CAPÍTULO DOS

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LEAH

Panorama; los chicos están tocando realmente bien, el bar está lleno y ya pasan de la una de la madrugada. Efren ha cantado tres canciones seguidas; y he bebido una cerveza en el bar mientras me deleito con su voz.

Me encanta, ¿cómo no va a hacerlo?

Dios, es baja y rasposa sin necesidad de exageración. Sin la cantidad de matices en la voz de Eddie, pero con algo que reclama tu atención. Aquello no se compra y yo bien podría pasarme toda una noche escuchándolo.

—Que mal cantas amigo, que decepcionante... —Eddie bromea recibiendo el micrófono de vuelta. Hay lloriqueos de chicas a mi alrededor.

Efren le hace señas al público y lo sigo con la mirada.

Los chicos adoran lo que hacen, esta banda es gran parte de su vida y como no, todos los beneficios que consiguen con ella. Las conquistas son fáciles, aun cuando jamás lo vayan a admitir en voz alta, así que tienes que mirar a sus sonrisillas y percatarte tú misma. No sólo se divierten haciendo lo que les gusta. Sino que tienen a cientos de chicas gritando por cada suspiro que emiten. ¿Qué más pueden pedir? Eso les garantiza una compañera dispuesta al final de la noche. Siempre. Cada fin de semana desde que venimos aquí.

No hay contención.

Después de ver la situación con mis amigos, realmente comienzo a creer que las chicas debemos de replantearnos nuestros modelos masculinos, si un chico que cante o toque un instrumento nos hace olvidar las inhibiciones de manera tan fácil.

En el medio de la pista, entre el subidón del gentío, una cabeza de un rojo vibrante reclama mi atención. Y el par de risos negros a su lado me convence. Rodeo el escenario y voy directo hasta ellas.

Mi ángel y mi demonio me atrapan en un abrazo con un pequeño chillido.

—¿Dónde estabas? —habla Alice por encima de la música. —Pensamos que no vendrías.

—Sí, ¿Qué tal la entrevista?

Miro al rostro ansioso de ambas para crear dramatismo.

—¡He quedado, es mío! ¡Lo he conseguido!

Alice sonríe en grande y Mandy grita.

Hay miradas en nuestra dirección que nos hacen a Alice y a mi encogernos, mientras que Mandy se pone a bailar con sus manos al aire y caderas al ritmo de la música ajena a toda la atención.

—Cada vez que creo que estamos llevándola por el camino correcto de una señorita, ella me demuestra lo contrario —dice Alice con sus cejas oscuras fruncidas. Palmeo su brazo en consuelo.

—Simplemente no está en ella, Ali, quizás sea un buen momento para rendirnos.

Mandy refunfuña y jala nuestros brazos para que bailemos con ella.

—Dejen eso ustedes dos, son unas pésimas amigas. ¡Leah ha conseguido el trabajo, al carajo la compostura!

Supongo que puede tener un punto.

Tomadas de las manos, bailamos.

—Oh Dios, voy a la barra.

—¡Ali!

—¡La barra, necesito un trago para esto!

Alice se escabulle de nosotros, aun con poca luz puedo ver sus mejillas enrojecidas.

—Ella tiene un problema —Mandy sacude su encendido cabello. —Necesitamos que se divierta. Que encuentre alguien que le haga mover la pelvis.

Siempre LeahWaar verhalen tot leven komen. Ontdek het nu