Capítulo 23 | El cumpleaños de Ada

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—Muchas gracias...—solté a un paso de la salida —Hasta luego, Erick.

—Hasta luego...—lo oí despedirse con voz baja.

Ya cuando salimos, le di un golpe a Damon justamente en el hombro.

—Eres un idiota.

— ¿Yo? —Preguntó incrédulo —Si él te estaba coqueteando.

—No lo hacía con esa intención —aclaré—Por dios, asustaste a un chico tímido que no hacía más que ser buena persona conmigo.

—Yo también soy buena persona —fingió indignación— al menos contigo.

—Ya...—reí por la cara que había puesto, parecía un niño pequeño siendo regañado— Además no eres mi único amigo.

El me miró sorprendido para terminar riendo. Se estaba burlando de mí.

— ¿No?

— ¡No!

—Bueno...—se encogió de hombros de forma inocente —Por cierto, ya somos algo oficial ¿cierto?

— ¿Qué? ¿Qué dijiste?

—Que falta poco para que nos arreste la oficial.

— ¡¿Qué?!

POR DIOS ¿QUIEN RAYOS SE ESTACIONABA MAL? CLARAMENTE NOSOTROS.

Volví a sonreír como tonta pero esa sonrisa desapareció al recordar que aún tenía a mi lado a Damon, él era tan chismoso.

—Volviste a sonreír...—murmuró sin mirarme.

— ¿Lo hice?

—Sabes que lo hiciste.

—Ujum.

— ¿Te sientes bien?

Dejé de ver mi iPad para concentrar mi atención en Damon, quien se había inclinado más hacia mi posición.

— ¿Por qué lo preguntas?

—Desde que nos hicimos...—trató de buscar la palabra, aunque fuera lo más obvio —Amigos, no has dicho ni una grosería.

— ¿Eso está mal? —Sonreí de forma irónica — ¿Acaso quieres que diga groserías?

—No, yo solo... se siente extraño. —soltó más para él que para mí ya que lo hizo con una pequeña confusión reflejada en sus ojos —Como si trataras de cambiar.

¿Cómo si quisiera cambiar?

Claro que quería eso, quería demostrar que no era solo una loca con la cual podías tener una buena conversación o sentirte bien, yo también quería ser tomada en serio, a pesar de mi edad y de mis tonterías ya hechas en el pasado.

Quiero estar en tu corazón, Damon.

— ¿Tú crees? —Desvié mi mirada, concentrándome nuevamente en mi tableta —Quizá me pegó la madurez.

—La madurez no pega de la noche a la mañana —soltó como si nada —Créeme, además, uno jamás madura por completo.

—Tienes razón...—sonreí en su dirección, burlona —Tú claramente aun no maduras.

—Exactamente —afirmó sorprendiéndome.

—Bueno...—suspiré dejando salir todo el aire de mis pulmones—Tengo mucho que hacer así que si te vas, te lo agradeceré mucho.

— ¿Acaso soy una bonita distracción? —pestañeó muchas veces lo que me dio gracia.

Dios, era tan infantil y tierno.

Prohibido Enamorarse de Dulce ©Where stories live. Discover now