Capítulo 4: ¿Y bien?

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Roberto llegó puntual al edificio donde debía someterse a la dura entrevista en la que decidirán su destino más inmediato. Esta era su última oportunidad, tenía que hacerlo bien. 

No pudo evitar fijarse en lo fría y tétrica de aquella oficina. Se sintió cohibido y toda la confianza que tenía se le empezaba a ir como un cocodrilo que deja de comer por dieta.

Una joven y elegante señorita apareció en escena y acabó con el sufrimiento de la espera.

– ¡Sígame por favor!

Tenía una sonrisa artificial que recordaba más a un robot que un humano. Roberto pensó que quizás lo fuera.

Llegaron a la oficina donde se encontraba el hombre que decidiría si merecía una segunda oportunidad para reinsertarse.

–¡Señor Millonetis! Ha llegado el solicitante de empleo.

–¡Ah, que pase que pase!

–¡Por aquí señor!–Roberto entró con ánimo en aquel despacho con poca luz lleno de humo y decoraciones que demostraban la egolatría y el poder adquisitivo de aquel hombre.

–Gracias, muy amable– Roberto pensó que esa mujer fuera o no un robot no debería de dejar de mostrar respeto.


–Tome asiento joven...– Una voz grave sonó de detrás de un enorme periódico que ocultaban lo que parecía ser a la persona que le había hablado.


–Gracias, muy amable–

–Bueno señor Roberto. He leído su curriculum y parece que está cualificado para este puesto. Buena experiencia, buena formación...– La voz sonaba al compás del humo que salía de más allá del periódico. Roberto se sintió cohibido pero hizo un amago de respuesta:


– Gracias, la verdad es que...– Rápidamente fue interrumpido por el gigantesco periódico humeante.

–Pero... mmm, hay algo aquí que no cuadra señor Roberto– Aquel gigantesco periódico desapareció para dar lugar a un individuo de cara redondeada, con un enorme bigote a juego con un sombrero de copa que se alargaba sin parecer tener fin. –¿Por qué un vacío de años señor Roberto?, ¿Que le ha ocurrido en esos años podría usted explicarme?– Unos pequeños ojos diminutos se acusaban fijamente a Roberto mostrando alarde de forma descarada de superioridad y condescendencia –En esta empresa necesitamos, transparencia, conocer a los empleados en los que podemos confiar, no podemos exponernos a que cualquiera entre aquí.


Roberto se sintió cohibido por la imponente situación.

–Si si, yo le entiendo señor.

–¿Y bien? – La mirada de aquel aburguesado se volvió punzante. Podría haber roto un cristal con ella. De hecho lo hizo.

Roberto sacó un valor que pensó que no tenía y se dejó llevar.

– Mire, no le quiero mentir, yo estuve en la cárcel. Cometí un delito y fui a prisión. Es algo de lo que me arrepiento y no hay dia que no piense que debería haber tomado otro camino, haber cogido otra dirección, Si pudiera.. Volvería atrás y cambiarlo le aseguro que lo haría. Todos hacemos cosas desesperadas en momentos en los que nos vemos obligados. No estoy orgulloso ¿vale? Pero es lo que hice. Yo pagué mi deuda, hice lo que tuve que hacer y ahora he dejado eso atrás.

El hombrecito en trajeado mostró una burlona mueca de duda.

–Estoy intentando empezar de cero y ganarme la vida de forma justa y honesta. Usted podría ayudarme y darme una oportunidad...

El adinerado caballero hizo varias muecas de duda y no se mostraba muy colaborativo.

– Creo que todos podemos redimirnos no cree?– Roberto se sorprendió a sí mismo suplicando.


El Señor Millonetis giró la cabeza con ternura paternal y asintió con dulzura hacia su víctima.

–Claro que si amigo roberto. Todos cometemos errores– El hombre se ajustó la pajarita– Bueno, gracias por su sinceridad. Le llamaremos...

Se volvió a acomodar en su lujoso sillón y se colocó el periodico delante de sus parternalistas ojos.

–Puede irse. 

Ex reclusosWhere stories live. Discover now