Prólogo

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Osidia, año 2057

Mientras Cobain ordenaba sus pensamientos recorría las solitarias y frías calles de Osidia. Decidió dar un paseo nocturno ya que, como siempre, no podía conciliar el sueño. Comenzaron a caer brillantes copos de nieve desde una profunda y oscura masa gris que parecía ser el cielo, mientras cientos de ellos desaparecían con el contacto de la acera, Cobain únicamente se fijó en aquellos que caían débilmente y con ayuda del viento en sus zapatos. Era curioso como en pleno abril aún el frio invierno cubría las calles del pueblo.

Bueno, no era tan difícil de creer, debido al inevitable cambio climático que, durante los últimos cien años, alertaban los científicos más experimentados. La raza humana y su tecnología había producido grandes cambios en el medioambiente, eso era algo evidente.

Durante el trayecto el joven recordó aquella horrible noticia que lo cambió todo y no pudo evitar estremecerse.
En 2027 en Tokyo llovió ácido. Estaba completamente prohibido salir a la calle. Pero, aun así, unas dos millones de personas fallecieron de la forma más horrible, lenta y dolorosa. Ni escondiéndose en sus casas lograron salvarse, pues la lluvia ácida había carcomido algunas zonas de toda la ciudad.
Esas tormentas se extendieron poco a poco por el mundo entero, no eran muy frecuentes, pero cuando una se iniciaba lo único que podías hacer era esconderte.
Se declaró un estado de alarma mundial debido a esto, pero esa situación ya era irreversible. En ese entonces Cobain ni siquiera había nacido, no podía imaginarse como era antes el mundo, antes de que todo sucediera.

En cuanto Cobain quiso darse cuenta ya había llegado a la puerta de su casa, no entendía como podía evadirse tanto del mundo cuando se sumergía en sus pensamientos. Echó un rápido vistazo a las ventanas, Arlet aún seguía despierta ya que las luces del salón estaban encendidas.

Cobain con la barbilla clavada en el pecho en su esfuerzo por burlar la molesta nieve se deslizó rápidamente por entre la puerta de su hogar, aunque no con la suficiente rapidez como para evitar que algunos curiosos copos que lo seguían se colaran con él. La sala entera olía al perfume de coco de su hermana y a polvo. Fue entonces cuando una voz cálida y conocida recibió al recién llegado.

–Ven rápido cielo, esta es la parte más interesante.

Cobain se acercó a su hermana que ni siquiera se había girado para mirarle. Ella estaba embobada escuchando lo que decía su pequeña radio solar. Funcionaba con la energía del sol como su nombre indicaba, era mínimamente contaminante y, en resumidas cuentas, no era ilegal. Cobain prestó atención a la voz que emitía el aparato.

–Durante el estado de alarma el gobierno de los Estados Unidos impuso unas normas a todos los ciudadanos del planeta, las cuales, se recogían dentro de la "Ley de Orden Mundial".

«Más que una ley parece una imposición sectaria.» pensó Cobain.

–La LOM agrupó todos los continentes en uno solo, Pangea. Reorganizó muchos países y creó otros nuevos.

Y sí, así fue.
Cobain nació en uno de esos nuevos países llamado Scilla. Éste se subdividía en cuatro cuadrantes: Atria, Venatici, Orión y Circine, este último era donde vivía el joven de 17 años, más concretamente en uno de sus humildes pueblos, Osidia.

–El gobierno de los Estados Unidos se proclamó como único líder y obtuvo el control absoluto. Esto fue debido a sus enormes inversiones y ayudas para la causa. –continuó el hombre de la radio.

«El poder del dinero» reflexionó el muchacho.

–El nuevo gobierno creó nuevas y modernas ciudades, preparadas para soportar cualquier posible catástrofe natural. Obtuvieron el nombre de "Las Ciudades Centrales".

–Esta es la mejor parte. – anunció Arlet.

–Debido a los altos precios de las viviendas en estas ciudades donde la seguridad y esperanza de vida eran mayores, muchos habitantes volvieron a convivir en las afueras, en pequeños pueblos donde los terrenos eran mucho más baratos, aunque, también mucho más desprotegidos ante cualquier posible tormenta ácida y otras catástrofes.

–¿Desprotegidos? Yo diría muertos– musitó Cobain sin expresividad alguna.

–Deja de gruñir ¡pesado! –dijo Arlet sonriente, mientras apagaba la radio– venga, vete a dormir que mañana tienes clase.

Osidia estaba apartado de las ciudades centrales, repletas de tecnología y protección. Aun así, sus gentes convivían con la más absoluta tranquilidad, al fin y al cabo, jamás había ocurrido nada fuera de lo normal.
Que lejos estaban de la realidad.

El gobierno cada vez tenía más enemigos, eso era indiscutible y aprovecharían cualquier momento de debilidad para apoderarse de toda Pangea.
Solo necesitaban una pequeña chispa para que todo ardiese en llamas.

Tras la sangreWhere stories live. Discover now