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Las naves se veían a lo lejos desde la vista de Akira, era algo impresionante. Cada nave, con una calcomanía de diferente planeta, cayó en la cuenta de que jamás había visto un habitante que no fuera enemigo: Venuarios, tenían más enemigos claro, pero la forma de los habitantes de Venus estaban en su mente por el día y por las noches. Akira pensaba que habría siempre cosas importantes que recordar: el rostro de algún enemigo muerto, un amigo asesinado en el campo de batalla y la sonrisa de la persona a la cual le entregaría su corazón... Las dos primeras estaban cauterizadas en su cerebro, sin embargo la última jamás había hecho acto de aparición. A veces creía en lo más profundo de su ser, que jamás llegaría, no importase cuánto lo deseara algo había que le decía que no era el lugar indicado para él.

Vio cómo las naves comenzaron a desaparecer, se había activado el modo de incógnito y aunque en el negro universo no se veía nave alguna, sabía que ahora en el sistema todas esas naves encendían sus velocidades, algunas alcanzaban la velocidad de la luz en un abrir y cerrar de ojos, de pronto le saltó la duda ¿Dónde dormiría?, ¿Cómo sería la Tierra? Y sobre todo pensó en si las criaturas que lo habitaban eran unas bestias y monstruos como había escuchado hablar a los ponientes en el consejo de Plutón.

La Tierra no era el más impresionante de los planetas, no tenía anillos como en Saturno que le dieran el ambiente más misterioso y llamativo, no tenía tormentas como en Júpiter ni su montón de lunas, a penas y tenía un solo satélite que nunca giraba sobre sí mismo, no tenía una atmósfera increíblemente densa y difícil de cruzar como Venus... Lo que lo hacía impresionante era que no necesitaba transportación para entrar a su mundo, simplemente necesitaban aterrizar la nave en una superficie rocosa o líquida según la nave y podrías habitar ahí. Pensó en lo valioso que debería ser un planeta así, todos los demás planetas tenían puntos estratégicos para entrar en ellos, incluso los planetas interiores (Mercurio, Venus, Tierra y Marte) todos esos pese a ser rocosos no contaban con las características necesarias para poder habitar la superficie. Y los planetas exteriores menos (Los que están después del cinturón de asteroides) ya que estaban hechos de gas, la mente de Akira no entendía la razón por la cual una especie no cuidaba un don como aquel. Un regalo.

Si los Terranos no valoraban aquello ¿Qué podría esperar de aquellos seres? Iba a investigar un poco sobre sus habitantes, animales, plantas... Pero el sueño había vencido al joven y por supuesto que no había investigado nada, su amigo le platicaba los detalles más insignificantes: Se había elegido tres idiomas Terranos para que todos los embajadores de los planetas hablasen, ya que cada planeta tenía su propia lengua, pero ahora era una misión en la que deberían de estar todos juntos como Recolectores, no había tiempo para traer a traductores especiales, además los enviados hablaban al menos 1 de los 3 idiomas seleccionados; le había dicho que los Terianos irían a los planetas más desarrollados (algo de esperarse de los segundos al mando en el Congreso y el Sistema Solar, ya que en poder seguían justo después de los Solarios. Tenían armas y excelentes guerreros pero sobre todo mantenían un increíble equilibrio en el uso de magia y el cuerpo sin magia, en su mundo, se nacía con magia sí, pero era necesario pelear e irla ganando) aquello lo había visto venir Akira; los Venuarios irían a las zonas menos desarrolladas al igual que los Luterios, su gente.

Neptuno iría con Júpiter a lo mejor que el planeta tenía por ofrecer. Quizá hubiera podido ir a las zonas desarrolladas si Plutón no se hubiera aislado por esa cantidad de tiempo, suspiró. Quería conocerlo todo, no sólo los sectores a los cuales había sido asignado.

Finalmente le comentó que una vez ahí, cada uno se convertía en un Recolector, el tiempo que pasaran en el planeta azul era cuestión de cada uno: lo que iban a comer, dónde iban a dormir y habitar, cómo desarrollar la investigación era ahora responsabilidad personal, después de todo eran lo mejor que los respectivos planetas tenían para ofrecer.

Cerró los ojos. Cuando su amigo movió su brazo con calma para despertarlo se maravilló: había una extensión de lo que él sabía que era un mar, estaba rodeado de una arena blanca y fina, había palmeras y las turbinas de la nave las agitaba de manera veloz, el cielo ahí era completamente celeste no pudo evitar dejar de ver el ese tono claro, desde la atmósfera había visto al planeta rodeado por una luz azul, no pensó que el cielo se vería tan impresionante de ese color.

Su amigo estaba emocionado, sin pensarlo dos veces una vez que la nave dejó de moverse abrió la cápsula, la atmósfera eran idónea: el aire era inusualmente fresco y limpio, imaginaba destrucción y vapores tóxicos en la zona a donde lo habían asignado, pero no era así. Colocó la insignia de condecorado en la solapa de su chamarra humana (así se llamaban los habitantes al parecer, humanos) color azul rayada, ningún humano reconocería la insignia, a menos que fuera otro Recolector o miembro del Consejo, no lo usaría diario, ya que la idea era pasar desapercibidos.

La tardé cayó más tarde de lo que hubiera querido, pero era un gran espectáculo ahora los colores eran rojos, anaranjados y un poco de rosa, había dejado a su amigo un poco atrás, estaba caminando por un bosque, Akira había descubierto algo interesante: era alérgico a la cosa verde que crecía en el piso y a cierto tipo de árboles, supuso que la cosa verde era pasto, en Plutón el pasto crecía pero era de un color azul opaco, no verde.

Algo de pronto llamó su atención: Alguien se estaba riendo. La luz era más intensa de donde la risa venía, era una mujer. Lo supuso porque era demasiado aguda para ser de un humano hombre. Caminó despacio, cuidando que sus pasos no hicieran ruido, ya que podría alertar a la criatura llegado a cierto punto creyó que era un pájaro por la manera en la que se reía pero no lo era, era una mujer, estaba seguro.

Por primera vez Akira conocería a una humana, la primera con la que se toparía de frente, estaba nervioso. No por la humana, sabía de sobra que los humanos no representaban ninguna amenaza para cualquier ser de otro planeta. Su nivel de poder era a penas de 1, los más bajos en el Sistema Solar y seguramente en la galaxia también. El viento le voló el flequillo de los ojos, lo tomó con la mano derecha para que no fuera a bloquearle la vista. Esquivó un par de hojas secas más y se escondió detrás del tronco de un árbol muy grande.

Entonces la vio, no era humana. Era algo más. Las humanas promedio no volaban... De hecho, ninguna humana volaba. Enfocó la vista para verla de cerca: Era pequeña, lucía un vestido color lila que volaba con el viento, el cabello oscuro color azabache de la chica le cubría la cara y la visión se percató entonces de sus orejas: En la cima de su cabeza, como las de él, había visto imágenes de gatos antes (había gatos en Plutón) y no cabía duda, sus orejas eran de felino también, el cabello le cubría la cara y seguramente por eso no lo había visto aún.

Levitaba a una altura considerable, a su alrededor habían muchas hojas secas y frescas junto con flores, tenía una nariz pequeña y respingada a penas y podía verla desde donde estaba divertiendo flotando ahí. A veces se estiraba y las flores se arremolinaban a su alrededor notó entonces que estaba usando magia, el viento que él sentía era muy poco para levantarla, pese a su corta estatura, era imposible que ese viento tan fresco y ligero fuera capaz de mantenerla a tanta distancia del suelo.

En cuanto vio al suelo vio una corona: era muy preciosa, llena de colores morados intensos y piedras preciosas, no reconoció alguna de ellas, había una caja de cristal a un lado de ella: era una Recolectora. ¿Sería de Neptuno? En cuanto dejó de escuchar la risa se puso alerta, la chica ya no estaba riéndose, estaba mirándolo aun flotando. La mirada de la chica dejó de brillar de la diversión y ahora estaba seria calculadora.

Salió del árbol levantando las manos, antes de que diera cinco pasos la muchacha había desenfundado una espada ya, apuntando directo en su rostro, aún flotaba para mantenerse a su altura: Akira le sacaba al menos una cabeza y media de estatura. Tenía el brazo estirado empuñando la espada y con el otro brazo que estaba doblado y empuñaba una daga.

La miró directo a los ojos: tenía la misma chispa de curiosidad, ella había visto su insignia sabía que no era humano.

Estaba en problemas.

Conectando Estrellas *Notas de autora*Where stories live. Discover now