31. "Deberíamos parar..."

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—Quisiera ver yo esos platos estrellas.

Ella sacó su dedo índice y le hizo una peineta.

—Tú te lo pierdes —y dándole un golpe con la melena, haciéndose la ofendida, se dio la vuelta y se fue para el salón.

—Samantha...

—No te molesto más, Flavio.

Él soltó otra risita y se concentró en la comida. Había hecho una salsa de trufa antes de que llegara Samantha, y la había dejado reposar mientras se daba una ducha. Y en ese momento se iba a poner a hacer la tortilla de patatas, a la que añadiría esa salsa y... no por que la hubiera hecho él, pero estaría de muerte. Era uno de los platos favoritos de Valeria, y esperaba que también estuviera al gusto de Samantha. Al acabar de de pelar las patatas, giró la cabeza y echó una mirada de reojo hacia el sofá.

Se encontró a Samantha moviendo un muñeco, que le habría dado su hija y con su mano, haciendo un movimiento simulando a un avión. Contuvo una risa y dibujó una sonrisa de bobo. Podría acostumbrarse a esa estampa, era una maravilla.

Agudizó sus oídos, ya que ellas estaban hablando muy bajito , e intentó escuchar.

—Samantha... ¿Quieres que te pinte? Teresa me dijo que te diga que dejes tus manos en mí , que lo voy a hacer genial.

Flavio comenzó a batir los huevos mientras continuaba atento a esa conversación. Le gustaría ver cómo salía de esa Samantha. Si se dejaba pintar por su hija, tendría todos sus respetos. Saldría como un payaso, pero no todo el mundo se dejaba hacer tremendo cuadro. Y su hija, se lo ofrecía a todo Dios y esa gente, mayormente rechazaba sutilmente a la niña.

—¿Quién es Teresa? Y , me quiere pintar la cara ¿no?

Valeria hizo un gesto de obviedad con las manos y se las llevó a la cintura, en jarras.

—Claro, la cara, eso dije. Teresa es mi muñeca... —explicó subiendo a uno de sus muñecos y enseñándoselas a ella—, dice que eres muy guapa, pero que con mis manos en ti, estarías mejor.

Escuchó a Samantha soltar una carcajada y volvió a dirigir su vista hacia allí.

—Bueno... ¿pero con qué me vas a pintar?

Justo en ese momento, Samantha giró la cabeza y pilló a Flavio observándolas, riendo con disimulo. No pudo evitar sonreírle y los ojitos de Flavio brillaron más que nunca.

Samantha no sabía cómo se había metido en ese berenjenal, pero tenía toda la pinta de que iba a dejar que una niña de cuatro años creara arte en su cara. En peores situaciones se había visto ¿no?

Podría ir luego al baño a quitarse eso... pero no podría decirle que no a la peque, que parecía realmente entusiasmada.

—Pues con pintura Samantha.

—Claro... qué tonta soy, con qué sino...

Valeria se levantó, contenta por haber conseguido ese logró y antes de irse, le dijo:

—Espera un momento ¿vale? Voy a por mis instromentos.

Ella asintió con la cabeza y soltó una risa.

—¿Qué haces Flavio?—preguntó alzando la voz. A medida que pasaban los minutos, cada vez olía mejor, y su estómago rugía más.

—Mmmm, es sorpresa Samanzi.

—Te he visto batir huevos... tiene pinta de que es una tortilla hijo.

Flavio se encogió de hombros.

𝑹𝒐𝒕𝒂Where stories live. Discover now