Capítulo XII

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—Dios, Temo, cómo fue que nos metimos en esto —Ari se abrazó a él por fin. Temo le besó la frente apretando más sus brazos entorno a él.

—No estamos solos —le rozó la nariz con los labios.

—Claro, tienes a Mateo —Temo sabía que reírse no era precisamente la mejor manera de continuar con esa conversación pero era bastante irónico ver al siempre pragmático Doctor Córcega perdiendo los estribos por algo así. Besó la comisura de sus labios y luego hacia la marca que había dejado en el cuello de Ari obedeciendo a su lobo que no quería más escenas sin tener el calor de su omega.

—Le tuve que pedir ayuda porque necesitaba ganar tiempo. Mateo es mi amigo, él entendió que necesitaba resguardarme y también te estuvo cuidando. Él me mantenía al tanto de esto —pasó su mano por el abdomen de Ari —, tal vez por eso no me volví loco mientras no los tuve.

—¿Confías más en él que en mí? —La intensidad en la mirada de Ari le mostró lo importante que era la respuesta para él.

—No —lo dijo con sinceridad sabiendo que, mientras las cosas se fueran dando, había mucho de que hablar.

—Te amo, Temo...

Ari lo besó, su boca fue salvaje y viciosa contra la suya. Todo en Temo se encendió, dejó a su lobo libre, tranquilizar y tranquilizarse con la cercanía de su omega; los hizo desplazarse hasta la cama donde cayeron sobre el mullido colchón.

Se besaban sin tregua intentando desnudarse sin apartarse ni momento. Cuando sus pieles se reencontraron ambos gimieron. Ari sintió una mordida en su nuca y hombros, se encontró encantado con la reacción de Temo porque le encantaba que el lobo perdiera el control de esa forma, tomara la iniciativa y le demostrara lo mucho que le gustaba.

La lengua de Temo siguió la línea recta de la columna de Ari, termino mordiendo las dos perfectas nalgas de su chico, todo sin dejar marca porque era un hecho que la piel de Ari era una cosa casi celestial para él.

—Eres tan perfecto —la voz ronca y amortiguada de Temo causo estragos en Ari quien nunca se imagino poder gemir con esa desesperación.

Las manos de Temo separaron sus nalgas, Ari podía sentir a su omega se sintió sumiso y necesitado de su alfa. La lengua de Temo corrió por todo su culo, Ari se sintió derretir cuando ese musculo empezó a hacer círculos sobre su piel. Los jadeos se convirtieron en bramidos al sentir que la lengua intentar penetrarle.

—Temo... alfa...

La entre cortada voz de Ari hizo mella en los sentidos de Temo, ladeo su cabeza para intentar tener más exceso dentro de su omega. Lo incito a levantar la cadera para poder colar una de sus manos y acariciarle. La polla de Ari estaba caliente y palpitaba ávida con cada caricia. Sin poder controlarse más aparto su cara de las nalgas del chico, sin dejar de acariciarle empezó a hacer lo mismo sobre su miembro y después lo posiciono en la dilatada entrada. Estaba a punto del desmayo.

Poco a poco fue entrado en él. Estaba tan excitado que temía derramarse en la primera embestida pero aun así sabía que no durarían mucho. Estaban muy excitados y deseosos de hacerlo. Las embestidas fueron profundas, deliciosas y calientes. Ari se encontró a si mismo gimiendo como desesperadamente. Se vino en un espasmo terriblemente placentero. Temo sujeto con fuerza la cadera de Ari y se derramo dentro de él dejando escapar el nombre de su chico en un suspiro. Terminaron recostados y fuertemente abrazados.

—Te amo, Ari —dijo Temo mientras besaba tiernamente uno de los hombros de su omega que prácticamente dormía abrazado a él.

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Ari se despertó sobresaltado en medio de la madrugada, recordaba haber hecho el amor con Temo y luego dormir entre sus brazos, estaba cansado por las emociones del día pero también porque hecho de pelear con Temo parecía debilitarlo pero ¿cómo no iba a pelear? Temo había desaparecido cinco meses y regresaba con la idea de ser el líder de una revolución contra quien sabe quién, era una locura digna del Capitán López.

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