CAPÍTULO II

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El frío húmedo calaba hasta los huesos, el sol no se había visto en mucho tiempo, las nubes  grises reinaban aquel cielo oscuro y las gotas heladas eran persistentes en empeorar el gélido ambiente.

En la tranquila y poco concurrida cafetería, las campanillas en la entrada sonaron anunciando la entrada de un nuevo cliente.
El omega se sacó la capucha de su gigantesco suéter lila pastel y se dirigió directamente a la mesa de siempre.

Está consiente de las miradas sobre él, pero las ignora. Su madre le advirtió, es el precio de la belleza, es el precio de ser omega, y ser perfecto.

Los empleados ya lo conocían, era un cliente que todos los días llegaba por su café con leche caliente. Se sentaría al lado de la ventana y bebería lentamente su bebida caliente con la mirada perdida.

Una que otra lágrima se asomaría en su hermoso y adusto rostro, perdido en sus pensamientos y cuando vuelva en sí, se secaría la cara con el abrigo, pagaría por su café y antes de irse pedirá tres media lunas calientes.

Gulf espero por su café, mirando su reflejo en la ventana.

Mi pequeño diamante… tan frágil. Eres tan lindo mi bebe, me encargaré de que seas el omega más dulce, jamás nadie te tocará, serás el anhelo, el sueño imposible de todo alfa’

Las palabras de su madre aún estaban vívidas en su mente.

Sintió la presencia del camarero que ya le traía su café de siempre.

Rodeo la enorme taza con sus pequeñas y delicadas manos, aferrándose al calor de la taza, buscando la sensación tibia que su cuerpo pocas veces sentía.

Mi hijo omega, que precioso, es como una muñeca de porcelana, míralo Dimitri, es tan lindo’
‘Es un hijo precioso querida, el omega más bello y lo hicimos nosotros, con nuestro amor’

Las voz de sus padres aun seguía en su cabeza mientras seguía mirando su reflejo en el cristal de la ventana.

Su madre tenía razón, él lo sabía, era muy bello, un ángel que por un descuido de la Madre Luna cayó en tierras crueles. Después de tantos años, él era el único omega en la familia. Hace tan solo cinco años atrás no era ni la sombra de lo que es en ese momento.

Era un chico risueño, cariñoso, ronroneaba constantemente y chillaba cuando veía algún dulce favorito. Su madre alfa aparecía  con alguna prenda color pastel y él la llenaría de besitos maravillado por tan hermoso obsequio.
Pero aunque seguía vistiendo sus coloridas prendas, su alma estaba completamente gris.

Hace cinco años, en una cruel emboscada; su madre murió en medio de la balacera protegiéndolo con su cuerpo. Su padre alfa aún estaba en coma, en secreto, todos lo creían muerto, más Gulf y Tris aguardaban su regreso a la vida y vengar la muerte de su mujer.

Hace cinco años la muñeca de porcelana se quebró.

Se odiaba a sí mismo, en cinco años perdió todo amor propio, después de que su madre siempre le repitió de que se valorara.

Era un omega defectuoso, su celo llegó seis meses después de que cumplió dieciocho años y no fue normal, aparecía y desaparecía en cualquier momento, era inestable, y a causa de ello ha sido usado como trapo sucio.
Ya no sentía pena por aquello que pasó, estaba en el pasado ya no valía la pena llorarlo. Pero dejó se sentir, tanto reprimió sus sentimientos, tanto odio a su lobo que los calló y los ignoro hasta dejarlos mudo.

Ya no vestía con prenda ajustada que ayude a sobresaltar sus preciosas curvas, vestía con harapos viejos y flojos, dos o tres tallas más grande del suyo, y alguna que otra prenda que era de su madre, como aquel cárdigan amarillo que vestía la noche anterior. Refugiándose en su inexistente olor.

Una lágrima se deslizó en la sonrojada mejilla. ¡Malditas sean!. Como si fueran necesarias.

Sintió una pesada mano tratando fuertemente en secarle el rostro de la forma más delicada, más falló en el intento, fue tosco, sintió la áspera piel y la torpeza en ellas. Una mano fuerte, con cicatrices visibles, aún pesadas y adoloridas, su piel filosa y desapacible.

Gulf salió de su mundo de recuerdos y su ojos brillosos observaron la mano que osa tocarlo. Manos que tenían cicatrices, huellas del sobreesfuerzo, deformadas por mantenerlas agarradas fuertemente a armas pesadas, que siempre apuntaban al enemigo, sus brazos llenos de músculos y venas salientes, pero también de cortes y puntos de cocedura mal curada.

Huellas de una vida pasada por sangre y muerte, y mientras más lo veía, más podía ver en él los vestigios de la guerra.

Alfa” no era necesario mirarlo a la cara, ni de inhalar su aroma. Su sola presencia gritaba poder y peligro. De fuerza, de la posesividad; del egocentrismo.

Un alfa que fue usado como una vil rata de laboratorio, una mascota poderosa que había sido explotado para eliminar al enemigo del gobierno. Pero aquel infierno había acabado para él, y ese día había sido liberado y por fin estaba empezado su verdadera vida, una en la que él podía mandar.

La mirada inocente, llena de falsa bondad se toparon con una oscura, tan vacío como la del menor. Tenía el ceño fruncido, y la marca de la falta de sueño bajo sus ojos marrones.

Era grande, muy grande, apenas y tenia un mísero abrigo, todo su cuerpo parecía emanar calidez. Solo un segundo; solo por un paupérrimo segundo el omega quiso acurrucarse, quiso poner un nido entre sus brazos y dormir en el calor de su cuerpo.

Solo por un segundo quiso dejar de sentir tanto frío.

—Que precioso— susurro inconscientemente sus agrietados labios y el omega se fijo en ellas, ninguno se sintió incómodo.

Gulf miró directamente la enorme cicatriz del mayor, que empieza desde por encima de la ceja hasta la mitad de su cara.

El omega ladeo la cabeza y levantó suavemente la mano, curioso y deseoso por sentirlo, la punta de sus tierno y rosado dedo acarició la cicatriz palpando y sintiendo en su yema aquella textura irregular, y escucho una mezcla rara de suspiro y gruñido grave y cansado, el alfa se relajo ante su tacto y por un momento sintió ver a un cachorro siendo mimado.

Alfa; que preciosa creación. Tan grande, tan fuerte, tan hermoso…

Arrugó la frente, bajó la mirada y apartó la mano.

Tan poderosos, tan útiles y a la vez peligrosos… verdugos de la casta débil, demonios implacables de los omegas… si tan solo contaran con una pisca de compasión…’

Si alguien le preguntara ¿has conocido a un alfa bueno? el respondería sin duda alguna. Conocí a dos; a mis padres. Nadie más. Ni Tris no era un alfa bueno. Si sintiera atracción por los omegas tal vez hubiera sido una víctima más en sus garras.

El alfa bajó la mirada, y se apartó del omega.

Gulf quedó prendado de la pronunciada curva de su mandíbula, sus orbes marrones observaron con cierta embelesa lo grande de sus manos, y mientras el omega en silencio lo admiraba, el alfa mentalmente se despreciaba.

¿Quién lo querría con ese aspecto? ¿Quién desearía a un alfa que volvía de una guerra, con las manos llenas de muerte y la cara deformada? ¿En qué estaba pensando su lobo alfa que ésta criatura tan hermosa y celestial le daría una oportunidad?

Bajo la curiosa y callada mirada del precioso omega, se levantó de la mesa, sus botas militares aún tenía pólvora y sangre, y salió del local, se acomodó la pesada bolsa verde del ejército en el hombro y siguió su camino, aún con la imagen del precioso omega en su pupilas.

Gulf observó su andar, cada paso era fuerte y cansado muy cansado; hasta que desapareció de su campo de visión.
Volvió a dirigir su mirada en su café caliente y pensó…

YO SECARE TUS LÁGRIMASWhere stories live. Discover now