Capitulo 1 parte 2

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Abandonado, Nicholas colgó y bajó la vista hacia el silencioso niño acurrucado contra su brazo. La verdad era que ahora que estaba callado, tenerlo en brazos no era una sensación tan desagradable. Una expresión pacífica surcaba la cara del bebé y Nicholas lanzó un suspiro de alivio. Quizá lo peor hubiera pasado ya.

Un momento después, frunció el ceño ante la repentina sensación de humedad que le traspasó la cadera y el muslo. Apartó como una bala al bebé y bajó la vista hacia sus pantalones de deporte verdes de militar. Empapados.

Y de una forma mucho más asquerosa que la manga de la camiseta.

Lentamente desvió la mirada con asombro hacia el bebé.

El niño pareció reírse de él.

A juzgar por los gritos que venían del otro lado de la puerta, el hermano de Kenia estaba muy ocupado.

_____ ________ parpadeó levemente ante un chillido especialmente agudo.

Se obligó a no girar el pomo. Todos sus instintos le ordenaban que entrara, que recogiera a aquel bebé y que lo consolara. Pero tenía que estar segura antes de hacer tal cosa.

_____ se rió para sí misma. Un poco tarde para cambiar de idea. Si no hubiera estado segura, ¿habría tomado un vuelo desde Santa Barbara a San Diego casi nada más hablar con Kenia? ¿Estaría siquiera en la puerta del apartamento del capitán Nicholas Jonas con casi toda su vida metida en tres maletas?

De acuerdo. Bien. Entonces quería el trabajo. Hasta le había parecido un reglo de los dioses en cuanto Kenia se lo había mencionado. _____ adoraba a los bebés. Había planeado tener varios propios a esas alturas. Frunció el ceño levemente.

Tantos planes...

Y ahora, allí estaba, con treinta años, soltera y esperando que el hermano de su mejor amiga la contratara para el verano. Porque la única manera de atenuar la fiebre que sentía por los niños era cuidar a los de los demás. No había marido ni hijos para ella en el futuro. Todos esos sueños habían muerto con Hector ocho años atrás.

Bueno, eso es un buen comienzo para el verano, se dijo a sí misma. Ahógate en la autocompasión.

-Sss.

_____ frunció el ceño y miró a su derecha, pero no vio a nadie.

-Sss.

La voz sonó más alta esa vez. Examinando el pasillo con cuidado, _____ divisó por fin una de las puertas de los apartamentos abierta poco más de unos centímetros. Asomado por la ranura, la miraba un brillante ojo azul.

-¿Está hablando conmigo? -preguntó _____ vacilante.

La puerta se abrió un poco más mostrando un poco de la cara a quien pertenecía el ojo. Una mujer. Baja, con facciones rapaces y con pelo canoso.

– ¿Vas a entrar ahí? –preguntó la mujer.

-Sí -contestó _____ con una sonrisa amistosa. Quizá la mujer tuviera miedo de salir al pasillo-. He venido a cuidar al bebé.

-Tú cuídate a ti misma, señorita –dijo la mujer con suavidad-. Ése de ahí, es un mujeriego.

–¿De verdad? -_____ dirigió una mirada especulativa a la puerta tras la que se oían los gritos del bebé.

-No pareces su tipo habitual -prosiguió la mujer–. Pero pensé que debías saberlo. Quien avisa no es traidor.

Con aquel refrán intrigante, la mujer cerró la puerta. En rápida sucesión, _____ escuchó cuatro cerrojos correrse.

Un regalo a su puerta.Where stories live. Discover now