Los villanos se prepararon para recibirlo, pero Mago, poseído por un furioso azul en sus ojos, conjuró un hechizo que los expulsó a cientos de metros por la arena. Se apresuró en asistir a Victoria, la sangre no paraba y en su rostro no se borraba la mueca de dolor.

—¡¿Qué fue lo que ocurrió?! —preguntó hacia Ada.

La pelinegra tembló, preocupada.

—Yo...yo...

—Bobbly, ¡sácanos de aquí! —ordenó a la nada.

En respuesta, desde el cielo cayó un rayo sobre ellos. Tras impactarlos no dejó nada más que un pequeño cráter en la arena.

Aparecieron de regreso en el Templo. Adara recibió los grimorios, mientras todos, con una mirada de preocupación sembrada en sus rostros, le seguían el paso a James.

—¡Por La Eternidad! —gritó Adara—. ¿Qué pasó allá abajo?

—Amo Mago, ¿Madame Victoria estará bien? —preguntó Bobbly, nervioso.

Darling... —susurró, apretando sus dientes.

—No gastes tus fuerzas —le susurró, con Victoria cargada en sus brazos—. Descuida, te sanaré, todo va a salir bien. Mamá, lleva los libros a la biblioteca. Bobbly, prepara la enfermería.

Todos asintieron y apresuraron el paso en sus obligaciones, mientras Ada continuó tras ellos.

—James, yo...

—Ahora no, Ada. —Se detuvo justo en la entrada a la habitación—. Sea lo que sea, puede esperar.

Ada se quedó justo ahí, mientras James avanzó. Bobbly se acercó con un frasco hacia la cama donde Mago la recostó.

—Limpiaré primero la sangre de la herida —avisó al tiempo en que comenzaba a quitarle la camisa.

En silencio, la mujer se retiró al jardín, donde caminó de un lado a otro en insufrible agonía durante largos minutos que le parecieron una eternidad.

—Victoria va a matarme, ahora nunca me perdonará —se repetía una y otra vez.

—Hada Ada —interrumpió Bobbly, movía sus manos con nerviosismo—. El amo Mago y Madame Victoria quieren verla.

Ada tomó una bocanada de aire y respiró profundo. Apresuró el paso a la enfermería. Tocó la puerta antes de entrar, cargada de remordimiento. La mirada rencorosa que le lanzó Victoria y el gesto de duda en James catapultaron de inmediato la tensión. Bobbly permaneció en silencio, con sus ojos bien abiertos y una presión en su pecho, pasaba su mirada de los Universales hacia Ada, y viceversa.

Mago suspiró hondo antes de hablar.

—Ada, ¿qué fue lo que sucedió allá?

—Ella me atacó, eso sucedió —se adelantó Victoria, poniéndose de pie—. ¡Confíeselo de una vez, Ada! Eran tres de ellos y tenían la ventaja. Nosotras solo éramos dos. Vio el momento adecuado para apuñalarnos y dejarlos irse con los grimorios de Salomón.

—Victoria... —intentó calmarla Mago.

—No, así no fue como sucedieron las cosas, yo... —intentó defenderse.

—¡No, sir James! No me pida que confíe en ella. ¡Es una prófuga mágica de la Dimensión Oscura, todos son unos sucios manipuladores! ¡Ninguno de ellos es de fiar!

En ese instante, algo se quebró dentro de Bobbly. Los ojos del pequeño duende se aguaron. Primero retrocedió unos pasos, luego corrió fuera de la habitación.

Mago Universal: Encrucijada temporalWhere stories live. Discover now