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Eider nunca fue un niño "normal". Siempre terminaba peleándose con sus compañeros de clase hasta sacarles sangre. Nunca tuvo amigos por eso. El mayor causante de ese enojo era su padre, ese ingrato hombre del que ya no quería saber más. Para su mala suerte, vivía con el y no podía hacer nada al respecto. Eider tan solo tenía 17 años. Esperaba con ansias el día de su cumpleaños para por fin, dejar esa casa en la que tanto odiaba estar.

Su madre se había ido a un psiquiátrico. Ella había caído en depresión desde que su hija murió, dejando atrás a su hijo, con el animal de su padre. Su padre bebía hasta emborracharse y ser un imbécil con su hijo.

Quizás por eso Eider siempre odio tanto a su padre, porque los dos eran iguales. Siempre buscaban la violencia cuando no encontraban la solución de sus problemas. Eso le molestaba tanto a Eider que casi nunca iba a la casa. Sabia que allí estaba el ingrato que lo engendró.

Aunque siempre fue un niño problemático, le encantaba dibujar. Era su pasatiempo favorito. Lo más que le gustaba dibujar era a los animales, esas criaturas tan peculiares pero hermosas. Muchas veces iba a los parques y dibujaba el primer animal que veía.

A su hermana le encantaba los dibujos de Eider. Siempre fueron muy unidos así que la muerte de su hermana, lo cambio por completo. Entendía porque su madre cayó en depresión. Si el enojo no le nublara tanto la mente, estaría igual que su madre.

Elina siempre fue una niña muy buena y dulce. Tenía muchos amigos en la escuela y los profesores la amaban. Con tan solo 5 años, tenía la mayor nota en toda su escuela. Le encantaba leer, escribir y dibujar. Cuando le preguntó a su padre si podía poner una pequeña biblioteca en su habitación y el accedió, se sintió la niña más feliz del mundo. Su hermano era su persona favorita, lo amaba más que a sus padres y eso es decir mucho.

Eider extrañaba tanto a su hermana que muchas veces dormía en la habitación de ella. No quería aceptar la realidad. Algunas veces, incluso hablaba con ella y le contaba cómo le fue el día o le enseñaba sus nuevos dibujos. Hablaba con ella a través de su muñeca favorita. Elina siempre la tenía porque fue la muñeca que su hermano le regaló. Eider sentía que de verdad estaba hablando ella y eso lo hacía sentir mejor y peor a la misma vez.

No iba a la escuela para evitar matar a alguien con sus ataques de enojos. Nunca supo porque empezaron sus ataques pero su psiquiatra le dió pastillas que según ella, lo calmarán. El no estaba muy seguro de esa pastillas porque no creía que su enojo tenía cura pero se las tomaba.

Eider se encontraba en su trabajo. No le gustaba mucho pero le aportaba para poder comer y pagar lo que necesitaba. Su padre no hacía nada más que beber todos los días. Eider siempre se ocupaba de comprar la comida. Le gustaba la casa porque sabía lo duro que fue para su madre comprar esa casa que siempre quiso pero se quería mudar por su padre. Además, las memorias que tenía de su hermana, estaban es esa casa y era muy difícil para el estar ahí.

Trabajaba todos los días de la semana. Su jefe era un idiota pero contenía su rabia porque de verdad necesitaba el dinero. Tenía una compañera de trabajo que se llamaba Tania. Era muy callada, no hablaba mucho con Eider pero a él no le molestaba. Solo le hablaba a los clientes y solo usaba las palabras suficientes.

Su turno había terminado y sentía alivio. En algunas días, podía ser un trabajo muy duro.  Salió de el restaurante del que trabaja y se dirigió directo a su casa. Hacia mucho frío y era de noche así que trato de andar más rápido. Estaba contando su dinero en su mano, preocupado. Tenía que conseguir el dinero suficiente para pagar la luz de este mes y comprar la comida.

De repente, alguien le arrebató el dinero que estaba contando y salió corriendo. Eider no gasto tiempo y salió corriendo detrás de el ladrón con esa rabia familiar por dentro. La adrenalina que sentía era increíble. Estaba seguro de que lo iba a matar. El ladrón era rápido pero Eider era mucho más rápido. Lo alcanzó enseguida y lo tomó por el brazo con mucha fuerza.

— ¿A dónde crees que vas con mi dinero, imbécil? — le preguntó, muy enojado.

Antes de que Eider pudiera decir algo más, sintió un fuerte dolor en el abdomen. Miro hacia abajo y lo único que pudo ver fue el color rojo.

Había mucha sangre.

Lo último que vió fue la sonrisa del ladrón antes de que todo se volviera negro y perdiera el conocimiento.

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Este es mi primer libro así que no esperen mucho de mi pero espero que les guste. 🖤

[ La Hermosa Bestia ]Where stories live. Discover now