Capítulo 1

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Help! I need somebody. Help! Not just anybody. Help! You know I need someone... help!

—Ay, no —digo en voz baja, tapando mis oídos con la almohada.

Esa música de The Beatles es el despertador indicando que son las seis de la mañana. No quiero levantarme ni mucho menos empezar en la nueva escuela. Tengo miedo. ¿Qué clase de persona se anota en una escuela a mitad de año, cuando ya casi termina?

Me siento lentamente en la cama, apago la canción y me refriego los ojos con las manos; me estiro y mis huesos crujen. Bostezando, me levanto y voy a darme una ducha rápida. Mi pelo está recientemente cortado, por lo que aún no nivelo el champú que me pongo y hago muchísima espuma que, por cierto, me entra en los ojos grandes y color avellana que tengo.

Salgo de bañarme, protestando por el hecho ocurrido e intentando sacar el ardor de mis ojos y voy a desayunar. Mis padres están hablando demasiado fuerte sobre una noticia que dieron en la televisión.

—Buenos días —digo.

—Hola, hija —responden los dos a la vez y se ríen mirándose a los ojos.

Me encanta el amor que se tienen, está intacto, como desde el primer día que se conocieron... hace unos veinte años. Tres años después de que estén de novios, nací yo. Hace diecisiete años. Prácticamente les arruiné la vida, ellos tenían otros planes, pero aún así me aman y yo sigo exigiendo un hermanito.

Mi mamá pone un plato con huevos revueltos frente a mí y lo devoro en cinco minutos. Cuando estoy nerviosa puedo comer un montón de cosas por la ansiedad y nadie me puede parar. No sé cómo no estoy gorda.

—Me dijo tu primo que va a pasar a buscar a las siete y media para ir a la escuela —comenta mi mamá.

—Habrás querido decir cárcel —replico en un murmullo—. ¡Dejame faltar! Hago el curso de nuevo el año que viene pero no me hagas ir a este. —Hago puchero con la boca.

—Mili... ya hablamos de esto —dice ahora mi padre—. No podés dejar así porque sí...

—¡No es así porque sí! Mi colegio anterior se prendió fuego por culpa de un maldito rayo. ¿Entienden? Fueeee-gooooo —digo exageradamente—. Es una excusa válida para tomar un año sabático. Corrijo, ni siquiera es un año sabático, ¡es medio año!

—No se habla más. Vas a estudiar y punto. Es tu último año y no lo vas a desperdiciar —me interrumpe mamá.

Me levanto enojada de la mesa y voy a lavarme los dientes. Busco entre la ropa nueva y elijo lo que me pondré. Una camiseta negra suelta, al igual que los jeans. ¿Cómo voy a ocultar mis pechos? No tendré tanto, pero se notan.

Mi madre me saca de mis pensamientos cuando entra a la habitación con una faja en la mano.

—Perdón, pero vas a tener que ponerte esto. Quizás al principio te apriete, pero te vas a acostumbrar.

Resoplo. La que faltaba, algo que no me deje respirar. Tomo la prenda protestando y me la pongo. No es tan apretado y me hace más chata. El verdadero problema, ahora que pienso, es que mi cara es muy femenina. ¿Qué hombre se depila las cejas? Solo un metrosexual. Además, soy muy pequeña físicamente como para ser un chico.

—Esto no va a funcionar, mamá —digo—. Se darán cuenta de todo y me van a echar y a odiar.

—Para nada. Vas a ver que quedarás hecho un hombre.

—Ah, ¿y me van a empezar a gustar las mujeres? —interrogo con tono divertido.

Me mira mal. Siempre sé cómo hacer enojar a mi madre. Luego su expresión se suaviza y sonríe.

Una intrusa en el institutoWhere stories live. Discover now