🐱 Primer cielo 🐱

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Cuando comencé a vivir con Kou una de las primeras cosas que colocó en mi habitación fue un espejo de metro y medio de altura. Al entrar con las cajas de la mudanza entré en pánico y aunque agradecí el gesto, busqué encontrar una excusa suficiente para convencerlo de devolverlo a la tienda. Pero pese a mi insistencia, él me ignoró y solo se encargó de dejar el espejo en la pared contraria a mi cama, de forma que al recostarme era inevitable observar el reflejo.

Nunca había estado muy acostumbrada a los espejos, no solamente por lo mucho que acentuaban mis inseguridades, sino por el hecho que en casa solo había cuatro y la mayor parte del tiempo rehuía de ellos. Desde que tenía memoria eran mi peor enemigo, casi con el mismo peso que las fotografías. Sin embargo, con mucho trabajo y apoyo de por medio, poco a poco había aprendido a dejar de temerles. Aunque eso no significaba que todos los problemas se encontraban resueltos ya.

Por mera inercia, evitaba mirarme en los espejos u observar mi reflejo sin importar la ocasión. Pocas veces me tomaba realmente el tiempo de observar de forma directo la figura que se mostraba ante mí y por ello, era que ni siquiera conocía por completo quién verdaderamente era. Así que cuando Kou colocó ese espejo frente a mi cama, parecía estar dispuesto a darme un gran empujón para acostumbrarme a esa imagen.

Al principio parecía más bien un grotesco enemigo en las noches llenas de pesadillas y cuando de a poco dejé de sentirme tan intimidada por su presencia, evitaba mirar lo que me mostraba. Pocas veces me tomaba el tiempo de asegurarme que mi atuendo estuviera bien o que mi cabello no estuviera hecho un desastre y cuando lo hacía, trataba que mis vistazos fueran lo más rápido que me era posible.

Pero tarde o temprano tenía que aprender a vivir con el reflejo, me gustase o no la imagen frente a mí. En ocasiones me sentía una cobarde por rehuir de mi única verdad y me esforzaba en justificar mis hechos, sin embargo, era momento de dar el primer paso porque si no lo hacía yo, nadie más lo haría.

Primero mi mirada se enfocó en la cama detrás de mí, los colores y texturas de las sábanas, así como de los muñecos de felpa sobre ella. Poco a poco fui capaz de concentrarme un poco más y logré escudriñar con la mirada la bata que ocultaba un poco mis pies. Con esfuerzo me atreví a recorrer con la mirada el camino que me iba marcando la pálida piel y me encontré con mis tobillos que fueron seguidos por mis piernas que lucían viejas marcas. Subí por mis rodillas y me detuve por largos minutos en mis abundantes muslos que rozaban entre ellos, sintiéndome cohibida al instante.

Mi cuerpo entero se estremeció y creí que caería, sin embargo, después de alejar mi vista del espejo por unos minutos logré controlarme y evitar que las lágrimas bajaran por mi rostro. Me mantuve en pie y volví a mi recorrido, deslizando mi vista por mis muslos y llegando hasta mi pelvis. Aunque sentía mi rostro arder, seguí observando al recorrer mis caderas, vientre y cintura con mis ojos hasta lograr repasar la curvatura de mis pechos con la mirada. Contemplé mis brazos y manos que no dejaban de temblar. Al llegar a mi clavícula me tomé un breve descanso antes de continuar con mi exploración al repasar el largo de mi cabello y detalles que no había observado antes como viejas cicatrices, lunares olvidados o manchas de las que no hablaba.

Cuando por fin me sentí con el valor suficiente, dirigí mi vista hacia mi rostro en un gesto lleno de timidez. En un principio la figura frente a mí me confundió y hasta me pareció una completa extraña. Aquel par de ojos me observaban con una expresión de sorpresa e incredulidad como si los hubieran atrapado en medio de una travesura. Me detuve en cada parte que se presentaba frente a mí y cuando todo comenzó a parecerme más familiar, me atreví a observar con más calma todos los detalles que se mostraban frente a mí. Repasé la textura de mi piel marcada por los granitos que me hacían sentir todavía menos linda y también, contemplé con más cuidado aquellos sitios que Kou aseguraba que le parecían bonitos, tratando de encontrar el motivo detrás de ello.

Color Club: Taffy; Diabolik LoversWhere stories live. Discover now