8 de marzo

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En el contexto de la guerra civil española, mi bisabuelo subió a su mujer con sus dos hijos en brazos a bordo de uno de los muchos barcos que zarpaban desde el puerto de Bilbao rumbo al exilio, en este caso a Rusia nada menos. Según su marido le dio la espalda y se perdió entre la multitud mi bisabuela con todos sus redaños se subió las faldas y se bajó de la nao con sus dos pequeños a cuestas y volvió andando a casa.
Cuenta la leyenda familiar que sus palabras fueron: "¡Qué iba a hacer ella en Rusia con dos mocosos!"
Entonces no lo sabía, pero fue la mejor decisión que pudo haber tomado.

Como a muchas mujeres de su época le tocó criar a sus hijos sola. Su esposo, mi bisabuelo, fue a la guerra, fue capturado y estuvo prisionero en el Monasterio San Pedro de Cardeña (Burgos), una abadía trapense reconvertida en campo de concentración franquista para prisioneros de guerra republicanos.

Visité el monasterio hace pocos años, es en la actualidad un Bien de Interés Cultural y declarado Monumento histórico-artístico. Fue entonces cuando mis abuelos me contaron la historia sobre el encarcelamiento de mi antepasado entre aquellos mismos muros de piedra que yo fotografiaba como turista con la boca abierta. Es una impresión pasear libremente entre las paredes que una vez fueron la prisión de mi bisabuelo y preguntarse con un escalofrío qué viviría él entre esos tabiques. Si las paredes hablaran...-se suele decir. Ahora con la perspectiva del tiempo y la ignorancia cuesta imaginarlo.

Mi bisabuelo tuvo la suerte de volver a casa. Muchos otros no la tuvieron. Yo no llegué a conocerle pero quiénes lo hicieron dicen que era un hombre de buen corazón, uno de esos pobretones con un corazón demasiado grande para las circunstancias que le tocó vivir. Tal vez por ello su vicio terminó siendo la bebida, pero incluso eso se lo perdonan con una sonrisa dulce los que le quisieron recordando que era "un borracho alegre". También debió de ser un republicano convencido hasta el mismo día de su muerte.   Cuentan que su puñado de amigos se presentó en el cementerio el día de su funeral  ondeando la bandera republicana en alto y que a su hija, mi tía-abuela (una mujer de armas tomar siempre preocupada por mantener las apariencias) por poco le dio un pasmo.

En el núcleo de esa familia nació mi abuela, la menor de tres hermanos. Bueno, cuatro, pero a uno no lo llegó a conocer ya que murió con solo cinco años, antes de que ella llegara al mundo. Un hecho realmente trágico según mi bisabuela, su madre, porque los dejó cuando ya había superado la edad más vulnerable de un niño y parecía que nada podría pasarle.

Mi abuela era pues la menor y se llevaba muchos años de diferencia con sus hermanos mayores. No conoció la guerra y aunque creció en la posguerra siempre dice que tuvo la suerte de no pasar hambre. Por supuesto, no es que le sobrara de nada. Entre sus recuerdos de niñez está mirar con envidia los escaparates de las jugueterías y añorar tener una Mariquita Pérez en vez de sus muñecas de cartón que se deshacían por la noche cuando se orinaba en la cama. De mayor hicimos su sueño de la infancia realidad y ahora tiene una par de esas peponas entre su colección. (Más vale tarde que nunca). También tiene la sospecha de que su padre cocinó a su gato un día que invitó a comer a sus amigos a casa. Dijo que habían comido conejo y el gato nunca volvió a aparecer después de aquel día. En fin, historias de entonces, supongo.

Pero no todo son historias entrañables de la infancia. Su madre se suicidó cuando era aún niña. Sí, esa misma mujer con los redaños para ignorar el juicio de su esposo y bajarse de un barco rumbo a Rusia y criar sola a sus hijos durante la guerra y la miseria posterior, un día no pudo más y se lanzó desde un acantilado.

A mi abuela la crío su hermana mayor, mi tía-abuela, que se convirtió de la noche a la mañana en hermana y madre. Como he dicho antes una mujer de armas tomar, una sargento sin condecoraciones, una auténtica matriarca vasca.

Mi abuela siempre ha sido, y sigue siendo, una acérrima ama de casa y madre de familia. De esas mujeres con complejo de gallina cuya meta en la vida es mantener a toda costa a sus polluelos bien protegidos bajo el ala. Es la indudable cohesión entre las distintas ramas de la familia y su lealtad tanto como la protección que ejerce sobre esos lazos es inquebrantable.

Su mayor orgullo son los logros de su progenie. Lloró el día en que mi madre entró en la universidad. ¡Pensar que una hija suya pudiera ser universitaria! Puede que ahora no parezca gran cosa, pero hace no tanto era impensable que una mujer pudiera ser médico o abogado.

Y eso que mi madre tuvo que conformarse con el segundo plato. Ella, estudiante de matrícula de honor, soñaba con estudiar medicina. Pero no había dinero suficiente para que ella cursara carrera en una facultad en otra ciudad y su hermano, un año menor, lo hiciera en una prestigiosa universidad privada. Hubo que elegir y, pese a ser la mayor y una estudiante de 10, era mujer y hubo que conformarse con estudiar química en la universidad pública de su ciudad mientras su hermano se licenciaba en ingeniería en una cara facultad privada. No guarda rencor a nadie, pero sé que aún lleva esa pequeña espinita clavada dentro, probablemente para siempre.

Ha tenido (y tiene) una carrera brillante. Licenciada con honores, se doctoró el mismo año que yo nací, preparando su tesis con una recién nacida pegada al pecho y, por supuesto, defendiéndola para conseguir la mejor calificación. Es una Superwoman, de las de verdad. Tan inteligente como pragmática, incombustible, le cuesta entender que el mundo es incapaz de seguirle el paso mientras lo arrasa todo como un vendaval.

Ésta es la historia de algunas de las mujeres de mi familia. Grandes heroínas en sus pequeñas casas. Estoy segura de que vosotros también conocéis muchas a las que rendir homenaje, no solo hoy por ser 8 de marzo, sino cada día porque pisaron la tierra haciendo posible que hoy la pisemos nosotros. Estamos rodeados de ellas. Son magníficas y ni siquiera lo saben.

¿Y vosotros, qué historias tenéis para contar sobre ELLAS?

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