la menor. Sus delgados dedos sostenían la elegante varita de fresno a la altura del hombro, haciendo uso del encantamiento Lumos a pesar de la tenue luz de las antorchas colgantes que aún se filtraba entre las columnas. Se limitó a sonreírle con cierta inquietud y preguntar— ¿Qué lo tiene tan preocupado?

Remus Lupin había descubierto cientos de nuevos atributos en la jovencita en las últimas semanas, buenas cualidades. Asumía que esto se debía a que ahora convivía mucho tiempo con ella, compartiéndose detalles de su vida personal el uno al otro.

Negó con la cabeza, desviando la mirada al frente y cuidando la prudente pero tortuosa distancia que lo mantenía lejos del roce corporal. Así se evitaban ser atrapados en alguna especie de situación comprometedora.

Además, habían tomado medidas preventivas, así se diera el caso de ser atrapados una noche, para justificar su compañía con un descuido casual. Él solo charlaba con una alumna de vuelta a su despacho y nada más.

—Estoy cansado. No se preocupe, señorita Jones.

Mentía. Empezando esa misma semana, el insomnio crónico había vuelto para atormentarlo durante las veladas, lo que en parte le ayudaba a mantener el ritmo exigente de la jovial muchachita.

Ya se sentía un poco anciano para estar despierto a altas horas de la tarde.

—¿Quiere que lo escolte de regreso a su oficina, profesor Lupin? —Ella se detuvo, quedándose atrás un par de pasos.

SABOR A CHOCOLATE +21 (EN EDICIÓN)Where stories live. Discover now