Capitulo Diez

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Pero no tuvo la buena estrella.

Podría haber aparentado estar dormida, pero no quiso. Lo que deseaba era sentir los brazos de Nicholas alrededor de su cuerpo, escuchar los latidos de su corazón y contentarse con el momento.

Nicholas se recostó sobre los almohadones y cuando ella se acercó a él, le pasó un brazo por encima y la atrajo hacia sí.

–¿Todo bien?

-Sí -susurró él-. Ya se ha vuelto a dormir.

–Bien.

-Voy a quedármela, _____. Voy a criarla como a mi propia hija.

A pesar de la situación, _____ sonrió y le dio un beso en el pecho.

–Sabía que lo harías.

Nicholas se rió y el eco retumbó bajo su mejilla.

–Pues sabías más que yo mismo.

-Eso recuérdalo siempre -dijo buscando aligerar el ambiente con la broma.

-_____... -la apretó más contra sí corno si pensara que pudiera escapar-. Hay algo más. Algo de lo que quiero hablar contigo.

El pánico la asaltó. La oscuridad pareció acercarse más amenazando con tragarla. No podía dejarle hablar. El tono serio de su voz le advertía de que no podía escuchar lo que iba a decirle.

Alzó la cabeza y lo miró. La mirada de Nicholas, suave y cálida, estaba clavada en ella.

-Esta noche no -susurró suplicante–. No hablemos más esta noche.

-Pero...

Nicholas levantó una mano y le apartó el pelo de la cara.

-Por favor -susurró ella dándose la vuelta para darle un beso en el centro de la palma de la mano.

Deslizándose sobre él, _____ bajó la cabeza para besarlo dándole todo lo que pudo.

Todo lo que se arriesgaba a dar.

Nicholas rodó de medio lado tendiéndola de espaldas. Sus manos se deslizaron por su piel y trazaron sus curvas con dedos exploradores. La magia que había entre ellos ardió en gloriosa vida, iluminando la oscuridad con brillantes destellos de color y luz.

Al mirar a sus líquidos ojos castaños, Nicholas comprendió por fin la profundidad del amor que sentía por ella. Le sorprendió tanto como le aterrorizó.

No estaba seguro de lo que había sucedido, aunque eso ya no importaba. Lo único que importaba era que había recibido algo que hacía tiempo había decidido que nunca sería suyo.

La pasión, el deseo, el amor le inundaron arrastrándole a un lugar cercano a la locura. Deseaba decir en voz alta las palabras y paladear su sabor. Y quería que ella admitiera que también lo amaba. Porque sabía que lo amaba. Lo sentía. Lo escuchaba en su voz y lo sentía en sus caricias.

Pero mientras continuaba mirando a aquellos increíbles ojos suyos, aceptó con desgana el hecho de que ella todavía no estaba preparada. ¿No se había escondido de él varios días después de haber hecho el amor la primera vez? ¿Por qué motivo tendría que ocultarse si no era para esconder la profundidad de sus emociones?

Tendría que esperar. Esperar hasta que ella estuviera tan segura de su nuevo amor como lo estaba él.

La decepción fue aliviada por el conocimiento de que todavía disponía hasta el final del verano para convencerla.

Y no la perdería.

Ahora no. No, después de comprender por fin lo que había encontrado en ella.

Un regalo a su puerta.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora