Como un Rolling Stone

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En una habitación remota, escondida de la vista de todos, dos adolescentes escuchaban a los rugientes y maravillosos Rolling Stones. El volumen del tocadiscos mágico estaba tan alto que apenas podías escuchar sus propios pensamientos. Esto resultaba, por supuesto, un problema para uno de ellos. 

—Sirius, por el amor de Dios, ¿podrías bajar el volumen? —Sirius Black, un muchacho apuesto, miró a su compañero y sonrió. 

—Cariño, a los Rolling Stones no se les puede silenciar. ¿No lo sabías? —Remus Lupin, prefecto y perfeccionista, puso los ojos en blanco. 

—Eres un idiota. Ahora, por favor, por favor, baja el volumen. Estoy intentando leer.

Sirius Black era mayormente conocido por sus ojos, por su pelo y su cuerpo de dios, pero tenía una característica que superaba a todas las demás: era una reina del drama. Sólo tenías que decir algo que fuese en contra de lo que él quería para que explotase. 

—¿¡Qué!? ¿¡Un libro es más importante que yo!? ¿¡Más importante que los Rolling Stones!?

—¿De verdad te vas a poner así por una estupidez como esta? Sólo te pedí que... ¿Sabes qué? Da igual —Sirius puso en pausa el tocadiscos y se acercó a Remus. 

—No, termina lo que ibas a decir. 

—Esto no tiene sentido, Sirius. 

—Termina. La. Frase. 

Remus suspiró. A veces le resultaba complicado comprender a Sirius. 

—Estabas exagerando. Sólo te pedí que bajaras el volumen, ¡no dije que quemaras el tocadiscos con todos los vinilos dentro! —Remus estaba considerablemente molesto cuando terminó de hablar, por lo que ver la sonrisa que Sirius tenía en la cara le puso como una fiera—. ¿Por qué coño estás sonriendo? ¿Crees que esto es gracioso? Porque no lo es — esto solo consiguió que la sonrisa de Sirius se ensanchara.

—Eres adorable cuando te enfadas— Remus olvidó por qué estaba enfadado. ¿Era algo importante? No podía decirlo con seguridad.

—Tú... ¿Qué?

—No sabía que estabas sordo. Dije que eres adorable cuando te enfadas. Y cuando te sonrojas, como ahora mismo.

Remus, nuestro dulce Remus, se sonrojó con aún más fuerza. Estaba acostumbrado a escuchar ese tipo de cosas de parte de Sirius, pero eso... eso era diferente. Aquella mirada reflejada en sus ojos... Algo había cambiado.

—¿Sirius? —preguntó, esforzándose para que no notara su voz temblorosa.

—¿Si? —Remus se dio cuenta de que Sirius estaba a dos centímetros de su cara. Podía sentir su dulce aliento acariciándole la mejilla y le estaba volviendo loco.

—¿Qué... Qué estás haciendo? —Remus apenas podía hablar, y Sirius disfrutó de la redacción que estaba causando en él.

Sirius nunca había visto a Remus tan de cerca, tan íntimamente. Sí, habían vivido en la misma habitación durante seis años, pero nunca había visto mucho más que la banalidad de torsos desnudos y piernas. Sirius advirtió que su Remus tenía una cicatriz que no había sido causada por sus transformaciones. Parecía como si se hubiese caído de niño y le había quedado la marca como recuerdo. Estudió todas las pecas que le fueron posibles mientras Remus no reaccionaba. Era como una galaxia, y Sirius estuvo convencido de que podía ver su propia constelación escondida entre los lunares.

—¿Sirius?

—¿Hmm?

—¿Qué estás haciendo? —volvió a preguntar Remus, esta vez sin tartamudear. Sirius le miró a los ojos. A aquellos preciosos color caramelo. 

Como un Rolling StoneWo Geschichten leben. Entdecke jetzt