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Pa Dentro (Octopvs To The Party & C.Source) 🎶

Luces. Música. Ajetreo. Tintineo de copas y ropas ligeras.

Caminé por el club, con la cabeza bien alta fingiendo seguridad, pasando entre todas esas miradas hambrientas que me devoraban a su paso. Era como un muñequito de cristal al que todos agarraban cuando querían. Reconocí las caras de muchos clientes mientras buscaba a mi jefe, y me mantuve distante de ellos; ahora no, por favor. En ese instante no podía trabajar, acababa de salir de la sala privada con un nuevo trauma por culpa de un hombre de negocios adicto al sado.

Entrelacé los dedos de las manos para detener el tembleque cuando visualicé a mi jefe y me acerqué a él. Si ya temía a los clientes, lo que sentía por mi superior era pavor.

Abrí la boca para hablarle, pero él me interrumpió girándose hacia mí y observándome con desagrado, aún sentado en un taburete de la barra. Sin desconectar nuestras miradas, el hombre dio un último trago de la copa en su mano.

–¿Qué quieres? –soltó.

Me armé de valor. El camarero me lanzó una mirada fugaz de advertencia.

–Necesito un descanso –noté que su rostro se endurecía y se levantaba despacio, por lo que seguí explicándome atropelladamente– Pero muy corto, nada, cinco minutos, por favor. Es que me estoy agobiando mucho y...

–¿Quieres un descanso? –me preguntó con una amabilidad que me sorprendió y me hizo desconfiar.

Di un par de pasos hacia atrás. Tragué saliva y asentí.

–Entonces yo te voy a dar un descanso.

No pude siquiera reaccionar, él ya me había cogido del brazo con fuerza y prácticamente arrastrado hasta la salida trasera del club.

–¡Joder, vale, vale! –me quejé, luchando por soltarme sin éxito– ¡Seguiré trabajando!

No me soltó. Al contrario, abrió la puerta trasera, esa que no utilizaban más que para sacar la basura, y me arrojó fuera.
Caí al suelo ráspandome las palmas de las manos, de repente el frío del exterior calando en mis huesos.

–Hala, así descansas –habló él, con su voz rasposa destacándose por encima de la música– A ver si te enteras que tu trabajo es complacer a los clientes sin cuestiones, sin reproches, sin descansos hasta que termine tu turno. Y te he dicho mil veces que no me molestes si vas a decir una tontería. No tienes opinión, sólo deberías abrir la boca para hacer tu trabajo. Aquí me perteneces a mí.

Me miraba desde arriba, luciendo un traje elegante como si tuviese un trabajo honorable. Yo sólo deseé que me tragara la tierra cuando noté que había un grupo de chicos en el callejón observando la escena. Mi jefe se agachó cerca de mí, yo pude notar mis codos sangrar cuando hice el ademán de arrastrarme para alejarme.

–Hoy no cobras, puto chapero –masculló cerca de mi rostro, diciéndolo tan bruscamente que me salpicaron gotitas de saliva.

No dije nada. Cuando esto ocurría era mejor quedarse callado esperando a que terminase. Podía adivinar, por su manera de enfurecerse más rápido que las otras veces, que había tenido un mal día. Apreté mi mandíbula, con rabia contenida. El hombre se incorporó de nuevo y entró al club soltando maldiciones, cerrando la puerta trasera de un golpe.

Me quedé un momento tumbado en el suelo helado, apoyado en mis doloridos antebrazos, observando la fachada del local pintarrajeada de graffitis. Lo peor de todo es que no estaba solo y no podía desahogarme dando patadas al muro o a los contenedores. Ni siquiera sabía si el grupito de chicos que me veía era peligroso.
Me levanté a duras penas, bajo su atenta mirada, intentando arreglarme el uniforme. Tenía que pasar entre ellos para salir del callejón, y empezó a inundarme un miedo inmenso.

IMPUROS - woosanWhere stories live. Discover now