Sin responder nada, la joven que colgaba apoyó con trabajo un pie sobre el suelo del vagón; hasta que poco a poco y con la ayuda de su inesperada salvadora logró subir del todo.

―¡Por Dios, estás loca! ―exclamó Ámbar y por instinto la abrazó en cuanto la tuvo en frente―. ¿Qué pretendías eh?

Pero aquella desconocida no hablaba, no hacía más que llorar.

―Ya pasó... pasó... nunca más... estarás bien; vamos adentro por favor ―intentó consolarla mientras la abrazó aún más fuerte.

Un rato más tarde, aquella que antes atentara contra su vida abrió los ojos. Se hallaba en su asiento y junto a ella se encontraba Ámbar, quien llevaba nuevamente gafas oscuras y le sonrió en cuanto la vio despertar.

―Ya estamos por hacer la primera parada del viaje ―sonrió y le acercó una botella de agua―. ¿Tienes sed?

―Sí... ―respondió la otra y con cierta timidez agarró la botella.

―Mi nombre es Ámbar ―le extendió una mano―. ¿Cómo te llamas tú?

―Derim... me llamo Derim ―respondió esta y correspondió al saludo.

―¿Vas muy lejos?

Derim esbozó una media sonrisa. ―Hasta el destino final.

―Es largo el viaje entonces, faltan aún muchas horas.

―Lo sé, solo... basta que sea muy lejos. ¿Y tú... adónde te diriges?

Ámbar sonrió. ―Hasta el destino final, también ―respondió, dándose cuenta en ese instante que acababa de decidir el rumbo que tomaría su viaje; ese que había emprendido sin rumbo fijo y con el único fin de desaparecer de su vida todo aquello que le hacía daño.

 ―Hasta el destino final, también ―respondió, dándose cuenta en ese instante que acababa de decidir el rumbo que tomaría su viaje; ese que había emprendido sin rumbo fijo y con el único fin de desaparecer de su vida todo aquello que le hacía daño

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Trece horas de viaje bastaron para que aquellas dos extrañas terminaran sintiendo cierta opresión en el pecho al darse cuenta que estaba por concluir aquello que las había unido por horas. Habían compartido el espacio, el tiempo, las palabras... así como desde mucho tiempo no hacían con nadie. La marcha comenzó a ser un poco más lenta y Derim miró por la ventana, haciendo una mueca al divisar las primeras casas que le indicaban que estaba por abandonar el vehículo.

―Ya estamos llegando ―sonrió con un gesto que parecía más una mueca desgastada que una sonrisa y se acomodó la bufanda que llevaba al cuello―. ¿Alguien te espera en la estación?

―No, no tengo a nadie en este pueblo; yo... realmente no tengo a nadie, en ningún lugar ―respondió Ámbar y se inclinó un poco para tomar el portafolios que llevaba entre los pies, en el suelo; y luego se levantó un instante para tomar la mochila que llevaba en el guarda equipajes junto al techo―. Y tú; ¿alguien te recibirá aquí en La Rivera?

―Una prima... hace tiempo no nos vemos pero es la familia que me queda... hemos estado en contacto y sabe que llego en este viaje.

El tren comenzó a detenerse poco a poco, hasta que finalmente pudieron descender los pasajeros. Cuando las chicas descendieron, antes de cada una tomar su rumbo se despidieron.

La luz de mi oscuridad (Disponible por completo en Amazon)Where stories live. Discover now