23. Ay, atrapadaaaa

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—Pues a alguien le tiene que importar si a ti no.

—Ahora mismo siento que a ninguno le importa lo que quiero de...

—¿Entonces es eso? —dije, comprendiendo. Pasé mi mirada de Charlie a él—. ¿Es porque la eché de la casa de Noah? Mira, yo ya me he disculpado con ella.

—Me paso por el culo tus disculpas, Andrea. —Jade se apartó de la pared y me señaló con un dedo. Para ser sincera, de los dos, yo era la más alterada. Jade simplemente se veía ligeramente ofendido por mi arrebato. Como si el asunto no mereciera tanto de su atención. Y eso me enfurecía—. Ese es tu problema. Te crees que puedes tratar a todos como se te da la gana porque para ti tú eres mejor que el resto. ¿Y crees que unas disculpas de mierda van a borrar tus actitudes?

—¡¿Qué actitudes?!

—¡Estas! —se alteró. Finalmente—. Ah, me lleva la verga. —Se pasó una mano por el rostro y se calmó—. Mira, yo te he perdonado un montón de cosas que me has dicho o hecho gratuitamente. Pero respétanos y respétate, hermana.

—Yo los respeto. —Desvié mi atención hacia Charlotte y ella dio un paso hacia atrás, aterrada—. ¿No es cierto?

Charlotte se alzó de hombros y yo no me lo pude creer. Me abandonaba así, frente a Jade.

—Pero te he dicho que lo lamentaba...

—Bueno, no todo se arregla con unas disculpas, Andy. —Hizo un gesto con la mano para restarle importancia al asunto, pero acabó suspirando con derrota—. Sé que no es tu culpa. Tú tienes tu vida y también está Noah. Y yo no debo meterme ahí. Pero eso no quita que tú siempre pienses lo peor de mí. Quiero confiar en ti, pero últimamente no me dejas hablar.

Dejé caer mis hombros.

Tenía que admitir que me dañaba mucho el ego el saber que Charlie confiaba más en Jade que en mí, su amiga de toda la vida. No me gustaba ser regañada y mucho menos por un tipo al que tenía agendado en mis contactos como "Cara de pito".

—Charlie, tú puedes decirme lo que sea —le aseguré—. Siempre me has dicho todo. Hasta... —Miré al techo—. Me has dicho que te gusto ¿Qué puede ser peor que eso?

Bueno, quizá había escogido muy mal mis palabras.

Charlie hizo una mueca de disgusto, o dolor. No pude diferenciarla con el alcohol en la sangre.

—Yo no te lo he dicho —me corrigió—. Tú me has forzado a decírtelo.

Ay, mierda.

No podía ser.

Sentí las mejillas calientes.

¿Yo era la mala?

Me dejé caer de nuevo sobre la cama. Durante un momento hubo silencio entre los tres. Nadie habló. Sólo escuchamos la música amortiguada que llegaba desde la sala de estar.

Entonces, Charlie habló.

—Quizá me mude.

El calor despareció de mi rostro y de todo mi cuerpo. Cuando alcé la cabeza Charlie me miraba con pena desde la puerta, junto a Jade. Él parecía incómodo.

—Iré a ver si Alana está bien —dijo.

Abrió la puerta y se marchó para dejarnos solas.

—¿El ya lo sabía? —pregunté con más calma, aunque ya me esperaba la respuesta.

—Sí.

—¿Están saliendo?

La expresión de Charlie se crispó.

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