Capítulo 7

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Ciudad de Nusquam, planeta Tierra, Vía Láctea, 22 horas después del primer contacto in situ.

La playa estaba desierta para fortuna de Daniel, pues no estaba seguro de qué clase de ritual incluiría la carga de la placa transmisora de su amigo nauvi y siempre era una mejor opción no tener público ante las situaciones inciertas, sobre todo si un cuadro psicótico era quien las orquestaba.

Noha parecía calmado, con una melancolía extraña que hizo que Dan pensara por un momento en la depresión, pero el humano confiaba en que el estímulo de rescatar a los sobrevivientes de Sega fuera suficiente para mantener a Gur en pie y con ganas de seguir adelante. Tal vez era irresponsable no buscar ayuda profesional para el tipo, pero en verdad sentía que esa era la mejor forma de ayudarlo, en lugar de entregarlo a un sistema que lo drogaría y lo trataría como a un bulto como hicieron alguna vez con su madre.

—¿Ahora qué? —quiso saber una vez a un par de metros de la orilla ante un cielo estrellado que besaba un mar sereno—. ¿Tenemos que entrar en el agua?, porque no tengo traje de baño.

Noha negó en y no pudo ocultar una sonrisa de medio lado, miró la luna que comenzaba a reinar en el cielo y a Daniel le pareció que el azul de sus ojos era todavía más helado frente a la luz fría que reflejaba el satélite.

—No es necesario —aseguró el foráneo y extrajo del bolsillo junto a su pecho el metal liso que representaba en sus manos su única conexión con su gente—, basta con que esté en contacto con terreno húmedo —dijo, se sentó sobre la arena, muy cerca a la orilla, cruzó las piernas y clavó la placa en la superficie hasta dejarla erguida y parcialmente enarenada—. Así.

—Está bien —estuvo Daniel de acuerdo y se quitó los zapatos, se sentó después junto a Noha imitando su posición—, ¿cuánto tardará?

—En cuarenta minutos tendrá la carga suficiente para un par de días —explicó Gur y se quitó los zapatos también.

—Ese es un resultado mejor que el de muchos móviles —observó el humano con las cejas enarcadas y una expresión satisfecha.

—Dos días de tu Tierra no son nada en el espacio —dijo el nauvi, tragó saliva y aisló su mirada de la de Daniel para perderla en la inmensidad de los cielos.

En efecto, Dan estaba a bordo de la fantasía de Noha, enterrado hasta las orejas y dispuesto a seguirle la corriente cuanto fuese necesario, siempre que eso no involucrase algún tipo de acto delictivo o descabellado. De más estaba decir que le era muy complicado pensar en algo más descabellado que estar sentado en la orilla junto a un "nauvi" mientras este cargaba su "placa transmisora" con el agua que se filtraba a través de la arena húmeda. Muchos de sus amigos se burlarían hasta el hartazgo si lo supieran, pero ¡diablos!, no lo sabrían, no si podía evitarlo.

—Me gusta el mar —soltó Dan de la nada y hacia la nada.

—¿Es aquí donde tu madre te enseñó a nadar? —preguntó el mayor con la vista clavada sobre las olas pequeñas que morían a pocos metros de sus pies descalzos—, dijiste que ella era como una sirena. ¿Eso fue literal o solo una metáfora? Tengo problemas para diferenciarlo con los tuyos.

Dan rio.

—Solo una metáfora, es una forma de decir que le encantaba el mar —aclaró el humano divertido y se tumbó de espaldas. Era casi tierno de ver cómo Noha tomaba las cosas tan literales. ¡Por Dios!, su madre no había tenido una cola escamosa y una voz que atraía hombres a sus muertes—. ¿Había sirenas en Sega? —dudó.

—Solo en los cuentos para niños —explicó Gur e imitó a Dan dejándose caer a su lado—. ¿Encuentras reconfortante esta posición? —preguntó tratando de imitar el ángulo de visión de su acompañante hacia las estrellas—. Puedo ver por qué —soltó sonriente mientras contemplaba la inmensidad de un cielo similar al que veía por la escotilla sobre su cama junto a Gil.

En mi planeta © (Pronto en físico) Donde viven las historias. Descúbrelo ahora