Capítulo 5

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5. NUEVA INSEGURIDAD DESBLOQUEADA

Resulta que mis dosis de un día, una semana o un mes son suficientes para una persona promedio, pero como mi suerte actual ni siquiera alcanza para tocar de lejos al promedio, las dosis que papá me da se gastan en la mitad del tiempo... y solo me da diarias, se niega a darme duraderas.

Me ayudan a llegar al bus a tiempo, a no tropezar por los pasillos, a no pisar mierda en la calle y a que los maestros no me elijan siempre a mí para sus preguntas cuyas respuestas no sé. Pero las dosis se quedan cortas para llegar a la cafetería y alcanzar a comer pizza, o para los exámenes sorpresa, o para librarme de ayudar a algún maestro cuando no tengo la opción de decir que no.

—Es que no te esfuerzas, Zack —recrimina Azu una vez me escucha quejarme por décima vez por no poder comprar pizza—. Estás tan acostumbrado a la suerte que te volviste un pasmarote dependiente de ella.

—Eso no es cierto. Es solo que la que mi padre me da no es suficiente.

—No necesitas tanta. Ese es el punto. Estás acostumbrado a que el bus te espere mágicamente aún si sales tarde, a que en los exámenes de opción múltiple puedas elegir al azar y sea la correcta, a que una chica linda necesite un lapicero justo cuando tú estás al lado, o a que la cocinera te guarde pizza de forma inconsciente. No te esfuerzas en nada. Si te levantaras más temprano, llegarías a tiempo al bus. Si hubieras salido rápido de inglés, habrías alcanzado la pizza. Si estudiaras un poco, sabrías las respuestas, no las adivinarías. En la vida no todo es suerte mágica, tú haces tu propio destino.

El tono de Azucena es recriminatorio cruzando la línea del regaño total. Sus labios se fruncen al comer de su sándwich y hasta puedo jurar que la veo rodar los ojos con fastidio.

—¿Qué te pasa, Azu? ¿Estás molesta?

—No estoy molesta... —Toma aire con fuerza y muerde su labio. Sí que está molesta—. Es que... Zack, llevas dos semanas quejándote sin cesar del asunto. Soy tu amiga y te amo, y por eso sabes que te apoyo, que lo que te digo nunca será en ofensa o en mal plan... pero no eres el centro del universo. Tú no sueles ser tan egocéntrico y por eso es que podemos ser tan buenos amigos, pero ahora sin tu suerte es como si nada en el mundo fuera importante aparte de eso.

Azu no me mira y en su voz está la vergüenza que su sonrojo refleja, pero sé que es sincera y que aunque le incomoda decirlo, necesita hacerlo. Me sonrojo también.

—No lo hago con intención.

—Lo sé, y por eso sigo acá. Pero con o sin intención lo haces. Desde que me saludas por la mañana hablas de tu suerte; en clases que compartimos, tu suerte; en este momento comiendo, te quejas de tu no-suerte. No quiero sonar a niña pequeña, pero en todos estos días ni siquiera me has dicho "¿cómo estás?" una sola vez.

¡Esa suerte es mía! •TERMINADA•Where stories live. Discover now