i.

20 2 2
                                    

El ángel de la música bajaba a la tierra con mucha frecuencia. No era para vigilar a los humanos, ya que ese nunca fue su fuerte, sino para traerles júbilo. No podían verla si ella no lo quería, pero el abrazo de Arael inspiraba en ellos el deseo de bailar, componer, tocar y cantar. Incluso los más ancianos de repente aplaudían con ritmo o tarareaban canciones del ayer.

Al final del día, sin embargo, siempre volvía al cielo. Su padre y sus hermanos la esperaban, y sin importar lo mucho que se divertía abajo, mantenerse lejos de ellos por demasiado tiempo era una tarea que la sobrepasaba.

En aquella ocasión regresaba de la tierra... Bajo condiciones distintas. La batalla contra Lucifer y los suyos había terminado hacía meses, pero en el Edén seguían alerta. Los arcángeles pelearon con todas sus fuerzas y ahora se recuperaban: supuso que fue por eso que la enviaron a tantear el terreno, ver qué hacían los demonios en la tierra, incluso intentar asomarse al infierno para saber qué planeaban.

Tenía los pies llenos de tierra, el vestido rasgado y los labios manchados de licor, pero todo eso desapareció cuando entró al reino del Santísimo. Las únicas evidencias de su agitado día eran su cabello desarreglado y el sudor perlando su piel.

Oh, debía contarle a alguien. No podía acudir a Michael, él no era flexible con las reglas, ni tampoco a Bebe: la rubia era bastante celosa, y temía provocarle un dolor de cabeza.

Así que apareció allí, en medio de la noche (aunque tales horarios no afectaran al Tercer Cielo), y saltó a la cama del habitante de ese cuarto.

   ─── ¡Despierta, Pirrup, es una emergencia!

Exclamó en un susurro, dando brincos sobre el colchón y luego dejándose caer sentada a un costado ajeno.

El rostro del rubio era un poema, despertándose y frotándose los ojos con una expresión de terror que arrancó una risa de Arael.

── ¡¿Uh, qué?! ¡¿Qué sucede?!

No era la primera vez que ella se burlaba de Pip amistosamente, ni tampoco sería la última. Quizás por eso, al reconocerla, el pulso del menor se calmó.

Se llevó una mano al pecho y tomó aire. Después de un momento, habló otra vez:

── ¿E- Entonces... No está pasando nada?

Su voz era dulce, incluso más que la del ángel musical. Ella admiraba su canto y lo adorable que sonaba, incluso al despertar.

   ─── No una emergencia, hermano, pero quería que fueras el primero en recibir la bitácora de mi expedición.

Fue entonces que el bolso de cuero que tenía colgado sobre un hombro se volvió relevante. No era algo propio del Edén, era más bien rústico y parecía hecho a mano... A duras penas. Arael, sin embargo, lo sostuvo entre sus manos con cuidado. Tiró de una cuerda para abrirlo.

Entretanto Philip se había incorporado, sentándose y dándose un par de palmadas en las mejillas, despertando aquel sonroso característico suyo. Ojeó con curiosidad el bolso, aunque otra cosa le rondaba por la cabeza.

── ¿Te bañaste?

   ─── ... No.

── ¡RED!

   ─── ¡Era urgente! ¡La higiene puede esperar! ¡Mira lo que traje!

Lo sacó del bolso: una especie de tubo triangular de vidrio verde y metal. En un extremo tenía una placa compuesta de cristales y pedazos de vidrio de colores unidos con metal derretido. Lo podría haber confundido con un catalejo de no ser por su extraordinaria apariencia.

Has llegado al final de las partes publicadas.

⏰ Última actualización: Jan 07, 2021 ⏰

¡Añade esta historia a tu biblioteca para recibir notificaciones sobre nuevas partes!

Eʟ ᴇxᴛʀᴀɴ̃ᴏ ᴄᴀᴛᴀʟᴇᴊᴏ ʏ ʟᴀ ᴄᴏɴᴠᴇʀsᴀᴄɪᴏ́ɴ ᴅᴇ ᴍᴇᴅɪᴀ ɴᴏᴄʜᴇ.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora