cosecha

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El frío en el distrito 7 siempre era un gran problema para mí. Pero ese día había algo que me decía que me quedara en mi cama la cual compartía con mi hermano menor, Sebastián. Pero eso no era posible, tenia que asistir a la cosecha como el resto, era obligatorio. Durante 6 años me he preguntado que haría si terminara metido en los juegos, en definitiva me quejaría por los horribles trajes de árbol que les obligan a usar cada año.

Rio ante ese pensamiento, necesitaba animarme un poco. Me levanto de mi cama intentando no levantar a Sebastián, camino hacia el pequeño baño que tenemos y me miro al espejo, mi pelo era un alboroto total, mis cabellos castaños ondulados se encontraban todos en mi rostro, los aparte un poco, mi piel se encontraba sucia, estoy bastante seguro que es tierra del día anterior, tomo un poco de agua fría y lavo mi rostro rápidamente para luego tomar mi playera y secarme con ella. Vuelvo a la habitación donde lo único que lo separaba del resto de la casa, era un vieja cortina la cual esta un poco rota de algunas partes.

Tomo mi cazadora roja con cuello de borreguillo y me la pongo encima, me la gane en una apuesta que hice con un comerciante a los 15 años cuando me dijo que no podía cortar un cacho de madre de un solo golpe, me solía quedar bastante grande pero crecí lo suficiente como para rellenarla. Me puse mis botas y salí de mi hogar en busca de comida para mi familia.

Pasando por las calles llenas de lodo por la lluvia de anoche, pudo ver a varias persona sentadas en el suelo, personas que se quedaron sin hogar probablemente por que un árbol cayo encima de ella o por que los agentes de la paz la destruyeron al no pagar sus cuentas, cualquiera de las dos opciones es algo que no quiero experimentar.

Entro al mercado y pienso mis opciones y lo que mas nos conviene a nuestra familia sin gastar demasiado. Papá empezó a trabajar desde temprano, así que estoy seguro de que no compro nada para el almuerzo. Al ser el día de la cosecha, varios puestos estaban completamente cerrados, yo considero el día de la cosecha como un día de luto, todos se levantan tarde y al final del día festejan por que sus hijos no fueron seleccionados para ir a los juegos, otras dos familias solo lloraran mientras intentan conciliar el sueño intentando pensar que todo eso solo fue un mal sueño.





La cosecha había iniciado, me encontraba en la sexta fila, donde los de 17 años se encontraban, podía ver los chinos castaños de mi hermano en la cuarta fila, donde los de 15 años se encontraban. Los dos chicos a mi lado se encontraban moviéndose de un lado a otro, se podría decir que me encontraba igual pero no lo hacia notar.

Las reglas de los juegos del hambre son sencillas: en castigo por la rebelión, cada uno de los doce distritos debe entregar a un chico y a una chica, llamados tributos, para que participen. Los 24 tributos son encerrados en un estadio al aire libre donde puede pasar cualquier cosa, desde un desierto abrasador hasta un páramo helado. Una vez dentro, los competidores tienen que luchar a muerte durante un periodo de unas cuantas semanas. El que quede vivo: gana los juegos. El capitolio obliga a los distritos a ver los juegos, si te niegas, probablemente te castigaran frente a todos.

Zenda Clurisher, una mujer de tamaño mediano, mas blanca que la leche, probablemente demasiado maquillaje, su peluca, sus labios, su ropa y su sombra de ojos, son de un color rojo chillante, sonreía feliz y animada, como cada año. Empezó a hablar después de que el alcalde empezó a hablar.

— ¡Felices juegos del hambre! ¡Y que la suerte este siempre de su parte! — Dice la mujer haciéndome rodar los ojos. Se acerca a la urna de las mujeres y saca el primer papelito "Bryana Adams". Una chica de pelo rubio con un vestido de color rosa pastel sube al escenario, no pasaba de los 14 años, tenia los ojos llorosos. Todo se encontraba callado, nadie se ofreció como voluntaria. Unos segundos después, la extravagante mujer se acerca a la urna de los varones.

Estaba completamente abstraído en mi mundo hasta que escucho mi nombre "Chace Ayers" salir de aquella aguda voz. Todos voltearon a verme, alcanzo a ver la mirada triste de mi hermano y le sonrió ligeramente, me abro camino entre la multitud los cuales me miraban con pena. Me imagine miles de veces a mi encima de esta plataforma, pero nunca pensé en que se hiciera realidad. Al subir al escenario, Zenda pide voluntarios pero nadie se ofrece, claramente.

El alcalde lee los tratados de traición mientras veo al resto de los del distrito, intentaba no mostrar debilidad, no tenía razón llorar, ya no mas, al final del día, iba a morir igual que la niña que tengo a un lado. Después, nos dirigen dentro del ayuntamiento donde nos dejan en custodia en habitaciones separadas. Miraba al suelo intentando repasar bien lo sucedido hace unos cuantos minutos.

Unos segundos después, mi familia entra, mi papá, mi mamá, mi hermanó y mi hermanita menor. La primera en abrazarme es mi mamá con varias lagrimas cayendo por sus ojos cafés, suspiro devolviéndole el abrazo. Al separarse me mira con una sonrisa forzada.

— Eres fuerte Chace, eres el mejor de tu generación, yo se que ganaras —Dice tomando mi mano en la cual me entre algo para luego cerrarme la mano —Nunca olvides de donde vienes, no olvides que no importa que, te vamos a amar —Me da un beso en la mejilla.

Asiento sin poder hablar, le doy un ultimo abrazo antes de que se los lleven a todos. Cuando la gran puerta se cierra, veo mi mano encontrándome con un collar de hilo negro y el dije hecho de madera, el dije era la sombra de un lobo, sonrió por mis adentros y me lo coloco en el cuello metiéndolo dentro de mi playera. Meto mis manos en mi cazadora esperando a que vengan por mi para ir al capitolio.





Ya en el vagón, después de pasar por todas las cámaras, uno de los trabajadores del capitolio me guío a mi habitación la cual era probablemente mas grande que mi casa entera. Zenda me dijo que me diera un baño y me pusiera ropa limpia para luego ir a cenar. Me di una ducha rápida, aun que es probablemente la mejor ducha que me he dado en años. En el armario había variedad de ropa, pero solo me puse un pantalón y playera negra, pero me vuelvo a poner la cazadora roja encima y mis mismas botas.

Cuando salgo de la habitación para ir a cenar, me pongo a pensar que no he visto a nuestro mentor desde que llegue. Al llegar al lugar gracias a las instrucciones de los que trabajan ahí, me encuentro con Zenda solamente, me siento junto a ella y veo la comida, nunca había visto tanta comida junta además de en el mercado, tomo un poco de todo y empiezo a comer, Zenda me miraba con una sonrisa, cuando me paso la comida ella empieza a hablar.

— ¡Al fin! Alguien con modales —Dice emocionada y yo solo la miro frunciendo el ceño— Los otros tributos que me han tocado eran unos animales, ¿En tu casa te enseñaron a usar cubiertos?— Pregunta mientras yo asiento y como— ¡Oh que alegría! —Asiento y sigo comiendo. Zenda hablaba sin parar sobre lo grandioso que es el capitolio y lo mucho que me gustara estar en ese lugar hasta que llegan Blight, nuestro mentor y Bryana justo cuando acabe de comer.

No tenia muchas ganas de hablar así que pedí permiso para retirarme el cual Zenda me concede alegremente, me pregunto si así serán todos los del capitolio, parecen un grano en el culo, una molestia. Llego a mi habitación empezando a quitarme la ropa dejándome solamente puesto una playera metiéndome a una de las camas mas cómodas en las que me he acostado en mi vida, la única había sido una de las camas de la enfermería del distrito 7 cuando me corte un poco el brazo con un cacho de madera, fue un gran día. Rio por aquel recuerdo mientras veo la cicatriz de mi brazo acariciandola, finalmente suelto un suspiro y decido dormir lo cual consigo fácilmente, estaba completamente agotado.

control - The Hunger GamesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora