Capitulo 15

2K 146 3
                                    

Londres ha estado de lo más tranquilo esta semana, ahora que nuestro duque y duquesa favoritos se han ido a la costa. 
Esta autora les puede contar que vieron al señor Cato Ludwig invitando a bailar a la señorita Magde Undersee o que la señorita Undersee, no parecía excesivamente alegre. Pero ¿quién quiere oír hablar de ellos? No nos engañemos. Todos estamos ansiosos por saber algo del duque y la duquesa.

REVISTA DE SOCIEDAD DE LADY WHISTLEDOWN,
28 de mayo de 1813

Era como volver a estar en el jardín de lady Trowbridge, pensó Katniss, aunque esta vez no habría interrupciones, ni temor de ser descubiertos; sólo un marido y una mujer y una pasión desbordada.
Los labios de Peeta encontraron los suyos, suaves pero penetrantes. Con cada caricia, cada movimiento de lengua, Katniss sentía escalofríos por todo el cuerpo y pequeños espasmos de deseo.
-¿Te he dicho alguna vez -le susurró Peeta-, lo enamorado que estoy de la comisura de tus labios?
-N-no -dijo Katniss temblorosa, sorprendida de que Peeta se hubiera fijado en eso alguna vez.
-La adoro -murmuró él. Le mordisqueó el labio inferior hasta que, con la lengua, le recorrió la línea de la comisura. Le hacía cosquillas y Katniss abrió la boca y se rió.
-¡Para! -dijo, riéndose.
-Jamás. Tienes la sonrisa más bonita que he visto en mi vida.
-¿De verdad?
-Sí. -Peeta depositó un beso en la nariz de su mujer-. Cuando sonríes, te ocupa la mitad de la cara.
-¡Eso suena horrible! 
-Es encantador.
-Deforme.
-Deseable.
-Obviamente, no tienes ni idea de los cánones de belleza femeninos.
Peeta arqueó una ceja.
-En lo relativo a ti, a partir de ahora sólo importan mis estandares.
Por un momento, Katniss no supo qué decir y luego estalló a reír.
-Oh, Peeta -dijo-, pareces tan feroz. Tan maravillosa, perfecta y absurdamente feroz.
-¿Me estás llamando absurdo?
Katniss apretó los labios para reprimir otra risa, pero no lo consiguió.
-Es casi tan malo como que te llamen impotente -gruñó.
Katniss se puso seria inmediatamente.
-Peeta, sabes que yo no... -no insistió más y dijo-: Lo siento mucho.
-No lo sientas. A quien tendría que matar es a tu madre.
Katniss soltó una risita.
-Si yo no hubiera estado tan confundida por lo que dijiste...
-Encima, ¿es culpa mía? -dijo él, en tono burlón. Pero luego, su rostro adquirió una expresión más seductora-. Supongo que tendré que esforzarme el doble para demostrarte mis capacidades.
La rodeó con una mano y la sujetó mientras la tendía en la cama. Katniss sintió que se quedaba sin respiración cuando se perdió en sus ojos azules. 
Esta vez el beso no fue tierno. La devoró, la poseyó. Bajó las manos y le cubrió las nalgas, apretándola contra su erección.
-Esta noche -susurró, con la voz ronca y cálida junto a la oreja de Katniss-, serás mía.
Katniss empezó a respirar más deprisa. Peeta estaba tan cerca, cada centímetro de su cuerpo cubriéndola. Había imaginado esta noche miles de veces desde que él aceptó casarse con ella en Regent's Park, pero nunca pensó que el peso de su cuerpo sobre el suyo fuera tan excitante. 
Era muy extraño sentir tanta felicidad por tener tan poco poder. Podía hacer con ella lo que quisiera, y ella se dejaría.
Sin embargo, cuando el cuerpo de Peeta se estremeció y abrió la boca y lo único que pudo decir fue «K-K- Kat...», ella se dio cuenta de que también tenía un poder. Peeta la quería tanto que no podía ni respirar, la deseaba tanto que apenas podía articular palabra.
 Levantó las caderas en busca de él y, mientras las manos de Peeta le subían la falda, ella lo rodeó con las piernas para acercarlo más al centro de su feminidad.
-Dios mío, Kat -dijo Peeta, entrecortadamente-. Quiero... No puedo...No puedo ir despacio -gruñó.
-No me importa.
-A mí sí. Estamos perdiendo la cabeza.
Katniss lo miró, intentando recuperar el aliento. Peeta se había sentado en la cama y sus ojos le estaban recorriendo el cuerpo entero mientras una mano le recorría la pierna.
-Antes que nada -murmuró-, tenemos que hacer algo con tu ropa.
Katniss resopló sorprendida mientras Peeta se levantaba y la hacía ponerse de pie. Le susurró al oído:
-Es más difícil desnudarte si estás en la cama.
Con una mano le cubrió la nalga.
-La cuestión es -dijo él, divertido-, ¿te saco el vestido por arriba o por abajo? Ooooo -dijo Peeta, lentamente, metiendo un dedo debajo del corsé-, ¿las dos cosas?
Y entonces, antes que ella pudiera reaccionar, le dejó caer la parte del vestido de modo que quedó atrapada en la cintura. Si no fuera por la fina camisola de seda, estaría totalmente desnuda.
-Vaya, vaya. Esto sí que es una sorpresa -dijo Peeta, acariciándole un pecho por encima de la seda-. No es que sea una mala sorpresa, por supuesto. La seda tiene sus ventajas.
Katniss contuvo la respiración mientras observaba cómo Peeta movía la camisola de lado a lado, provocando que la fricción le endureciera los pezones.
-No tenía ni idea -suspiró Katniss, acalorada, Peeta empezó a acariciarle el otro pezón.
-¿Ni idea de qué?
-De que eras tan malvado.
Peeta sonrió, lenta y ampliamente. Sus labios se acercaron a sus oídos y susurraron:
-Eras la hermana de mi mejor amigo. Totalmente prohibida. ¿Qué querías que hiciera?
Katniss se estremeció de deseo. La respiración de Peeta le acariciaba el oído, pero la sensación le recorría todo el cuerpo.
-No podía hacer nada -continuó él, apartando un tirante de la camisola-. Excepto imaginarte.
-¿Pensabas en mí? -suspiró Katniss, emocionándose con la idea.
-Cada noche. Cada momento antes de dormirme, hasta que me ardía la piel y mi cuerpo me pedía que lo liberara.
Katniss sintió que le desfallecían las piernas, pero Peeta la sujetó con fuerza.
-Y cuando estaba dormido -se acercó al cuello, y Katniss no supo si la estaba acariciando o besando-, entonces sí que lo pasaba mal.
Katniss soltó un gemido, incoherente y lleno de deseo.
El segundo tirante cayó mientras los labios de Peeta se acercaron al hueco entre los pechos.
-Pero esta noche... -susurró, apartando la seda hasta descubrir un pecho-. Esta noche todos mis sueños se harán realidad.
Katniss apenas tuvo tiempo de resoplar antes de que la boca de Peeta encontró su pecho y empezó a lamerle el pezón endurecido.
-Esto es lo que quería hacer en el jardín de lady Trowbridge -dijo-. ¿Lo sabías?
Ella agitó con fuerza la cabeza, apoyándose en sus hombros. Espasmos de puro deseo le recorrían el cuerpo haciéndole perder la respiración, el equilibrio y hasta el juicio.
-Claro que no lo sabías -dijo él-. Eres tan inocente.
Con sus hábiles dedos le sacó el resto de la ropa hasta que Katniss quedó desnuda en sus brazos. Y con suavidad la dejó en la cama.
Cuando empezó a desnudarse, sus movimientos fueron más torpes. Tenía la piel ardiendo y el cuerpo agitado de deseo. Ella estaba en la cama, una tentación como no había visto. Su piel brillaba sonrosada a la luz de las velas y el pelo, le caía alrededor de la cara.
Cuando se disponía a quitarse los pantalones, vio que Katniss se estaba tapando con las sábanas.
-No -dijo Peeta, con una voz irreconocible. -Yo seré tu manta.
Se quitó toda la ropa y, sin darle tiempo a decir nada, se tendió en la cama, cubriéndola con su cuerpo. Oyó que ella resoplaba por la sorpresa.
-Shh. -La meció, acariciándole el cuello mientras, con una mano, hacía movimientos circulares sobre el muslo-. Confía en mí.
-Confío en ti -dijo ella, temblorosa-. Es que... me gustaría no ser tan ignorante en este momento.
Peeta empezó a reírse.
-Para -exclamó ella, golpeándolo en el hombro.
-No me río de ti. Me reía -dijo él, suavemente, apoyándose en los codos para mirarla a la cara-, porque estaba pensando en lo mucho que me alegro de que no sepas de esto. -Se acercó a ella y le dio un tierno beso-. Es un honor ser el único hombre que te ha tocado así.
Los ojos de Katniss brillaron con tanta pureza que Peeta se rindió a sus pies.
-¿De verdad? -susurró ella.
-Sí-respondió él, sorprendido de lo grave que sonaba su voz-.Aunque honor es sólo la mitad de lo que siento.
Ella no dijo nada, pero sus ojos eran terriblemente curiosos.
-Mataré al próximo hombre que se atreva a mirarte de reojo -dijo él.
Para su sorpresa, Katniss se echó a reír.
-Oh, Peeta -resopló-. Es maravilloso ser el objeto de esos celos irracionales. Gracias.
-Ya me darás las gracias luego -dijo él.
-Y, a lo mejor -murmuró ella, con unos ojos insoportablemente seductores-, tú también me las darás a mí.
Peeta notó que separaba los muslos cuando volvió a dejarse caer sobre ella, su erección dura contra ella.
-Ya lo hago -dijo, difuminando las palabras en su piel mientras le besaba el hueco del hombro-. Créeme, ya lo hago.
Todo su cuerpo pedía hundirse en ella y hacerla suya, pero él sabía que esta noche, su noche de bodas, era para Katniss, no para él.
Era su primera vez. Él era su primer amante, su único amante, pensó con una ferocidad poco habitual en él, y era responsabilidad suya asegurarse de que Katniss sólo sintiera un placer exquisito..
La besó por todas partes e ignoró los fuertes latidos de su corazón cada vez que la oía gemir de deseo. Y entonces, por fin, cuando ella se estremeció y se retorció debajo de él, y él supo que estaba loca por él, escurrió la mano entre sus piernas y la tocó.
-¡Peeta! -exclamó ella, retorciéndose bajo su cuerpo.
Ya tenía los músculos tensos y Peeta supo que ya estaba lista. Apartó la mano de golpe y, con un gemido, se colocó en posición para penetrarla.
-P-Puede que te duela un poco -susurró, agitadamente-, pero te p-prometo que...
-Hazlo -dijo, meneando la cabeza de lado a lado.
Y así lo hizo. Con un poderoso movimiento, la penetró. Sintió cómo se abrían sus músculos, pero ella no dio ninguna señal de dolor.
-¿Estás bien? -dijo, tensando todos sus músculos para no moverse dentro de ella.
Katniss asintió, soltando el aire despacio.
-Es muy extraño -admitió.
-Pero ¿no te duele? -preguntó él, casi avergonzado por la desesperación de sus palabras.
Ella agitó la cabeza, con una pequeña y femenina sonrisa en la cara.
-No me duele -dijo-. Pero...
Incluso a la luz de las velas. Peeta apreció que se había sonrojado.
-¿Es esto lo que quieres? -dijo, retirándose hasta que sólo estaba dentro de ella a medias.
-¡No! -gritó ella.
-Entonces, a lo mejor es esto -dijo él, volviendo a penetrarla del todo.
Ella resopló.
-Sí. No. Las dos cosas.
Peeta empezó a moverse dentro de ella, con un ritmo deliberadamente lento. Con cada empujón, ella soltaba un gemido y él se volvía loco.
Y entonces los gemidos se convirtieron en gritos y los resoplos en respiraciones entrecortadas, y Peeta supo que estaba cerca del éxtasis. Se movió más deprisa, rechinando los dientes mientras luchaba por mantener el control sobre su cuerpo mientras ella caía en una espiral de pasión.
Katniss pronunció su nombre, luego lo gritó y, al final, toda ella se tensó debajo de él. Se agarró a sus hombros y levantó las caderas de la cama con una fuerza que Peeta casi no podía creer. Al final, con un último y poderoso empujón, ella alcanzó el orgasmo y se dejó llevar por el poder de su propia liberación.
En contra de su buen juicio, Peeta la penetró una última vez, hundiéndose en ella hasta el fondo y saboreando la dulzura de su cuerpo.
Después, dándole un beso terriblemente apasionado, se apartó y se derramó en las sábanas, junto a ella.

La Obsesión Del DuqueKde žijí příběhy. Začni objevovat