No se volvió a hablar del tema. Supuse que quien fuera todavía no había vuelto. También supuse que aquello habría sido fruto del apego agresivo que mi hermana había adquirido con nosotros.
—¿A qué estás esperando? Ya solo faltan tres minutos. —la voz de la propia Gwen me sacó de mis pensamientos.
Reaccioné para salir de la cabaña y encaminarme hacia la casa grande saltándome el desayuno, pero Luna me detuvo.
—Cómete esta manzana por el camino. No puedes irte sin desayunar nada.
Manzanas. Típico de Luna. Agarré la fruta verde curvando los labios, para que acto seguido el frío aire mañanero me despertara los sentidos.
Era una de las típicas mañanas nubladas de abril. Por suerte, me había ocupado de abrigarme. Aquella bruma casi mágica se filtraba entre los fresales, mientras mi boca se entumecía ante el ácido sabor de la manzana.
Cinco minutos tarde, estuve a los pies de la puerta de la casa grande. Aquella era una reunión mucho más extensa de lo que me había imaginado.
En el centro y casi la protagonista, una gran mesa de ping pong con aperitivos en su superficie. Rodeando el lado izquierdo de esta, se encontraban dos sátiros y cinco campistas más o menos de mi edad, pero de diferentes cabañas. Entre ellos estaba Hailey, aquella chica que conocí el lunes. Me saludó alzando la mano tímidamente.
Rodeando el lado derecho de la mesa observé a otros siete campistas, e incluso dos con la camiseta morada del campamento Júpiter. Esta vez mucho más veteranos. Jason y Percy, entre ellos, también inclinaron la cabeza en mi dirección.
—Parece que ya podemos empezar. —dijo Quirón, presidiendo la mesa junto con aquella chica oráculo. Sus palabras acallaron los murmullos en la sala, y yo me apresuré en sentarme al lado izquierdo con los campistas jóvenes, junto con un muchacho pálido y de postura taciturna.
—Y antes de que nadie comente nada: no, no estáis castigados ni pasará nada porque os saltéis el entrenamiento de primera hora.
Un murmullo de aprobación se oyó en los campistas de mi fila. Quirón carraspeó antes de comenzar de verdad:
—Seguramente muchos os conoceréis entre sí, ¿me equivoco? Estos son los guías de cada uno de vosotros. —dijo mirándonos a nosotros.
Tenía razón, Jason y Percy fueron quienes me recogieron de Tralee para traerme al campamento. También allí donde... el accidente de coche.
Las imágenes del cuerpo sangrante de mi padre aporrearon mi mente como balas.
Ahora no debes pensar en eso. Me dije. Estás aquí y ya no hay nada que pueda hacerse.
¿De verdad iba a hacer eso? ¿Olvidar sin más? No había visto un noticiero o un periódico en semanas, pero seguramente estarían hablando de aquello.
Me sentía mal, fatal conmigo mismo. ¿Quién abandona el cuerpo inerte de su padre? ¿Quién?
Tampoco podía hacer nada. A la mínima que saliera, algún monstruo, quizá más grande vendría a por mí. Deseé en silencio que por lo menos hubiera tenido un funeral.
—Todos los campistas de aquí llegasteis entre ayer y principios de mes al campamento, traídos por estos chicos —se fijó en los dos sátiros— y sátiros. Pero tenéis otra cosa más en común.
Un silencio de expectación recorrió la mesa.
—La profecía. El motivo principal por el que estamos todos aquí. —Nos fue recorriendo con la mirada a cada uno.— Una profecía se trata de unos hechos premonitorios, normalmente en verso, que siempre se cumplen. Aquí, nuestra oráculo Rachel se encarga de recitarlos.
Aquel siempre resonó más de lo que hubiera deseado.
—El veinticuatro de abril, a las doce de la noche, se recitó una nueva profecía. La primera en un año y medio. Muchos habréis estado presentes.
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𝙬𝙝𝙚𝙣 𝙩𝙝𝙚 𝙜𝙤𝙙𝙨 𝙛𝙖𝙡𝙡 𝙖𝙨𝙡𝙚𝙚𝙥, 𝙬𝙝𝙚𝙧𝙚 𝙙𝙤 𝙬𝙚 𝙜𝙤?
Fanfiction[CANCELADO] « 𝘤𝘶𝘢𝘯𝘥𝘰 𝘭𝘰𝘴 𝘥𝘪𝘰𝘴𝘦𝘴 𝘥𝘶𝘦𝘳𝘮𝘦𝘯, 𝘢 𝘥𝘰́𝘯𝘥𝘦 𝘷𝘢𝘮𝘰𝘴 𝘯𝘰𝘴𝘰𝘵𝘳𝘰𝘴? » ❝-. seis mestizos. destinados a luchar. o quizá... a algo más que eso. * ✧ ˚ · ((hechos posteriores a "half-blo...
xiv. newt
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