CAPÍTULO IV

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—P-Por favor— gorgoteo entre la sangre que salía de la boca, la súplica había llegado muy tarde, el omega ya había cercenado su cuello.

Tris se acercó y tomó las armas que el omega había usado. Aquel alfa sabe que Gulf, era por mucho, más cruel que su padre Dimitri. El padre del omega mataba de un balazo y el enemigo muchas veces ni sufría antes de morir.
Pero este omega parecía alimentar su alma con sus gritos.

Mientras el omega se lavaba las manos terminando de deshacerse del resto de sangre, Tris se acercó con una toalla en mano. Luego de que esas delicadas y letales manos quedaran secas el alfa le pasó una manzana y el omega frunció el ceño.
Confundido.

—Come más, cada día estas más flaco—mientras en cuerpo aun temblaba y se desangraba el alfa se preocupaba por el bienestar del diablo.

—No hace falta.

—Gulf— el omega lo miró y el hombre le volvió a tender la manzana—come, te estás debilitando y así no podrás terminar de vengarte a ti ni a tus padres—.

—Aún me siento lo suficientemente fuerte para seguir arrancando gargantas… solo me falta dos. El maldito de Nikolài por traicionar a mi papá y ese otro cobarde que sigue arrastrándose bajo las sombras.

—Matar a un alfa no es fácil.

El omega levantó una ceja. Fue un comentario bastante estúpido y el alfa lo sabe. Es el único omega en el mundo que más alfas ha asesinado. Se estaba volviendo un mito, y aunque la casta más fuerte jamás lo admita; éste omega se estaba volviendo el mayor miedo de todos. Y lo peor es que ni siquiera sabían quién era aquel pequeño que andaba por las calles matando a cualquiera que le moleste. Vengando sus propias desgracias.

—Solo come la puñetera manzana.


***


Gulf salió de su nido y busco entre sus cosas el primer abrigo que encuentre. Sonrió quedito, y ladeo la cabeza mirando el cárdigan de diferente color que su padre le regalo en su cumpleaños número diez y ocho, fue tres meses antes de aquella desgracia en la que perdió todo.

Recuerda como su madre le dio un zarpazo a su padre cuando noto que el cárdigan le quedaba enorme, más Gulf estaba encantado, chillando emocionado dando saltitos de alegría.

Salió de su pequeña casa, a pesar de que antes vivía en una mansión con sus padres; cuando éstos se fueron, el lugar lo desesperaba, era muy fría, muy grande, cada paso hacia un eco tan desesperante resaltando más lo solo que estaba. Escapó de aquel lugar y compró ese pequeño refugio donde podía tener todo bajo control.

Era una diminuta casa con solo dos divisiones, su sagrado nido, donde es su habitación y el resto de ella.

Vistió su cárdigan de lana y camino en dirección de aquella cafetería de preferencia. Pensando si Mew estará esperándolo como todos los días, dejando su agradable y demandante olor a su alrededor, alejándolo de cualquier otro alfa estúpido que antes de que él apareciera llegaba engreídamente a su mesa liberando asquerosas feromonas con la patética idea de que lo cautivarían.
Le gustaba Mew.

Mew, Mew; Mew.

El frío viento atravesaba la lana de su colorido cárdigan y empezó a tiritar de frio. No le gustaba las chaquetas térmicas, eran demasiados abultadas, no podía moverse cómodamente  con ellas.

Era un omega raro, tenía los millones para pudrirse en los más codiciados y desconocidos lujos, pero seguía en el mismo lugar, siguiendo una aburrida rutina, alimentando un odio inquebrantable, deseando ver como se apaga lentamente el brillo en los ojos de esos dos alfas al momento de morir, y llenarse de orgullo al saber que es él el responsable de ello.
El diablo solo era un mal chiste, un sustituto de su trono que se cree merecedor de aquel reino infernal, un payaso que no le llega ni a los talones.

Una sonrisa invisible, realmente fue su corazón quien sonrió pero no se pudo reflejar en sus ojos ni en sus preciosos labios, pero no negaba que se había puesto de muy buen humor.

El alfa estaba sentado, con su café negro endulzado con tres paquetes de azúcar, fingiendo leer alguna revista, haciéndose el tonto al disimular que no ha notado aún su presencia, cuando hace segundos los descubrió viéndolo desde el vidrio de la ventana, con una tonta sonrisa inconsciente, esperando por él, solo por él...

Cómo si tuviera esperanzas de que algún día le corresponderá.

YO SECARE TUS LÁGRIMASWhere stories live. Discover now