Capitulo 19

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La cabeza le daba vueltas y cada vez le costaba más subir una escalera. Le dolía todo el cuerpo y casi se echaba a llorar con cada paso que daba, al apoyar las destrozadas plantas de los pies en la fría y dura piedra de la que estaba compuesto el suelo. Después de un rato subiendo las interminables escaleras, Alyx consideró que la idea de escapar no había sido tan buena como le había parecido al principio. No tenía fuerzas, las heridas le escocían, dolían y le quemaban y, la mayoría de ellas, incluyendo la de los pies, se habían abierto y comenzaban a sangrar.
Se detuvo. Necesitaba descansar y recuperar un poco el aliento. Con esfuerzo se sentó en uno de los peldaños y se llevó una mano a los pegajosos cabellos. Parte de la sangre quedó en la palma y, la miró con desagrado, viendo únicamente una mancha negra gracias a la poca luz de la que gozaba. Suspiró. Hacía tiempo que no oía ningún disparo; sólo el sonido distante de algo metálico chirriando por toda la cueva y algunas pisadas que hacían eco por todas partes. Hacia tiempo que había dejado de preocuparse por ellos; por mucho que subía, no veía a nadie y tampoco le parecía que los ruidos fueran acercándose. Apoyó la cabeza contra la pared y cerró los ojos unos instantes con la intención de relajarse un poco.
Alyx se preguntaba si el ángel ya habría descubierto que no estaba en la habitación. Aquella idea le sacaba fuerzas para seguir adelante, pero no lo suficiente como para olvidar el dolor y echar a correr a pesar de las heridas. Tampoco lo consideraba necesario. Si la criatura hubiese descubierto que había escapado, hace tiempo que estaría de vuelta a la celda. Sólo debía preocuparse de subir, encontrar a Steve y salir de allí. Sí, sólo eso...
Abrió los ojos de golpe con la sensación de haber estado durmiendo durante horas. Se sentía mal, mareada y con nauseas. Un ruido cercano; los pasos de varias personas descendiendo rápidamente se oían muy cerca, prácticamente como si estuvieran allí mismo. Se levantó bruscamente, agarrándose a la pared sin tener cuidado de no clavarse algún saliente en las palmas de las manos. Sintió como se le desgarraba la piel y ahogó un sollozo, evitando, en realidad, de hacer ningún ruido que la delatase. Miró hacia las escaleras que había subido y sintió pánico. Todo lo que había conseguido hasta ahora se venía abajo, teniendo que volver por el camino recorrido y volver una vez más a las manos de los ángeles. Casi estaba dispuesta a dejar que la capturaran sin oponer resistencia... Casi..., el horror de lo que ya había experimentado le hacía desistir de esa idea.
Un ruido a su espalda la sacó de su ensoñación. Se giró y vio como llegaban hasta su altura tres siluetas ocultas por la oscuridad. El corazón, que ya latía con fuerza, se le desbocó y retrocedió inconscientemente, sintiendo cómo el pie izquierdo pisaba el aire y perdía el equilibrio, sabiendo que caería escaleras abajo.
-¡Alyx!
No escuchó como la llamaban por su nombre; la idea de que caía era mucho más grande y, de pronto, más urgente que ninguno de sus otros temores. Sintió un escalofrío y un sudor frío le recorrió el cuerpo mientras trataba con desesperación de sostenerse en la piedra resbaladiza de la pared.
-¡Alyx!
Notó como una mano la agarraba del brazo y tiraba de ella, encontrándose de pronto entre unos brazos fuertes y cálidos que la apretaban con ternura. Al principio intentó forcejear y liberarse, pero la calidez de la mano que acariciaba sus cabellos la derrotó y se dejó abrazar, aferrando con fuerza la tela de la cazadora del chico que la sostenía, y se echó a llorar.
-Todo terminó.
Alyx reconoció la voz de Steve, aunque tenía un timbre distinto. ¿Era preocupación? Se permitió relajarse completamente, aunque no lo soltó y se apretó aún más contra su pecho, descansando la cabeza sobre su cuerpo.
-Déjala -oyó la voz de Alexander acercándose hacia ellos. ¿También había ido él? ¿Ya no era un traidor? ¿Importaba realmente?-. Suéltala -ordenó con su inconfundible voz autoritaria-. Tiene el cuerpo destrozado. El contacto con tu ropa sólo hará que se abran las heridas.
Steve aflojó la presión de su abrazo y Alyx aceptó de mala gana que la soltase. Avergonzada y aliviada miró a Alexander y a Nathan que se encontraba muy cerca de ellos. Sonrió, arrepintiéndose de hacerlo al notar un fuerte dolor punzante. Seguían vivos y aún no los habían capturado.
-¿Podrás andar? -se interesó Alexander, agarrándola por la barbilla con fuerza y levantándole la cabeza a la fuerza.
-Sí...
En realidad no estaba segura de si podría continuar andando mucho tiempo y mucho menos seguir el ritmo de ellos, pero al menos, lo intentaría.
-¿En serio? -insistió-. Me parece increíble que hayas podido moverte.
-¿Tal mal está? -preguntó Nathan alarmado. Al acercarse más a ella y ver toda la ropa empapada en sangre y las heridas que decoraban toda la piel que se veía, incluso, tras los desgarrones de la ropa, emitió un ahogado gruñido y permaneció en silencio, sin acercarse más ni tocarla. Alyx sintió deseos de echarse a llorar otra vez, pero contuvo las lágrimas.
-No eres de mucha ayuda, Nathan -soltó Steve quedamente.
-Lo siento.
Nathan se llevó una mano a la nuca y sonrió forzadamente.
-Dejadlo ya -ordenó Alexander.
Ninguno de los dos chicos volvió a hablar. Podía notarse la atmósfera enrarecida que los rodeaba. Alyx se preguntó si se debería a que creían que Alexander era un traidor y no se sentían cómodos con él.
-Ah -susurró, acordándose de pronto, mientras permitía, algo avergonzada, que Alexander le examinara las heridas de un vistazo-. Ellos... el ángel te está buscando... a ti... Steve.
El ambiente se volvió más tenso aún si era posible. Steve pareció ponerse muy nervioso y Nathan estuvo a punto de sufrir un ataque. Alexander, en cambio, la miró unos segundos a la cara antes de apartarse de ella y mirar, primero a Steve y después a Nathan.
-Es la primera noticia que tengo de eso -soltó fríamente-. ¿Me he perdido algo?
-No, no -se apresuró a decir Nathan, mirando de reojo a Steve que se había cruzado de brazos y fingía que no le importaba el asunto o que no tenía nada que ver con él-. Se nos olvidó comentarte que están buscando a Steve...
-Buscan su poder -razonó Alexander, sin dirigirse a nadie-. Salgamos de aquí.
Alyx abrió la boca para decir algo, pero la cerró en cuanto su profesor la cogió en brazos y la mantuvo sujeta con firmeza como si no notase su peso. Se sonrojó involuntariamente. Steve los miró de forma extraña antes de apartar la cabeza.
-¿Y Etar? -preguntó Nathan-. Yo la llevaré, no vas a poder usar tu poder si la tienes en brazos.
Alexander le dedicó una acerada mirada y comenzó a subir las escaleras.
-Mis habilidades no son sólo ofensivas -explicó mientras ascendía con Alyx en brazos-. También lo son defensivas. Aquí abajo no hay ningún ángel vivo.
¿Había muerto? ¿El ángel que la había torturado ya estaba muerto? Agachó la cabeza y ocultó el rostro entre el jersey de lana gris de Alexander. ¿Por qué si era así se sentía tan desprotegida y aquella ansiedad? Seguramente sería normal dado lo ocurrido.
-¿Te sientes muy mal?
-Estoy bien... sólo me duelen las heridas...
No era cierto. Las heridas la estaban destrozando, pero no sólo era el dolor, ni el mareo, ni la falta de oxígeno, era una extraña y segura certeza de que toda aquella pesadilla no había terminado.
Ascendieron a una velocidad razonable. Nathan presidía la marcha, con una espada en la mano a pesar de la explicación de Alexander de que no había nadie más allí. Steve, con una expresión aún más sombría de lo habitual, iba el último, detrás de ellos y miraba las escaleras sin prestar atención a lo demás.
-No creo que Etar esté muerto -rompió el silencio Nathan, deteniéndose de golpe y obligando a Alexander a pararse para no chocar contra su espalda.
-¿Qué estás haciendo? -preguntó irritado-. Alyx necesita ir a un hospital.
-No... si yo estoy... -¿bien? ¿Iba a decir eso? Ni ella misma se creía sus palabras. Optó por cerrar la boca y no terminar la frase. Sí, necesitaba un hospital.
-¿Así de fácil? -insistió Nathan-. Es lo mismo continuamente. Parece todo una trampa; una táctica para estudiarnos mientras luchamos y así saber cuando somos más vulnerables para atacarnos.
Alexander miró la oscuridad de su espalda sin vacilar y sin ninguna emoción en sus ojos. Tampoco parecía cansarse a pesar de llevarla en brazos.
-Muy hábil -lo felicitó con burla-. ¿Y piensas quedarte aquí abajo mientras descubres cual es su plan? -se interesó con recochineo-. Tal vez podrías hacerles un favor y mejor te quedas y los esperas. Así podrás preguntarles tú mismo cual es su plan de ataque. ¡Con un poco de suerte hasta te inviten a participar en los planes!
Nathan se giró, mirando enfadado a Alexander, pero sus ojos se desviaron hacia el rostro de Alyx y, si en algún momento iba a responder a su maestro, lo pensó dos veces y continuó subiendo las escaleras.
Era cierto que todo parecía bastante surrealista. En algún momento de su estancia allí, Alyx había creído que no saldría con vida y ahora, en lo que aquello respectaba, se sentía segura. No guardaba ninguna duda de que saldrían de allí; pero no podía evitar quitarse de la cabeza aquella sensación de peligro, como si algo la siguiera acechando, como si en realidad les estuvieran permitiendo salir de allí porque así lo querían. Se estremeció y Alexander la apretó más contra su pecho para darla calor.
En algún momento del ascenso, Alyx perdió del conocimiento, recobrando la conciencia rara vez; abriendo los ojos despacio y sintiéndose cada vez más cansada. En las pocas ocasiones en las que despertaba, oía las voces distantes de los tres chicos, aunque Steve era el que menos participaba en las conversaciones. No entendía lo que decían; sólo llegaba a escuchar algunas palabras sueltas que inmediatamente olvidaba cuando volvía a dormirse. En alguna ocasión, al abrir los ojos, creyó distinguir un combate y, aunque estaba convencida de que sólo era un sueño, una alucinación, una imagen producto de su imaginación, el sonido del acero al chocar y, sobre todo, una cálida y aterciopelada melodía se grabó nítidamente en su mente, acompañándola nuevamente a la oscura inconsciencia.
Cuando volvió a abrir los ojos y pudo observar a su alrededor sin el velo de niebla en los ojos y la mente bastante más despejada, la luz del sol penetraba en la habitación en la que se encontraba, iluminándola calidamente. Alyx se llevó una mano a la cara haciendo de visera con ella y se protegió los ojos de la repentina claridad. Poco a poco fue adaptándose a la luz y retiró la mano, permitiéndose observar el lugar donde se encontraba.
Estaba en un hospital. No necesitaba ser muy aguda para darse cuenta de eso a simple vista. Las paredes estaban pintadas de un blanco inmaculado, al igual que las sabanas con el nombre del hospital bordado a un lado, las cortinas también blancas, ocultando unas ventanas grandes y toscas. A su lado, separada por una cortina, también blanca, se encontraba otra cama, con otro paciente al que no podía ver. Alyx se miró la mano que había utilizado para protegerse del sol y descubrió que estaba cubierta de vendajes. Sólo tardó unos segundos en acordarse de lo que había pasado. Intentó incorporarse, pero notó un dolor en el brazo izquierdo y soltó un gemido. Tenía una pesada escayola desde el hombro hasta la muñeca.
-No te muevas -dijo una voz desde la otra cama.
Alyx sintió un escalofrío de terror. Una mano corrió las cortinas y Steve levantó la cabeza para mirarla con aquellos ojos miel llenos de emociones contenidas. La cama estaba sin deshacer y él vestía ropa de calle normal, aunque parecía recién cambiada. Incluso su cabello aún estaba húmedo.
-Corrí las cortinas para que el sol no te molestase tanto mientras dormías -explicó.
Un tímido rubor tiñó suavemente sus mejillas, pero se mantuvo inexpresivo, tan serio como lo recordaba de aquel poco tiempo juntos.
-¿Estás bien? -susurró, notando un fuerte dolor en la garganta.
Alyx se llevó una mano al cuello, pero en éste sólo había diversos apósitos que como había comprobado, se repartían por todo el cuerpo y la cara. Sólo la escayola del brazo izquierdo o las vendas de los pies y la frente parecía indicar que tenía algo serio, Steve, en cambio, aunque tenía algún apósito en la cara, una venda decoraba su cuello. ¿Qué le habría pasado? ¿Cuándo lo vio en la guarida de Etar ya estaba herido?
-Sí -murmuró Steve.
Alyx sonrió ligeramente. Aunque se estuviera muriendo diría lo mismo. Aquel pensamiento le recordó otra situación parecida en su habitación..., cuando aún vivía Amanda. Sin poder evitarlo, se le inundaron los ojos de lágrimas y notó como rodaban por sus mejillas. Apartó rápidamente la cabeza; no quería que Steve la viese llorar.
-¿Qué sucedió? -preguntó, notando con fastidio como le vacilaba la voz.
Alyx se secó con disimulo las lágrimas y respirando con fuerza, se giró para mirar a su amigo. Steve la observaba apoyado sobre la cama contigua. Tenía las manos entrelazadas y parecía nervioso. ¿Él habría sentido la muerte de Amanda? Era un Cazador y tal y como Amanda le había explicado la vida que llevaban...
-Etar escapó... o más bien se limitó a escabullirse cuando nadie le miraba.
-¿Eso no es escaparse?
Steve se encogió de hombros.
-Quizás -aceptó-, pero no creo que su intención inicial fuera esa. Algo no debió salir como él había planeado.
-¿Qué crees que fue?
Volvió a encogerse de hombros.
-Quien sabe.
-Amanda...
Steve la miró fijamente, tal vez dudando si debía responder o no. Al final, apartó la cabeza y miró el timbre que colgaba de la cabecera de la cama.
-Está muerta -susurró con aspereza.
Esta vez fue Alyx la que apartó la cabeza y miró al techo. Éste, tan blanco como el resto de las paredes, no le servía de entretenimiento y el repentino silencio que se había creado en la habitación, no la ayudaban a aliviar el dolor que sentía en el pecho. Aún así se negó a volver a llorar. ¿No había llorado ya demasiado? ¿No había comprobado que no servía de nada hacerlo? Apretó con fuerza los ojos.
-¿Estás bien? -preguntó Steve de pronto.
Alyx abrió los ojos y lo miró sorprendida por volver a oírlo. Había preocupación en su hermoso rostro.
-Sí -susurró débilmente.
Su expresión cambió, apartando la preocupación por la duda y la desconfianza.
-Mejor avisaré al médico...
Steve se levantó y Alyx sintió como se le encogía el estómago. Se incorporó bruscamente, ignorando las punzadas de dolor y el mareo y agarró con todas las fuerzas que pudo conseguir, la manga de la camiseta de Steve.
-¡NO! -chilló alarmada, enrojeciendo de inmediato-. No... me dejes sola -suplicó.
Steve abrió mucho los ojos, mirándola con sorpresa, incapaz de moverse de donde se había plantado y muy posiblemente sin darse cuenta de que ella lo seguía agarrando.
-Iba... -comenzó muy despacio, posiblemente suponiendo que era una cobarde. En ese momento no le importaba demasiado la opinión que tendría de ella; no había nacido con poderosas habilidades..., no era un Cazador. Tenía derecho a estar asustada, ¿O tal vez no?-. Iba a dar al timbre.
Steve señaló con la mano del brazo libre el timbre que descansaba sobre la mesita que le correspondía a su cama. Alyx suspiró aliviada, enrojeciendo aún más y lo soltó, dejando caer la mano e introduciéndola entre las sabanas.
-Lo siento -susurró avergonzada-. Pero de verdad que estoy bien. No hace falta que llames, por favor.
Steve la miró durante unos segundos. Alyx ya podía imaginarse lo que estaría pasando por su cabeza en ese momento.
-¿Estás segura?
-Sí...
Esta vez se alejó de la cama y fue hacia la ventana. Allí, sobre el radiador había una gran bolsa de lona blanca. La cogió y se acercó hasta ella, entregándosela.
-Es para ti -dijo.
-¿Qué?
-La dejó Nathan. Dijo que te dijera... -aquello parecía incomodarle-... que la llevarás contigo, que te haría sentir más segura... -se calló de golpe y parecía que iba a añadir algo más, pero tras pensarlo dos veces, se arrepintió y cerró la boca.
-Ah.
Alyx cogió la bolsa de las manos de Steve y la dejó sobre su regazo.
-Es una espada -explicó Steve, como si tuviese la necesidad de hacerlo.
Alyx se imaginó la discusión que habrían tenido los dos amigos cuando Nathan se la dejó junto con el recado y Steve, por supuesto, se había negado. ¿Cómo lo habría convencido? Abrió con cuidado la bolsa y extrajo la pequeña y delgada espada plateada que había en el interior. La empuñadura era de un gris más oscuro con unas inscripciones grabadas. Alyx la sujetó y comprobó que, como la espada anterior que Nathan le había dado, se adaptaba perfectamente a su mano. La levantó, mirando el brillo que adquiría el metal al chocar contra los rayos del sol. De alguna manera, tal y como su amigo había dicho, se sentía un poco más segura.
-¿Y Nathan?
Quería darle las gracias. Había sabido comprender cómo se encontraría cuando despertase.
-No lo sé.
Alyx sabía que Steve no tenía porqué estar hablando literalmente; en él, aquello podía significar cualquier cosa, entre las que se encontrarían un "no lo sé por ignorancia", tanto como un "no me interesa saberlo"
-Ah.
-También dejó esto -dijo, metiendo la mano en el bolsillo del baquero y sacando dos paquetitos. Los desenvolvió con prestaza y se los entregó-. Los ha hecho para que puedas llevarla sujeta a la pierna -explicó-. Oculta con la ropa, claro.
-Por supuesto -aceptó, agarrando lo que le parecía dos arneses y los dejó dentro de la bolsa. La espada, en cambio, la guardó bajo las mantas, cerca de su cuerpo. Quería sentirla cerca.
Steve la miró sin decir nada. Alyx sabía que, si en cambio, Nathan o Amanda -aún le dolía pensar en ella-, hubiese estado en el lugar de su amigo, no habrían perdido la oportunidad de hacer algún comentario mordaz ante aquella acción. Agradeció el silencio.
-No deberías estar incorporada. El brazo...
Alyx se echó y apoyó la cabeza sobre la almohada antes de que Steve terminase de hablar.
-¿Te irás? -preguntó.
Aún sentía pánico ante la idea de quedarse sola, pero la espada le daba más seguridad, le inspiraba valor, algo inútil, pero aunque sabía lo frágil que era ante esas criaturas, no podía sentirse mejor, como si realmente pudiera hacer algo con ella. Steve ladeó la cabeza un poco y dejó que el cabello cayera hacia un lado juguetonamente.
-No te dejaré sola -prometió, dejando al aire la posible interpretación de sus palabras.
-Gracias.
Durante un rato hablaron de pequeñas cosas, asuntos sin importancia, incluso de las clases, sin indagar sobre la vida privada del otro. Alyx decidió no abrir la herida de Steve al preguntarle por los padres que habían muerto en manos de los ángeles y él, tanto por indiferencia, como por devolverle el favor, tampoco se interesó por su familia. Y, mucho menos, hablaron sobre ángeles y Cazadores. La conversación, a pesar de esos dos puntos que evitaron deliberadamente, fue agradable y amena. Rieron con timidez y pesar e, incluso, Steve se mostró más locuaz que de costumbre, compartiendo con ella anécdotas que seguramente no muchos que no estuvieran implicados conocerían. Alyx sintió la complicidad que había cargada en aquella sencilla e inocente conversación, como si en vez de estar hablando de asuntos triviales, estuvieran confesando sus secretos más terribles. Se sintió, sin darse cuenta, cómo se iba acercando a él, viéndolo más que como alguien a quien prácticamente acababa de conocer, como a alguien que había compartido toda su vida.
-¿Estás cansada?
Alyx sacudió la cabeza. En realidad se le cerraban los ojos, pero no quería dormir. Temía que durante el tiempo que estuviera dormida, Etar apareciera por la ventana a matarla como lo había hecho con Amanda. Volvió a estremecerse. Siempre le pesaba cada vez que pensaba en su amiga.
-No me iré -aseguró Steve.
En su voz había calidez, más de la que había notado en él hasta ese momento. ¿Tal vez había sentido lo mismo que ella?
-No..., debería llamar a mi madre -y a Richard- y decirles que... decirles algo..., que estoy en el hospital...
No conseguiría mantener los ojos abiertos por mucho más tiempo.
-Alexander... fue a hablar con ellos. A estas horas ya deberán saber que estás aquí y posiblemente estén de camino.
-Alexander, ¿eh?
¿Debería preocuparse por algo? Sí..., había algo que planear antes de que llegase su madre -y Richard, no debía olvidarse de él-, pero ahora no estaba en condiciones para acordarse de qué se trataba...
-Sí...
-¿Qué...?
-Duérmete. Aún vendrán días peores y será mejor que te recuperes pronto.
¿Días peores? Sí, los habría... de eso estaba segura.
-¿Por qué?
-¿Qué?
Alyx se dejó llevar por el sueño y el cansancio y comenzó a alejarse de la habitación, de Steve, incluso del frío metal que rozaba la piel de su brazo.
-¿Por qué vinisteis a buscarme? ¿Por qué lo hicisteis?
Steve no respondió, y si lo hizo, ella se quedó dormida antes de escuchar su respuesta.
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Y sigo subiendo mientras aún tengo tiempo :) Espero que os haya gustado el capitulo. Gracias por leer, votos y comentarios ^_^https://www.facebook.com/pages/Mayura/294130544045735

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