Clarity

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Los pasos se oían cada vez más fuertes, Shindou se acercaba. Kirino tenía que sacárselo de encima cuanto antes, lo empujó con fuerza, agarrándole por los hombros. Kariya esperaba aquel movimiento y se echó para atrás, provocando que el pelirrosa acabara encima de él por inercia.

— ¿Kirino…? – los ojos del pianista se abrieron con impresión, le costaba creer lo que veía.

— Shindou… – murmuró el ojiazul con incomodidad, estaba claro que su situación podía malinterpretarse.

— Kirino, te dije que no era buena idea hacer esto aquí. – dijo con fingida inocencia el menor de todos, mirando con ojitos de corderito al otro defensa.

— Mejor os dejo solos, se ve que estáis ocupados. – escupió el centrocampista con palabas cargadas de veneno, a la vez que se daba la vuelta para irse.

— ¡No! ¡Espera! – el pelirrosa se levantó rápidamente.

— ¿A qué? ¿A que acabéis? – el enfado, la tristeza y el dolor eran más que evidentes en su voz.

— No es lo que parece, de verdad. – se intentó excusar Kirino.

— Oh, ¿en serio? ¿No tienes una excusa mejor? – se había dado la vuelta para encararle, con los ojos llenos de lágrimas.

— Por favor, tienes que creerme… – intentó agarrarle las manos, pero Shindou se las apartó.

— Venía para decirte que les he dicho la verdad a mis padres, pero veo que ya no hace falta. – se frotó los ojos con la manga, le daba mucha rabia no poder calmar el picor de estos por más que lo intentara.

— Escúchame, déjame explicarte. – pidió el de las coletas, que casi no sabía qué decir.

— No hay nada que explicar, está todo clarísimo. – se estaba hartando de las, según él, mentiras de Kirino.

— De verdad, hay que ver lo dramáticos que sois… – se quejó Kariya, que no intervenía desde hacía un buen rato.

Los mayores se quedaron en silencio, mirando al peliazul sorprendidos con sus repentinas palabras.

— Solo quería divertirme un rato con él, es culpa mía así que no seas llorón. – se refirió directamente a Shindou, a la vez que evitaba mirar al pelirrosa.

— ¿Cómo…? – el pianista no entendía por qué reconocía algo como eso, si estaba claro que salía ganando si culpaba a Kirino.

— No te enfades con él… No se lo merece. – echó una rápida mirada al ojiazul, sonriendo con tristeza.

— Kariya… – por alguna razón, el pelirrosa se sentía fatal en esos momentos.

— Pero no me estoy rindiendo – volvió a hablarle a Shindou –. Como esto vuelva a pasar no le dejaré escapar. – se lo dijo con la suficiente confianza como para que no quedaran dudas de sus palabras.

Sin decir nada más, Kariya se fue del lugar con las manos detrás de la cabeza y aquella triste sonrisa pintada en los labios, inamovible y dolorosa. Habría podido separarles y lo sabía, pero la idea de ver mal a Kirino por su culpa se le antojó espantosa y decidió darse por vencido, al menos en esa ocasión; al fin y al cabo, prefería verle feliz, aunque su felicidad estuviera junto a Shindou.

El centrocampista esperó hasta que el menor hubo desaparecido para, con cierta incomodidad, mirarle de nuevo.

— Te… ¿Te ha hecho algo? – no sabía cómo expresar su preocupación, especialmente después de acusarle de aquel modo.

El pelirrosa se llevó una mano al cuello, recordando las acciones de Kariya.

— Nada importante, estoy bien. – no quería que se sintiera mal ni que malinterpretara nada, así que prefirió callárselo.

— Me alegro… – suspiró con alivio, realmente tenía miedo de que le hubiera pasado algo malo.

— Shindou, yo… Lo siento mucho, de verdad. No tendría que haberte gritado de esa forma, tú no tenías la culpa y yo… – empezó avergonzado el defensa.

— No, tenías toda la razón en hacerlo – le interrumpió el pianista –. Yo fui el que se portó como un idiota contigo, perdóname.

Ambos se miraron sin mediar palabra, mas no lo necesitaban; lo sentían de corazón y eso se leía en sus ojos. Antes de que se dieran cuenta, se estaban sonriendo con sinceridad y solo un par de pasos les separaban. Shindou abrió los brazos y miró al pelirrosa con ternura.

— Ven aquí. – pidió dulcemente.

Kirino se apresuró a hacerle caso, ni él mismo era consciente de lo mucho que había echado de menos el calor del de ojos rojizos.

— Oye… ¿Qué te pasa con la gente de pelo azul? – bromeó el pianista – En serio, eres un imán para ellos… ¿Debería teñirme de azul? Sabes que si es por ti lo haría sin dudar. – la suave risa del defensa acompañó esas últimas palabras.

El pelirrosa se separó lo justo para mirar a su novio a la cara, sin apartarse de sus brazos.

— No quiero que hagas nada… Eres perfecto tal y como eres. – habló con sinceridad, pues no albergaba ni una sola duda sobre lo que decía.

— Te quiero mucho. – susurró Shindou contemplando los ojos que tenía delante, claros como el cielo de verano.

— Yo también te quiero. – respondió Kirino, hundiéndose de vuelta en su mirada.

Y con eso, los párpados les cubrieron los ojos a la vez que sus labios se sellaban mutuamente, compartiendo un beso lleno de ternura y esperanza, un beso lleno de claridad y calidez, un beso lleno de promesas, un beso lleno de amor.

Bittersweet LoveWhere stories live. Discover now