Capitulo Ocho

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Tres días más tarde, _____ se apresuraba por el pasillo enmoquetado que conducía al apartamento. Eran casi las cinco, pensó al mirar con ansiedad a su reloj.

No debería haberse quedado tanto tiempo en el parque, pero Estrella se lo había estado pasando tan bien en el columpio de bebés que no había podido apartarla de él.

Ahora corría el riesgo de tropezarse con Nicholas.

Durante los días anteriores, la idea de Kenia de apartar a la niña de él había salido bien. Para cuando él llegaba de trabajar, Estrella ya había comido y estaba metida en la cama. Por las mañanas, la bañaba después de que él abandonara la casa.

La consecuencia del plan de Kenia era que ahora, cuando estaban a solas, Nicholas no había vuelto a hablar de aquella noche. En vez de eso, sólo preguntaba por la comida o los dientes de la niña.

Hasta había vuelto pronto a casa la noche anterior con la idea de pillar a Estrella antes de irse a la cama. Pero como no lo había conseguido, _____ esperaba que esa noche regresara incluso antes.

A mitad del pasillo, se apresuró más cuando vio que una puerta se abría a su izquierda. Alba Butler salió de su apartamento. No, ahora no, pensó _____.

Simplemente no tenía tiempo de escuchar otra parrafada acerca de los peligros de vivir con Nicholas Jonas.

La otra mujer frunció levemente el ceño antes de agacharse hacia la pequeña

-Hola, dulzura –Estrella agitó las piernas encantada-. Mira lo que tiene Alba para ti.

Sacando la mano de detrás de la espalda, le ofreció al bebé un conejo de ganchillo de color rosa.

Estrella balbuceó, lo agarró y se lo llevó a la boca.

_____ miró asombrada al feliz bebé antes de desviar la mirada hacia la mujer.

Tenía las profundas arrugas suavizadas y un brillo de emoción en los ojos.

-Alba Butler. Es usted un fraude.

La otra mujer le dirigió una mirada por el rabillo del ojo.

-No sabes de lo que estás hablando.

_____ sonrió y sacudió la cabeza.

-Tienes engañado a Nicholas, ¿sabes? -la anciana bajó las cejas blancas–. Y a mí también... hasta ahora. Vigilas y regañas a todo el mundo y de repente dedicas varios días a hacer algo como esto para un bebé al que apenas conoces –le dio una palmada a la anciana en la mano–. ¿Sabes que eres muy amable, Alba?

–¿Amable? -Alba sacudió la mano–. Nada de eso. Me sienta bien tener a alguien para quien hacerlo. Es egoísmo solamente.

-Si eso es egoísmo, no sé cuál será tu definición de generosidad.

Alba apartó la mano.

-Eres una chica muy agradable -dijo mirando a _____ de arriba abajo-. Y yo diría que una mejora considerable comparada con el tipo de mujeres que él solía traer a su casa.

_____ sintió una punzada de celos. Aquello no tenía sentido. Ella no estaba enamorada de Nicholas.

–¿Qué tipo de mujeres? –preguntó antes de pensarlo.

–¡Oh, de esas modelos! Delgadas como espátulas, con sonrisas falsas y vestidos de seda.

Deprimida de repente, _____ bajó la vista hacia su atuendo y puso una mueca sombría.

–Pero llevo meses sin ver a ninguna –estaba diciendo Alba.

-¿Meses?

¿Por qué aquella noticia le traía un rayo de esperanza?

Un regalo a su puerta.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora