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Contra todo pronóstico había decidido ir, las luces que iluminaban la casa del lago de Rubius sólo eran opacadas por el inmenso ruido de la música que se escuchaba desde un kilómetro

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Contra todo pronóstico había decidido ir, las luces que iluminaban la casa del lago de Rubius sólo eran opacadas por el inmenso ruido de la música que se escuchaba desde un kilómetro.

Quería imaginar que estaba ahí por mí, por hacer un esfuerzo, pero la verdad era que imaginar los brazos de Samuel alrededor tuyo sólo hacía sentirme enfermo.

Esta vez había menos gente, aún así, lo peor de lo peor de nuestra universidad se encontraba ahí.

Adentrandme por los pasillos hice lo imposible por ignorar las miradas que muchos daban hacia mí, vine por ti, no por ellos.

El jalón de mi chaqueta me llama la atención, es Willy.

“No esperaba verte aquí” su voz suave se escucha por encima de la música, tiene ese típico vaso rojo en su mano y los ojos un poco rojizos

“Yo tampoco” levantando los hombros, le resto importancia y vuelvo a mi tarea

“Lo estás buscando ¿no?” la pregunta me saca de lugar, mi ceño se frunce “Alejandro, viniste por él” se explica

“¿Qué te hace creerlo?” trato de parecer que su pregunta no me afecte

“No habías vuelto a una fiesta después de lo de Frank” sus palabras crueles pero certeras me dejan ahí, no se responderle, no se como podría, así que pasando a su lado busco la puerta de atrás y salgo por ella.

El dolor poco a poco vuelve a mi pecho, la falta de respiración se hace presente y mi cabeza da vueltas, si no fuera por la pared que me sostiene estaría en el suelo.

Saco un cigarro con las manos en un temblor, mientras intento encender el mechero lo escucho.

Gemidos

Dulces y suaves gemidos que vienen detrás del árbol

Intento no prestarles atención pero noto inmediatamente la chaqueta de Samuel.

No quiero pensar, odio imaginar que eres tú el dueño de esos sonidos, pero al acercarme Samuel saca su cabeza del cuello del chico que tiene entre manos, sonríe y guiña un ojo.

Me siento mareado, el dolor aumenta y quiero salir, y lo hago; corro a través del pasillo mientras la imagen de Samuel con un chico de chaqueta negra en sus brazos se hace cada vez más vivida.

El aire se escapa, quiero salir, quiero irme.

Por lo que no noto al que tengo delante, choco con este y paso de largo.

“¿David?” esa voz, esa dulce voz me hace parar

Vuelvo y estás ahí, no llevas una chaqueta negra sino que una camisa larga azul se adueña de tu pecho.

De la nada el dolor se va.

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LimerenciaWhere stories live. Discover now