Capitulo único

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La pesada nieve se entrometia entre sus pies haciendo la tarea de caminar casi imposible, la fría ventisca que golpeaba su rostro no era nada agradable pero aun así siguió caminando sin parar un solo momento.

Después de un largo rato por fin pudo mirar una pequeña casa rústica en medio del bosque. Aliviado por estar tan cerca de su destino colocó bien la gorra en su cabeza y reacomodo la bufanda sobre su nariz y boca, dándose así mismo un último impulso final para llegar hasta aquel lugar.

Finalmente llegó y lo primero que hizo fue empujar la pesada puerta de madera, el calor que emanaba el sitio fue como un trago de agua en el desierto, y como no deseaba perderlo cerró la puerta tras de sí con rapidez, sin dejar caer los paquetes que tanto trabajo le costó conseguir y llevo a cuestas durante todo el camino claro está.

Entró un poco más a la pequeña casa, las luces estaban prendidas y se notaba el estado no tan favorable de la vivienda, pues el invierno golpeó fuerte este año además de que el dinero escaseó severamente, dejando las reparaciones pendientes para después. Por lo que, ahora mismo, goteras causadas por la nieve que se derretia alrededor de la casa empezaban a pudrir un poco la estructura, el olor del moho creciendo tampoco era una buena señal y ni hablar de los animales que se escabullian en su hogar buscando calor y protección del invierno.

Los muebles no estaban en mejores condiciones ya que algunas cosas tuvieron que ser vendidas y ahora únicamente había una silla, la mesa solitaria y el viejo sofá de la abuela en la sala, afortunadamente pudo mantener una de las camas para sus adorados hijos.

Se sentó en el viejo sofá sintiendo al instante la madera y algunos clavos presionando contra él, se quitó la gorra café dejando ver sus rubios cabellos que sacudió de la nieve que logró atrapar en ellos, luego retiró la bufanda y siguió con el pesado abrigo que lo salvó de morir de frío; las botas se las dejaría puestas, de cualquier modo no tenía mucho calzado a decir verdad.

—¡Papá, papá!

Escuchó aquellos gritos provenir del cuarto de los niños, ambos llegaron corriendo felices hacia él, sonrió de igual manera al ver sus razones para seguir adelante ahí.

—¿Cómo te fue papá? —preguntó el pequeño Hyuga con entusiasmo, conteniendo las ganas de saltar frente al mayor, luego Hikaru le siguió con el mismo entusiasmo.

—Anda cuéntanos, ¿lo conseguiste?

Rantaro bajo la cabeza, parecía derrotado y ambos hermanos callaron al instante, extinguiendo su emoción de poco en poco. Sin embargo, se levantó de su lugar y tomó los paquetes que tanto esfuerzo le costó conseguir, luego les sonrió ampliamente.

—Por supuesto que sí, aquí están.

Los niños saltaron contentos en su lugar, las enormes sonrisas regresaron y corrieron entusiasmados con él. Ambos paquetes fueron abiertos por las manos de los pequeños, revelando así algunas piezas de carne, papas, pan y demás ingredientes apropiados para una cena familiar.

Los ojos de los pequeños brillaron al ver la gran variedad de alimentos.

—¡Viva! Esta será la mejor cena de todas —celebró Hyuga felizmente alzando los brazos.

—Exacto, ¡papá es el mejor! —continuó Hikaru con la celebración, luego ambos se abalanzaron sobre Rantaro sorprendiendolo, pero aun así recibió su abrazo gustoso.

Sonrió enternecido por recibir aquellas muestras de afecto, todavía podía recordar cuando hace años en una noche de invierno parecida a esta, alguien llamó a su puerta de esa pequeña casa y cuando salió a atender el llamado se encontró con una canasta de mimbre moderadamente grande, en cuyo interior yacía un niño durmiendo pacíficamente mientras otro de tan solo dos años yacía sentado mirando hacia ningún punto en particular. Miró alrededor encontrándose con el paisaje desolado del bosque nevado.

Papá besó a Santa [Rankiya]Where stories live. Discover now