Capítulo 6

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"Pero el día empieza a convocarnos y es distinto de todos los demás, tiene otra lluvia, otro sol, otra brisa, también otras terribles confidencias"

-Mario Benedetti

Llegué y puse mi bici en el parqueo, como de costumbre Susana y Claudia ya estaban en el restaurante acomodando todo para cuando fuera la hora de abrir.

Abrí la puerta de cristal y enseguida se percataron de mi presencia.

—¡Hera! Ya estábamos preguntándonos por qué no habías llegado. —dijo Susana entusiasmada con una enorme sonrisa en sus labios pintados de negro, fue una batalla campal para que el jefe se lo permitiera —Ve a cambiarte que faltan sólo quince minutos para abrir. —me miró de reojo pasándole un paño a una mesa. 

Yo desvié la vista al suelo.

—¿Qué te sucede Hera? —esta vez fue Claudia la que habló algo preocupada. De las dos, ella era quién más se fijaba en los gestos de la gente.

—Chicas— las tomé a ambas de la mano y las llevé hasta una mesa y me senté junto a ellas— este es mi último día con ustedes.

—¡¿Qué?! —exclamó perdida Susana —¿Cómo que el último día? ¿Albert te despidió? Dímelo que ahora mismo voy a su despacho.

—Susana cálmate—Claudia habló serena intentando controlarla —deja que Hera nos explique.

—Bien, pero que conste que si esto es por culpa del viejo gordo ese de Albert se las verá conmigo. —acotó entrecerrando los ojos con sus enormes pestañas postizas.

Yo reí negando con la cabeza. Susana nunca cambiaría.

—Susana, Albert no es viejo, ni gordo y te recuerdo que siempre te ha gustado. —ella cruzó los brazos enfurruñada y yo y Claudia reímos, pero al momento me puse seria, debía acabar con esto.

—Chicas vine a pedir la renuncia, ya no seguiré trabajando aquí. —los ojos de Susana se abrieron de par en par y cuando fue a hablar Claudia le puso una mano en el brazo para detenerla. —Conseguí un nuevo trabajo en donde me pagan mejor. —continué— Ustedes saben que necesito el dinero para mi hermana.

—Pero ¿tanto te pagan que te quieres ir de aquí?—Susana parecía una niña pequeña haciendo puchero con los ojos aguados.

—Sí Susa, me pagan el doble de aquí. —le dije tomando su mano.

—¡Tanto! ¿No hay plaza para nosotras también? —gesticulaba con los brazos en el aire. Siempre hacía lo mismo cuando estaba a punto de llorar, eso y bromear con algo serio.

—Te vamos a extrañar —Claudia tenía una expresión triste en su pálido rostro.

—Y yo a ustedes. —nos pusimos de pie y nos abrazamos. —Las vendré a ver cuando pueda.

—Mentira.—Susana estaba a punto de dar un berrinche de los típicos de ella sólo para ocultar cuánto en verdad le estaba doliendo la situación. —Si no nos visitas por lo menos consíguete a un chico guapo y rico —sí, ella tenía el delirio de casarse con una chico guapo y rico, yo siempre me burlaba de ella diciéndole que eso sólo pasaba en sus ridículas películas de amor y al final fui yo quien terminó en su posición, la vida es más irónica de lo que aparenta. Obviamente mi realidad se encontraba bastante alejada de su sueño.

Complicidad Frente A OtrosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora