capítulo 22

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Dedicado a todos los que me leen, gracias por su paciencia, sus votos y sobre todo sus comentarios, estos me ayudan a seguir el hilo de esta historia.

El corazón es un órgano vital para los seres humanos, del tamaño aproximado de un puño es el encargado de bombear sangre hacia el resto del cuerpo y hacia los pulmones oxigenar la sangre y llevarla a todo nuestro sistema; las pulsaciones son vida, en el corazón no existen los sentimientos, no late por amor o se paraliza de dolor; es solo un órgano.

Damián dejo caer su espalda contra el respaldo de la silla, mirando fijamente las líneas del techo blanco de su consultorio deseo poder dormir por lo menos cinco minutos; exactamente llevaba cuarenta y ocho horas sin dormir, más de diez sin poder ir al baño o comer, cuando encontró cinco minutos de paz se refugió en su consultorio para descansar un poco; estaba tan cansado que muy fácilmente podría cerrar los ojos y quedarse dormido en cuestión de segundos, le dolían las piernas, pero sobre todo los dedos de los pies; cerró los ojos, respiro profundamente llenando sus pulmones de oxígeno, sintiendo el olor a desinfectante y medicamentos en el ambiente, desafortunadamente sus minutos de paz fueron interrumpidos cuando alguien abrió la puerta de su consultorio sin anunciarse, se irguió con rapidez volviendo a estar alerta a cualquier emergencia que lo necesitara; esas eran las únicas ocasiones que la puerta se abría de manera abrupta.

— Médico buenas noches — dijo su enfermera. — Le informo que el médico Fernández acaba de llegar para remplazarlo. —Se relajó apenas termino de hablar, al fin podría irse a casa, tomar un baño y dormir, eso era lo que más anhelaba su corazón.

— Gracias Luisa, puedes retirarte. — Dijo con voz ronca, llevo una mano para cubrirse los ojos, recostándose nuevamente contra el asiento de piel sintética, al no escuchar salir a su enfermera volvió su atención a ella, su compañera lo miraba con intensidad con una sonrisa en los labios, se aclaró la garganta, incómodo por los vivaces ojos. — ¿Sucede algo más señorita Suarez? — Él observó como la bonita enfermera dio la vuelta para cerrar la puerta con seguro, enarcó una ceja permaneciendo en silencio, sin saber que pensar sobre lo ocurrido, la descabellada idea de la enfermera mala y el doctor castigándola le paso por la cabeza, era una de esas fantasías locas que cualquier interno tenía; la chica avanzaba hacia él, con un andar lento, sexy, muy provocativa, enarco una ceja, las palabras se habían desvanecido de su boca, dejándolo mudo. Luisa era alta, con una perfecta figura delgada, tenía una voz muy suave; además era bonita, su rostro era pequeño y simétrico, siempre peinaba su cabello en una cola alta dejando caer sus largos cabellos en firmes tirabuzones negros, no usaba maquillaje, pero delineaba sus labios de color cereza; la mujer empezó a desabotonarse su filipina blanca, ella se relamió los labios dejando al descubiertos sus senos en su sujetador blanco de encaje, se sentó en las piernas del varón deslizando sus delgadas manos por su barbilla.

— Soy su última paciente médico — susurro con su tranquilizante voz de terciopelo. — Tengo un calor interno que solo usted puede aplacar. —Luisa miro los orbes oscuros del médico Orteaga, ella deslizo las puntas de sus dedos en las curvas de sus carnosos labios rellenos, dibujando el contorno de la boca del doctor, miro el hermoso rostro del hombre más deseado del hospital, era incluso más guapo de cerca. —Te deseo Damian, quiero que seas solo mío... — susurro, seductora, acerco sus labios a los de él, dispuesta a besarlo. Desde que lo vio por primera vez no existió nadie más que él.

¿Cuántos años habían pasado ya? Pensaba con rapidez mientras la veía acercarse con sus labios fruncidos, ¿Tres? ¿Cuatro? ¿Podría hacerlo? ¿Qué pensaría su psicólogo? El tiempo se le acababa, sería sencillo, solo era cuestión de cerrar los ojos y dejarse llevar por su instinto, ella era hermosa, había escuchado por sus demás colegas que era incluso "La más bonita" pero no quería hacerlo, su cuerpo empezaba a resistirse, su corazón se contrajo, más bien no podía.

Tuya para siempreWhere stories live. Discover now