Capítulo 23 | El cumpleaños de Ada

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—Eres una distracción, eso no lo negaré.

El me miro con una sonrisa para terminar abalanzándose lo suficiente para impactar sus labios contra mi mejilla, dejando un cálido beso, luego de eso y de dejarme muy confundida simplemente subió ambas manos y comenzó a alejarse.

— ¡Eres un tonto!

— ¿Acaso no puedo demostrar cariño a la chica que quiero?

—Tú solo quieres fastidiarme...—susurré sonrojada, tratando de evitar su mirada.

Quería que lo siguiera y aunque todo de mi gritaba poder hacerlo, no debía. Ya que probablemente hacerlo implicaría perder mi tiempo en una o muchas peleas sin sentido además de las provocaciones de Damon.

Estaba en proceso. Estaba cambiando, no debía echar todo por la borda, no ahora.

Hoy había llegado el cumpleaños de Ada, quien con ayuda de Brooklyn se había perdido todo el día mientras nosotros armábamos una sorpresa en su casa, bueno, a decir verdad, no era del todo una sorpresa ya que fue Ada quien me había pedido ayuda con la organización.

— ¡BIEN! —El grito de una persona entrando a la sala me sobresaltó —Conseguí el pastel de chocolate con fresas que pediste.

Sam caminó hacia mí de manera amenazante, aunque eso parecía ser un reflejo involuntario, lo hizo arrastrando un carrito con una caja alta donde se supone que está la torta. Ver aquella envoltura me hizo chillar de alegría, ya tenía la torta.

— ¡Yo conseguí el trampolín!—gritó lleno de emoción, Zed.

— ¿Trampolín? —Lo miré confundida — ¿Qué trampolín? Yo no pedí un trampolín.

— ¿En serio? —Fingió sorpresa —Creí haberlo leído en la parte baja de la lista.

Quise reír pero tuve que contener la risa, estos chicos eran...increíbles.

Ahora que los veía a ambos, con la cantidad de sol perfecta y sin ninguna oscuridad cegando mi vista, un extraño sentimiento se posó en mi pecho, sentía cierta familiaridad.

— ¿Dulce? —La voz de Sam me sacó de mis extraños recuerdos.

— ¿Mh?—lo mire atenta, el solo movió los ojos en dirección a Zed quien inflaba un globo, abrí los ojos de golpe al recordar sus palabras — ¿TRAMPOLIN? ¿Lista? ¿Parte baja? No lo creo.

Zed rodo los ojos, dejando de inflar el globo para meterse las manos a los bolsillos de sus pantalones, demostrando rebeldía y darnos la espalda.

—Digamos que es un regalo extra —suspiró— a esa enana le gustan los trampolines y aunque se niegue porque no quiere verse como una niña, sé que le encantan y si dice algo, le decimos que lo encargamos por equivocación.

Asentí asombrada por sus palabras. Al parecer Zed conocía a Ada mejor de lo creía.

— ¿A quién quieres mentir imbécil? —Sam le regañó—Es a ti a quien le gustan los trampolines.

—Vete a la mierda William —soltó Zed.

—De ahí vengo. — Sam le sacó el dedo del medio. —Y te están buscando, pedacito de mierdita.

—Bien, niños —reí nerviosa al obtener una mala cara por parte de ambos — solo necesitamos poner algunos los floreros en las mesas de afuera, verificar que los cables de los equipos sobre el escenario estén bien conectados y luego podrán matarse si quieren.

Ellos asintieron callados y salieron al gigantesco patio donde reposaban las mesas redondas con manteles blancos y toques dorados.

Según sabia, Gema quería que la fiesta de su hija saliera perfecta y como no podía confiar en los infantiles, así había empezado a llamar a Damon, Zed y Samuel, como sea, me dejó el trabajo a mí, a la chica más despistada del mundo.

Prohibido Enamorarse de Dulce ©Where stories live. Discover now