21 • ¿Qué tal si pasa el típico cliché?

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—Rayos, se acabaron los snacks —se queja Sal, viendo el tazón vacío dónde antes había ruffles.

—Podemos ir a comprar helado —sugiere Dave.

—¿Helado simple? —se vuelve a quejar ella—. Aburrido —resopla.

Dave me mira de soslayo con una pequeña sonrisa.

—Bueno, que sepas que conozco a alguien que hace una buena preparación de helado.

Sal nota la mirada que su mejor amigo me dedicaba.

—¿Mónica?

Sonreí de labios cerrados.

—Sí, digamos que me sale bien combinar sabores.

—No solo «bien», te sale de maravilla —admite Dave—. Aún no supero al Frankenjunior.

—¿Frankenjunior? —repite Cooper, confundido.

—Larga historia.

Arquea una ceja.

—Vaalee —encoge los hombros—. Yo quiero helado.

—Yo también, se me apeteció probar las mezclas de Mónica —Sal se levanta del suelo—. ¿Vamos a la tienda, Coop?

—Okey —él también se levanta del suelo—. Iremos en tu coche, Dave.

—¿En qué momento les he dado el permiso?

—¡En ninguno, pero ya qué! —exclama Cooper, caminando hacia la salida, tomando las llaves en el camino.

Sal se ríe.

—Tranquilo, Agente D, yo me encargo de él. ¡Nos vemos al rato!

Y sigue a su amigo hacia la salida.

Quedamos Dave y yo.

Él se recuesta del espaldar del sofá, estirando las pierna.

—¿Cómo está tu cabeza? —pregunta, extendiendo la mano para dar una rápida caricia a mi cabello.

—Ya no duele, así que supongo que estoy mejor.

—Aún no me creo que hayas recibido semejante pelotazo en primer día, que icónico.

Negué con la cabeza, sonriendo.

—Quedará para la historia de la Hastings University Of Boston, «Mónica Reynolds, la chica que en su primer día de segundo semestre recibió un pelotazo a medio campo de fútbol y la desmayó por completo»

Dave ya se reía.

—Al menos no fue grave.

—Pero dolió —sobé un lado de mi cabeza con un puchero—. Idiota el que pateó ese balón.

—Yo luego me las cobro, tranquila.

Vuelvo a dejar mi mano en mi regazo.

—Eso me dará paz, gracias.

—Que alma tan vengativa, Reynolds.

—Ya sabes lo que dicen, la venganza es dulce como la miel.

Dave se vuelve a reír de mis tonterías.

—Tú no tienes remedio, Mónica.

Sonrío orgullosa de ello.

Estaba a punto de decir algo pero el teléfono de Dave suena, interrumpiendo lo que le iba a contar. Se levanta del sofá donde estábamos y toma su celular de la mesa de centro. Escucho como murmura un «Oh, demonios» y se va a contestar a la cocina. Desde aquí puedo ver cómo se pasa la manos por el pelo, camina de un lado a otro y ríe nervioso. No sabía con quién estaría hablando para ponerlo así de ansioso.

Un Amor ¿De Verdad O Mentira? (Verdades o Mentiras #1)  ✅Where stories live. Discover now