I - "Agua"

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—No puedo creer que lo conseguimos. —Finalmente alguien lo había atrapado, de una vez por todas alguien había domado al rebelde Castigador y le obligaría ver que era el maldito final de la línea. ¡Era el éxtasis de cualquier villano! Pero Wesley no estaba contento, en lo más mínimo, en realidad lo único que quería era acabar con todo eso. La segunda mano del gángster más icónico del país en los últimos tiempo lo único que deseaba era regresar a su cama y despertar para leer en todos los titulares como el cadáver arrastrado por las corrientes del Hudtson no resultó nadie más que el tan odiado (como querido) Frank Castle—Aunque bueno, tampoco puedo creer que haya sobrevivido.

¿Cómo habían llegado a esa madrugada de Enero? ¿Cómo era posible que el verdugo de verdugos estuviese atado frente a él, bañado en su propia sangre? Pues la única respuesta que tenía para dar era que cometió el gran error de subestimar a Wilson Fisk, el amo de Nueva York y única persona en cuya lista negra no querías estar si esperabas cumplir con la esperanza de vida promedio.

—En verdad que es como muchos dicen: Impredecible. —Aun con su visible estupidez, Wesley no tenía de otra que reconocer su fortaleza como contrincante, después de todo; nadie tolera una pelea mano a mano con Wilson Fisk y sobrevive el primer round. Pero bueno, ni siquiera alguien así toleraría el agua del río Hudson y nadie que se encontrara a esas horas conduciendo por el puente George Washington se detendría para socorrerlo. Era el homicidio más fácil y patético que se le vino a la mente para el tipo de personaje que es Frank.

Frank no levantaba la mirada, estaba hundido en sus pensamientos y trataba de canalizar su poca consciencia en el dolor que toda parte de su cuerpo experimentaba para no terminar sucumbiendo a las penumbras de la muerte, el condenado se hubiera reído de ello si tan solo le quedaran fuerzas. Tanto tiempo poniéndose al límite, tanto tiempo delante del cañón esperando a que la mecha desapareciera, tanto tiempo escupiendo toda oportunidad de volver a sentirse humano y ahora que finalmente podía irse en paz sabiendo que sus esfuerzos no fueron en vano tenía miedo de perderse a sí mismo.

Sí, lo admitía, tenía miedo de no haber podido decir adiós y que muy seguramente solo fuera otra noticia del momento que desaparece tras una semana de ser alabada por el foco de los medios. Frank se encargó de alejar a todas las personas y a quienes no alejó, ahora están tres metros bajo tierra.

—¿Me escuchas? —Wesley le pidió a uno de sus secuaces que le tomara del pelo para ver de una mejor forma su deformado rostro: Era un desastre total — Parece que ese ojo se te adelantó en la muerte, es una lastima.

Con la pobre visión del único ojo que le quedaba Frank observó la estructura del puente encima de ellos y lo que vio en definitiva no le gustó. Se había equivocado gravemente. —Arrójenlo de una vez, hace frío aquí afuera. —fue lo que dijo aquel hombre de traje y acento tan refinado dándole la espalda para ingresar al bote que lo alejaría de la pilastra donde tenían a su rehén, cometiendo un acto que nadie se atrevería a hacer en presencia de El Castigador por muy estúpido que fuera. Pero bueno, tenía dos hombres apuntando a la cabeza del hombre moribundo, Wesley creía que podía darse ese lujo.

Una muy mala jugada si Matt podía decirlo, con un golpe de su bastón bien dado en la nuca aquel hombre de fino traje cayó al suelo junto a los otros dos hombres que le debían de proteger por si Castle hallaba la forma de deshacerse de sus grilletes.

Frank siguió con la cabeza gacha, aún con las balas, los gritos, los golpes y los huesos rotos Frank permaneció inmóvil, aun cuando su cuerpo recibió un patada que lo arrojó al río y sintió que las falanges de la muerte le tomaban. Su cuerpo tembló, su nariz ardió y sus pulmones parecían estar más cerca del colapso de lo que pensaba, todo era burbujas, sangre y agua de muy mal sabor; Wesley sabía cómo darle un adiós deplorable a alguien. Sin embargo, se estaba yendo, todo el miedo parecía disiparse como la sangre que se había secado en todo su cuerpo, se estaba yendo; su mente sentía que todo se deshacía y las garras de la muerte adquirían la carne de uno de los que más amó mientras tuvo la oportunidad de estar vivo.

Papá —era su Lisa, la niña de sus ojos, aquella que sostuvo entre sus brazos cuando nació y mientras se desvanecía a causa de todos los agujeros que las balas que penetraron su cuerpo dejaron detrás. Ese no era el ciclo de la vida, fue un error ¡Los padres no deben enterrar a sus hijos por amor a Cristo! —papá.

Ojalá tuviese fuerzas para llorarle a su hija muerta, pero ya no había. Su cuerpo no daba más.

No es tu tiempo ¿Qué haces aquí? ¡Vete!

Frank comenzó a removerse, convulsionando en el agua con sus piernas tratando de patalear hacía la superficie, pero era inutl. Se estaba muriendo y no había forma de que pudiese ayudarse a sí mismo. Negro, todo estaba negro.

¿No me escuchaste? ¡Aún no es la hora!

Frank no se arrepentía de el estilo de vida que adoptó al final de su vida, nunca lo haría, nunca se permitiría desear que todos sus esfuerzos por lograr un futuro donde más familias no tuviesen el mismo destino que tuvo la suya desaparecieran para siempre: Nunca, jamás sería capaz de permitirse semejante debilidad. No obstante, hubiese deseado... No, ya no importaba. Los deseos de un hombre muerto no interesan.

—Por favor, respira. ¡Respira!

De nuevo... ¿Quién sujeta su cuerpo? ¿Es la muerte...? ¿Es su hija...? ¿Es el diablo...? Bueno, tampoco es como si le sorprendiera si su alma empieza a reptar hacia abajo en busca de los pozos de lava ardiente en el infierno. Su cuerpo de repente se sintió más ligero, como si la silla metálica y los grilletes que le sujetaban desaparecieran; hacía frío, el viento de madrugada golpeando su cuerpo mojado lo tenía muerto de frío. Esperen un momento, el aire de vida, la sensación de que cada parte de su cuerpo grita, el todo después de que solo hubiera una confusa nada, Castle podía sentir tierra debajo de él y su sistema respiratorio fallando. Entonces algo se presionó en su boca para abrirse paso a través de su interior

Una vez, un sabor amargo se inmiscuyó en su paladar, pausa, Frank no podía respirar. Otra vez, era café y podía determinarlo porque así sabía su abogado adicto a la cafeína y las patrullas nocturnas, el oxígeno no terminaba de entrar en sus pulmones de forma libre. Una última vez, esos labios tan suaves y cálidos le abandonaron, Frank comenzó a toser y la mayor parte del agua invasora finalmente fue expulsada. Castle tosió con fuerza y se dejó caer exhausto y adolorido en los brazos de quien le había salvado; estaba ciego de un ojo y el otro no podía enfocar bien, pero aun así Frank tenía la necesidad de ignorar el plañido de su cuerpo e intentar a hablarle al diablo.

—Rojo...

—No hables, Frank. Ya estoy aquí. —Matt tomó el cuerpo del Castigador y lo sostuvo con delicadeza entre sus brazos mientras la respiración de Frank se nivelaba para así poder hacerse una mejor idea de cuán roto se encontraba su cuerpo desde el interior —Solo necesito llevarte con Night Nurse, ella podrá ayudarte. Solo... solo necesito que aguantes un poco más. Vamos a salir de esto.

—¿...Vamos?

—Perdóname. —Murdock no le dio ni el tiempo para disculparle, ni el tiempo para asimilar los horribles dolores que pasaron por todo su ser cuando aquel tonto abogado le colocó sobre uno de sus hombros para elevarles por los aires de la forma más cómoda posible, apuñalando sin querer a Frank desde adentro con una de sus costillas rotas. ¡Ah! Para eso era la disculpa.

—Rojo... ¿Acaso eres estúpido? —susurró Frank sintiendo que el dolor que atravesaba como una flecha al interior de sus huesos lo empujaba al borde del todo, ojalá estuviera portando un traje. Porque si así fuera Frank podría decir que la muerte definitivamente lo tenía bien agarrado de la corbata. —Has ganado... Ya no tendremos que pelear más... ¿Por qué no dejas de ser tan santo y tomas la delantera?

Frank pensó escuchar al diablillo gruñir, realmente no estaba seguro.

—Cállate, Frank. Jamás te dejaré morir.

—Rojo...

—¡Silencio! No hables hasta que lleguemos, por favor. —Frank obedeció, el esfuerzo que conllevaba hablar parecía más doloroso que ser columpiado por toda la ciudad. Sin embargo, aquella pregunta seguía picando sobre su paladar. —Todo va a estar bien, lo único que debes hacer es mantenerte despierto. ¿Entendiste?

¿Por qué?

Maldito monaguillo, siempre tomando el camino más molesto. Frank volvió a divagar, Rojo se sentía tan tenso.

—... Gracias.

Notitas: Cuidense

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