|Capítulo 04: Brandom Zabini|

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Cuando se enteró de que su primo era un mago, el sólo tenía once años. Por esos tiempos, odiaba a Harry Potter y todo lo que tuviera que ver con él. Odiaba que siempre se hiciera el buenito con tal de llamar la atención de su madre, odiaba a su tía Lily por haber muerto y haberlo dejado en su casa, arruinándole la infancia. Siempre había tenido que compartir todo con aquel debilucho de ojos verdes, nunca podía estar tranquilo haciendo alguna travesura porque tenía miedo de que él lo mirara y le hiciera algo extraño.

Sin embargo, sus pensamientos habían cambiado casi por completo cuando, a principios del verano, había experimentado una horrible situación junto a Harry. La recordaba como si hubiese sucedido ayer.

—¡DUDLEY, MANTÉN LA BOCA CERRADA! ¡HAGAS LO QUE HAGAS, MANTÉN LA BOCA CERRADA! —oía la voz de Harry.

Tenía a tan pocos centímetros a esa cosa, a esa sombra flotante que lo había paralizado por completo, que no habría podido abrir la boca por más que quisiera, así que no había sido tan difícil obedecerlo. Nunca había sentido tanto miedo en toda su vida.

Sintió que volvía a respirar cuando una luz golpeó de lleno a esa criatura, haciéndolo caer al suelo. Y no reaccionó hasta que llegó a su casa, escuchando los gritos de sus padres contra Harry.

Él idiota lo había salvado de lo que sea que había sido esa cosa que lo había atacado.

¿Cómo era que lo había hecho? Nunca iba a saberlo; sin embargo, no dejaba de preguntarse por qué lo había ayudado. Había sido un imbécil con él durante toda su corta vida, y él no dudó un solo instante en ir a su socorro.

Cuando se dio cuenta de ello, se sintió completamente horrible.

Estaba pensando justamente en ello cuando aquel hombre de pelo grasiento se había presentado en su casa como si nada. Vernon, su padre, se había puesto como loco cuando le dijeron que debían ir a ese castillo, y Petunia se negaba, rotundamente. Nunca la había visto tan rehusada a hacer algo.

Sin embargo, y para sorpresa de los adultos en su casa, él mismo intervino en la conversación, diciendo que quería ir a ese colegio de magia al que asistía su primo. Petunia le preguntó si estaba seguro, y Vernon lo maldijo de todas las maneras posibles, pues él detestaba a esos “raritos”, como él llamaba a los magos.

El señor de pelo grasiento le había hecho algo con su varita en su cabeza, supuestamente para poder ver el lugar exacto en el que se encontraba el castillo, y lo había llevado (¡POR UN VIAJE EN CHIMENEA!) hacia un pequeño bar. Pudo recorrer todos los terrenos, miró todas sus estructuras y el ambiente que reinaba en aquel lugar.

Y comprendió por qué Harry siempre quería volver a allí.

—¿Qué hacen aquí? —volvió a repetir el de lentes, totalmente incrédulo ante lo que sus ojos veían.

—Te lo diría si lo supiera. —respondió Vernon Dursley, malhumorado. Señaló a Snape. —¡Este loco de aquí nos trajo a la fuerza!

—Vernon, por favor.

Petunia Dursley tomó el brazo de su marido, y tiró de él hacia atrás. Vernon, sin darse cuenta, se había acercado, amenazante, a Snape, y no quería que se armara una pelea en el medio de una sala llena de adolescentes magos. Cuando su marido se zafó de su agarre,sacudiéndose su saco, se permitió observar a las personas que la miraban con curiosidad.

Su mirada se posó en la mesa de uniformes verdes y negros. Y, cuando sus ojos captaron a una persona en específico, apreciándola con atención, decidió que lo mejor era ignorar a todo el mundo, así que tomó a su hijo de la mano, y fue hacia Harry.

Dudley Dursley no pasó por alto todo el análisis que su madre había hecho, pero se dejó guiar. No sabía de qué manera actuar frente a su primo, no sabía si tratarlo como siempre, si no hablarle, o si decirle todo lo que tenía pensando decirle.

𝐇𝐚𝐫𝐫𝐲 𝐏𝐨𝐭𝐭𝐞𝐫: 𝐮𝐧𝐚 𝐯𝐢𝐬𝐢𝐭𝐚 𝐢𝐧𝐞𝐬𝐩𝐞𝐫𝐚𝐝𝐚 #𝟏 [EDITANDO]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora