CAPÍTULO I

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Un omega tan precioso, tan pequeño, tan atractivo, sus diminutas manos se metieron en el bolsillo de su enorme cárdigan amarillo, y se estremeció cuando el chofer abrió la puerta del rolls royce phantom negro y el helado viento acarició su cuello con osadía.

Bajó del coche sin ayuda de nadie, era noche húmeda y fría; de esas noches que son crueles, de lluvias silenciosas, de los que da ganas de llorar ahora y matarse después.

No deseaba acurrucarse junto a nadie en busca de calor y mucho menos de amor; es más, no deseaba junto a él a nadie, en ningún momento; pero, puede que internamente aún siga esperando esperanzado al mismo hombre que años atrás vino por su madre.

A aquel que siempre vestía de negro, de manos huesudas y presencia tenebrosa. Quien solo aparecía cuando había muerte. Así que ésta entidad constantemente rondaba al pequeño omega sin que él lo supiera.

Tal vez sea del único que desea su compañía, está consiente de ello. Desea desesperadamente que esa entidad oscura venga por él, pero aún no era el momento y lo sabe.

Caminó solo por ese oscuro callejón, escuchó el auto en el que vino arrancar y desaparecer en la noche. Dos hombres grandes aparecieron de entre las oscuras esquinas. Alfas fuertes y entrenados lo seguían silenciosamente, manteniendo distancia, esperando el momento.

El asfaltado brillaba bajo alguno que otro alumbrado pobre y patético, lleno de baches, agujeros asquerosos lleno de agua servidas, un escuálido beta salió como un rayo de un rincón oscuro, estaba demacrado, tenía la camisa rasgada y manos temblorosas, vio al omega, estaba aterrado, pensó haber escapado de un alfa que pudo violarlo, pero había dos más detrás del omega de aspecto más tenebrosos. Respiro jadeante, retrocedió y cayó de espaldas al suelo, sobre charcos de lluvia suave y mierda de vecindario, Gulf podía ver las costillas, incluso contarlas si quisiera. El chico beta se levantó rápido y siguió escapando.

Siguió caminando, ignorando todo a su alrededor, eran pasos tan suaves que ni siquiera era capaz de crear ni una pizca de sonido, parecía levitar, tan ligero, tan dulce, tan hermoso.

Una criatura pequeña, una creación divina.

La mirada tan inocente, tan triste, parecía tan vulnerable, tan delicado. Merecía estar entre brazos fuertes, siendo rodeado protectoramente, portando una marca dorada, de algun alfa poderoso.

Un enorme paraguas se extendió sobre su cabeza y el omega paro su andar abruptamente. Giro levemente la cabeza, ni siquiera miró al alfa que intentaba alejarlo de la lluvia, rápidamente el hombre comprendió su equivocación, se disculpo bajando la cabeza y se apresuró en alejarse del omega.

Su mirada llena de bondad e inocencia se poso en otro alfa que estaba en la entrada del escandaloso y mugriento discoteca, un corpulento guardia que controlaba a la gente que entraba y salía del local, un matón con cara de pocos amigos.

El guardia al ver al omega se adelantó en ir a abrirle una puerta exclusiva.  Apenas había gente que podía ingresar en ella. Gulf estaba temblando ligeramente pero camino dentro del oscuro lugar. El frío era tal que su cárdigan no lo abrigaba.

Los dos hombres se quedaron en la entrada de aquel boliche de mala muerte, respirando el fuerte hedor de orín y marihuana.

Cuando la puerta se cerró, el viento helado desapareció y el escándalo de la discoteca ya solo eran ecos lejanos.

Camino solo.

Podía escuchar las gotas que caían del húmedo y mohoso techo. El aire espeso y enfermo, podía imaginar que estaba caminando en el mismísimo infierno.

No sería más diferente.

Un infierno que él había creado. Y un diablo. Hermoso, atractivo; delicado, llegando a su guarida. Hambriento de sangre.

‘No’ sollozo, su dulce rostro empapados en lágrimas, su cuerpo estaba caliente, sudaba y gimoteaba. Su omega lo traicionaba liberando feromonas.

Los preciosos ojos de Gulf se llenaron de tristes lágrimas al recordar aquello.

‘¿No?’ pero si estas restregándote como puta en mí, tu estas incitándome, es tu culpa por ofrecerme tu culo.

Se odiaba a sí mismo por recordar aquello, pero debía hacerlo, era el motor que le daba fuerza para seguir adelante, su omega sacudía la cabeza peleando para que deje de visualizar aquella espantosa noche. Pero su omega no se apiado de él cuando aquella noche de infortunio le rogó aguantar hasta llegar a su casa; mas su estúpido lobo se había rendido ante el celo, en medio de la calle, dejándolo a merced de cualquier lacra.
No se apiadaría de él ahora.

‘Por favor’ fue la primera vez que rogó. Escucho sus risas, de todos. El rubio que cojeaba, el moreno que olía a rata, el otro moreno que tenía un lunar peludo en el cuello. El alfa grande y engreído con un tatuaje el la cadera izquierda, una mujer desnuda sentada con las piernas abiertas y una rosa en la boca.

Los recordaba nítidamente. Una lágrima amarga cayó al suelo y llegó al final de aquel oscuro pasillo. Olía a carne quemada y sangre coagulada, arrugó la nariz y levantó la mirada.

Un alfa de tez negra estaba parado en una esquina, ya lo estaba esperando, sus manos grandes y callosas, completamente ensangrentadas indicaba que ya había terminado con su trabajo. Estaba fumando tranquilamente con la mirada satisfecha posando sobre su obra de arte.

A Gulf le agradaba, ese alfa era tan callado, tanto como él y no hacía estupideces como querer protegerlo de la lluvia con un estúpido paraguas. Ese alfa no lo trataba como si fuera un inútil… como un omega.

Se miraron solo por un segundo y el omega entró en la poco iluminada y apestosa habitación.

Se pasó la enorme manga del cárdigan por la cara queriendo deshacerse del rastro del llanto, pero era lana, no secaba, solo mojaba más toda su cara.

Tris tiro su cigarrillo a un lado, agarro el rollo de papel y lío una cantidad innecesaria en la mano, se acercó al pequeño omega, y delicadamente, con suaves toquecitos por sus delicadas mejillas quedaron sin rastro de humedad.

Cuando el hombre terminó de secar sus humedecidas pestañas giro hacia lo que realmente le importaba.

YO SECARE TUS LÁGRIMASDonde viven las historias. Descúbrelo ahora