Mago y Madame salieron a su encuentro, Adara cargaba en sus manos valijas de equipaje. Las dejó en el suelo en cuanto se topó con la singular pareja.

—Mamá, ¿te marchas ya? —inquirió James, tomado por sorpresa.

—Querido James, agradezco profundamente todo lo que hiciste por mí estos meses. —Se le acercó, tomándolo de las manos—. No solo me salvaste a mí del peligro, también salvaste a la realidad entera como el gran héroe que eres. Hazte un favor, tómate un descanso, mi niño, lo necesitas. No te has detenido de este trabajo desde que lo tomaste. Al menos yo me daré unas merecidas vacaciones en Bora Bora.

Los rayos del sol se reflejaron en ellos por un momento y la fresca brisa del mar los alcanzó. Un portal púrpura se había abierto frente a ellos. James y Victoria le sonrieron.

—Que tengas buen viaje, mamá. —La despidió con un abrazo—. Espero al menos me envíes una postal.

—Lo prometo, si es que no me ocupo demasiado con esos musculosos hombres masajistas.

—Mamááá.

Adara sonrió ante la risa de Victoria.

—Querida, de verdad fue un verdadero placer conocerte. —La tomó de las manos—. Eres única, Victoria Pembroke. Gracias por cambiar la vida de mi hijo. —Le compartió una sonrisa nostálgica—. En lo profundo de mi corazón me duele que se tengan que separar. Y sé que mi corazón no lo soportará, así que me marcho antes de que eso ocurra.

Madame Universal la vio con ojos llorosos, mientras ambas se envolvían en un abrazo.

—Adiós, madame Adara. The pleasure was mine. Disfrute sus vacaciones.

Adara retiró con delicadeza las lágrimas que se asomaban por sus ojos. Regresó a su equipaje, pero, antes de tomarlo, cubrió sus ojos con unos glamurosos lentes de sol.

—Adiós para ti también, pequeño Bobbly. —El duende le batió la mano—. Volveremos a vernos. Espero no sigas haciéndole más travesuras a Dreccan ahora que es mucho más grande que tú —agregó al dar un paso al frente, dejándose envolver por la brisa. Suspiró con placer—. Bora Bora, allá vamos.

En cuanto Adara cruzó el portal, desapareció.

—Y ahí iba, mi madre la diva —comentó James.

—Es usted muy afortunado de tenerla, darling —respondió, dándole suaves palmaditas en el rostro.

Ambos compartieron una sonrisa profunda. Sus miradas se habían conectado y no parecían desear separarse. Pero en el fondo eran conscientes de lo que seguía. Victoria no soportó mantener sus ojos puestos en él y se apartó con una gran bocanada de aire que soltó al instante.

—Supongo que ahora que todo está arreglado, también es tiempo de que me marche —murmuró Madame.

James dio un pesado suspiro. Eran las palabras en las que más había evitado pensar en esos meses. No estaba preparado para ese momento. En el fondo, deseaba que nunca hubiera llegado, que continuaran en su viaje, pero no podía cerrarse a la realidad. Debía aceptarlo. Simplemente asintió con pesadez, desviando su vista a otra parte.

—¿Madame Victoria se va? —preguntó Bobbly, inundado por un terrible sentimiento de nostalgia—. ¿Para... siempre?

—Así es, little one, debo volver a mi tiempo y continuar con mi vida ahora que esta misión terminó. Mil ochocientos ochenta y ocho me espera. —Bobbly, estando en medio de ellos, se estrujo a sí mismo. Madame se dio cuenta de ello y lo acarició un poco en la cabeza con pesar—. Mi equipaje ya estaba listo desde hace unos días. ¿Podrías ayudar a traerlo?

Mago Universal: Encrucijada temporalWhere stories live. Discover now