—Pero a mí no, sabes que Mónica es insoportable... —añadió riendo.

El comentario hizo que Thomas esbozara una sonrisa, pero no se dejó convencer.

—No voy a la fisioterapia, pero necesito que me hagas un favor. ¿Puede ser?

El moreno asintió. No había podido convencerlo, pero al menos podría serle útil a Thomas de alguna manera.

—¿Qué puedo hacer?

—El próximo fin de semana es el cumpleaños de Tim y quiero hacerle un regalo. No pretendo decírselo a Mónica porque sé cómo reaccionará cuando descubra de qué se trata, así que dependo de ti.

Rob frunció el ceño.

—Si es para hacerla enojar, cuenta conmigo...

Thomas volvió a sonreír. Sabía que Rob adoraba molestar a su hermana, tal vez estuviera medio enamorado de ella después de todo, aunque ninguno de los dos daba su brazo a torcer. Desde la amarga experiencia que tuvo con el padre de Tim, Mónica no confiaba en nadie, y Rob, aunque tuviera un carácter muy alegre, sabía cuáles eran sus límites en aquella casa, y jamás había dado un paso en dirección a ella que no fuese para bromear o molestarla.

—Perfecto, amigo. Ahora te diré lo que debes hacer...

Rob escuchó con cuidado las indicaciones de Thomas; le agradaba que por su sobrino fuese capaz de animarse, así que le ayudaría con la sorpresa de cumpleaños del pequeño, aunque sin duda exasperaría a su querida Mónica con ella.

—¿Seguro que no quieres que te lleve y lo escoges por ti mismo? —le ofreció a Tom.

El aludido negó con la cabeza. Aquella mañana estaba demasiado agobiado con su situación como para salir de casa.

—Prefiero descansar —confesó—. He dormido muy mal.

Rob asintió y se puso de pie. No quería presionarlo demasiado, así que se marchó de inmediato en busca del regalo de cumpleaños de Tim. El Mercedes negro de cristales polarizados del hogar, se cruzó en la entrada de la residencia con el coche de Mónica.

Rob se abstuvo de conversar con ella, pues vio que a su lado iba acompañada por una mujer que no conocía; tan solo hizo sonar el claxon en señal de saludo y la chica lo reciprocó con semejante sonido.

—Él es Rob —le explicó Mónica a Dani, aunque en realidad ni lo habían visto a causa de los cristales oscuros—, debe llevar a mi hermano a la fisioterapia, así que tendremos tranquilidad para mostrarte la casa.

Dani asintió. Estaba maravillada con la vista de la casa que se alzaba imponente tras un camino de media luna. El auto de Mónica se estacionó frente a ella y ambas bajaron enseguida. La casa tenía una forma de herradura, de un lado era la vivienda de Mónica y del otro el hogar de Thomas. Cada una tenía una entrada independiente, probablemente de una remodelación anterior hecha hacía años.

—¡Qué casa tan hermosa! —exclamó Danielle, caminando un poco por el jardín delantero, repleto de rosas.

—¡Muchas gracias! Está llena de recuerdos de nuestra infancia, así que no hemos querido deshacernos de ella. En algún momento tanto Thomas como yo pensamos en hacer nuestra vida en otro sitio, pero siempre terminamos volviendo a esta casa. Es nuestro hogar, por eso deseo tanto que Thomas se sienta a gusto en él.

Danielle notó que la voz se le quebrara una vez más al hablar de su hermano. Era muy importante para ella hacerlo sentir bien, por lo que pondría todo su empeño en que las obras hechas en la residencia le dieran esa seguridad que estaba buscando para continuar con su vida.

Andar a tu lado ✔️Where stories live. Discover now