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Había decidido ignorar tu presencia en un inicio.
Comprendía que si lograba verte era gracias a nuestros amigos en común, por lo que nunca intenté una amistad, eras un conocido solamente.
Eso no significaba que nuestras interacciones fueran incómodas o desagradables, solamente éramos amigos de lejos.
Tal vez fue por eso que se me hizo raro escuchar tu moto a las diez de la mañana aparcar fuera del apartamento, escuchar el timbre y encontrarme con tu pequeña figura enfundada en esa inconfundible chaqueta negra y lentes oscuros.
“Willy me dijo que le esperara aquí” mencionas explicando tu presencia, ignoro el echo de que no deberías saber mi dirección y te doy pase libre al apartamento
Pasos cuidadosos suenan en esas cuatro paredes que huelen a óleo, tabaco y menta; miras con disimulo las pinturas que adornan el apartamento, tomas mi cuaderno de dibujo y una sonrisa se adueña de tu rostro.
“No sabía que dibujabas” suena tu voz y yo sonrío
“Uno de mis tantos dotes” te respondo mientras voy a buscar los pinceles que dejé a remojar
Después de eso, no pasa nada.
Agarras uno de los tantos libros al azar y como un chiste barato te pones a leer en mi sofá mientras me dedico a seguir pintando.
Entre pinceladas y hojas de papel llega Willy, y como un huracán te llama.
Ignoro tu despedida o simplemente no la escucho
Y como si nunca hubieras estado aquí, sigo en mi tarea