—¡Sí! Tengo mucha hamble.

No podía estar más de acuerdo con mi hija.

Aún con mi estómago revuelto por los nervios, sentía el hambre rastrillando.

—Entonces comemos. Además, princesa, tengo una sorpresa.

Los ojos de Cristal se iluminaron con esas palabras.

—¿Solplesa? ¿Pala mí? —Ale asintió y mi hija se bajó de sus brazos, dirigiéndose hacia la casa sin otra mirada hacia nosotros—. Vamos. Quielo vel la solplesa.

—Por favor dime que no es algo exagerado. —Con Alejandro entramos en su casa—. No quiero que la malcríes solo porque tienes dinero.

—No es nada exagerado —me dijo solemne y con eso guío a Cristal hacia el interior de su casa.

Entraron en una habitación y yo me quedé viendo alrededor, a la lujosa nueva vida de Alejandro.

Desde sus pisos de mármol, paredes blanco hueso, ventanales que daban hacia un patio espacioso, hasta toda la demás decoración. Sillones color crema. Pinturas colgadas. El televisor más grande que haya visto.

Se notaba que todo lo que veía valía mucho más de lo que yo podía tener en mi hogar, y eso me hacía sentir feliz por mi amigo.

Porque había visto cuanto le había costado llegar hasta ese punto.

Sin conexiones, tuvo que forjarse a base de sudor y lágrimas. Comenzando con pequeñas apariciones, a papeles secundarios, a tener por primera vez un papel protagónico hace dos años.

Desde ese punto, su fama solo había ido en subida y estaba segura de que seguiría así.

Aunque todo lo que podía ver a mi alrededor era lujo, Alejandro seguía siendo el mismo.

Tal vez con un corazón más acorazado por su pasado, pero con la misma gentileza y amabilidad que lo caracterizaba.

Recordaba que una vez Colomba le había dicho a Alejandro que su mayor encanto era su corazón.

Y no podía estar más de acuerdo con aquello.

—¡Mami! ¡Mami! ¡Mila! —Cristal entró en la sala de estar con un gato de pelaje blanco con lunares negros entre sus brazos—. ¡Tío Ale tiene un gatito!

El felino me vio con ojos verdes aburridos y solo se dejó acariciar por mi hija, cerrando sus párpados.

Miré a Ale con sorpresa.

—No sabía que tenías un gato.

—Lo adopté hace poco. —Miró al gato que era arrullado por mi hija—. Bueno, se adoptó solo. Un día lo encontré en mi patio y le dejé un poco de comida. Nunca más se fue, así que pensé que era mejor que viviera conmigo a que en la calle.

»No ha intentado irse, así que supongo que está feliz conmigo.

—Le das comida, cariño y una casa. No creo que haya algo más que quiera. —Le acaricié entre las orejas—. ¿Tiene nombre?

—Pilchard.

—¿Cómo el gato de Bob el constructor?

Él asintió.

—Siempre quise tener un gato azul luego de ver la serie.

—Pero este es blanco.

—Pero es un gato. Uno toma lo que puede, Hebe. No hay que ser tan exigentes.

Rodé mis ojos.

—Sí, sí. Lo que digas.

Dejando a Cristal jugar con Pilchard, con Ale nos encargamos de ordenar la mesa para almorzar y media hora después estábamos limpiando todo.

Sentirse Predestinados (#3 Sentirse Viva)Where stories live. Discover now