La Maison des poupées

6.1K 281 180
                                    


Una sonrisa se dibuja en sus labios de forma descarada. Las luces a su alrededor lo ciegan momentáneamente mientras todo parece dar vueltas demasiado rápido. Hace horas que su vaso permanece vacío sobre la barra de aquel antro al que su mejor amigo lo ha empujado bajo el pretexto de pasar una noche de chicos. Al principio pensó que el lugar elegido por su refinado amigo sería uno de esos modernos bares de los que tanto había hablado durante esa semana, pero cuándo el letrero de neón rojo se reflejó en el vidrio de su coche entendió que los planes del chico estaban bastante alejados de una copa de exquisito vino y música clásica bajo la tenue luz de una lámpara de araña. El ambiente se sentía pesado, y no solo por el pestilente olor a alcohol barato que inundaba ese antro, el olor mezclado de omegas y alfas con los sentimientos a flor de piel bajo los efectos del oscuro brebaje que a duras penas podía llamarse whisky hacía que su estómago diese vueltas furioso provocándole nauseas. Liam por el contrario parecía fascinado por lo que acontecía a su alrededor, pero no en el mejor de los sentidos. El moreno alfa mantenía el ceño fruncido y los labios ligeramente abiertos mientras sus ojos se desplazaban de un lugar a otro intentando captar cada detalle del depravado lugar en el que habían terminado. Omegas de todas las edades, incluso de menos edad de la que Harry suponía que estaba permitido, desfilaban semidesnudos ante las morbosas miradas de alfas extasiados como si de una venta de carne se tratara.

Harry había escuchado hablar de este lugar por algunos de sus amigos, pero jamás pensó que de todas las personas que conocía el que acabaría arrastrándolo hasta aquí, sería su estudioso y callado mejor amigo. De no haber visto como el chico daba un salto fuera del coche al ver el luminoso letrero ante sus ojos, hubiera pensado que se trataba de un error. Él no era como todos aquellos alfas que agitaban billetes sobre sus cabezas mientras intentaban captar la atención de un pobre omega con el que pasar la noche, a sus ojos solo eran seres repugnantes en busca de un poco de calor en las frías noches de Marmore. La bilis subió hasta su garganta al ver como una bonita omega rubia era vitoreada por ser la primera en conseguir dueño para esa noche. Sus puños se apretaron fieramente al ver el rostro asustado de aquella joven que apenas pasaría los 16 años de edad. ¿Cómo todos eran capaces de ignorar la mirada de auxilio de esa omega al ser arrastrada por aquel viejo? La ciudad de Marmore se había vuelto cada vez más gris con el paso de los años, pero hasta ese momento Harry no fue verdaderamente consciente de como el hielo había recubierto los corazones de sus habitantes.

Decir que Marmore en algún momento había sido una ciudad alegre y soleada era una mentira muy descarada. Marmore siempre había sido el terreno lúgubre, sombrío y húmedo que era hoy en día, pero Harry hace años había sido demasiado joven e ingenuo como para comprenderlo. Apenas hacía un par de años que sus padres le habían dado el permiso para pasar al otro lado de la muralla, y aún así tenía unos horarios y normas que cumplir. A sus veintidós años aún era un ser completamente gobernado por la voluntad de sus padres, y algo le decía que sería así por mucho tiempo.

"Creo que ya podemos irnos" La mirada de Liam permanecía clavada en la puerta por la que la omega había sido arrastrada bajo lo vitoreo y aplausos de los presentes. Su instinto le decía que su amigo estaba igual de conmocionado y asqueado que él por lo que acababan de presenciar.

Dejó un par de billetes sobre la barra antes de subir la cremallera de su chaqueta de forma que cubriese la mitad de su rostro. No quería ser reconocido, y no por el lugar en concreto dónde se encontraba, sino por los problemas que tendría si su padre se enteraba de que se encontraba al otro lado de la muralla pasado el toque de queda. Lo último que necesitaba en este momento era lidiar con otro ataque de ira de su padre. Solo de pensarlo sus piernas flaqueaban. Su padre no era un mal hombre, al menos no tan malo como la mayoría de personas que habitaban en el lado norte de la muralla, personas sin escrúpulos y con sed de riquezas que vendían su alma al diablo por algunas monedas. Él sabía perfectamente de los sucios negocios de su padre y su problema con alcohol que solía desembocar en fuertes ataques de ira, nada de esto le era escondido a Harry, nunca le había sido escondido de echo. Desde muy pequeño había visto cargamentos de armas en los pasillos subterráneos del que era su hogar, pistolas en los cajones de todas las habitaciones y manchas de sangre que su madre se encargaba de eliminar entre saladas lágrimas. Si algo bueno podía decir de su padre es que siempre había ido de frente, no escondía quien era. No podía pedirle más a un habitante de Marmore.

PECADOS CAPITALESWhere stories live. Discover now