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INTENCIONES DES-UNIVERSALES

ADDIE.

No dudé en perseguir a Tess antes de que lograra partir del edificio. No entendía por qué se esmeraba tanto en hacer que las cosas entre Nathaniel y yo funcionaran. La sesión que acabábamos de tener parecía más terapia de pareja que una sesión de seguimiento a un paciente y su doctora. ¡Demonios! Era obvio que había algo que Tess no me estaba contando y no dudaría en sacárselo.

Sin embargo, por más que le insistí para que me dijera algo, lo que fuese respecto a lo que estaba pasando, se largó por el ascensor con su postura de «no peros».

Varios días pasaron desde aquello y habían sido los días más ridículos de toda mi vida. En cualquier ocasión, hasta donde no había cabida, Nathaniel me recordaba el beso apasionado que tuvimos en su habitación. Literal un día estaba sentada en el sofá viendo la televisión y se sentó a mi lado solo para pronunciar la palabra «beso».

Seré franca: sí me había gustado el beso. Demasiado para la situación en la que nos encontrábamos. Me molestaba incluso pensar que Nathaniel era un tremendo partido para mí. Porque después del beso y de lo que vivimos en Yosemite, se estaba comportando finalmente como todo el mundo lo describía y yo no podía evitar pensar que tenía una personalidad encantadora.

Pero entonces me golpeaba el cerebelo (región de nuestro cerebro que actúa sin conciencia) para recordarme que esto no podía seguir saliéndose de lo profesional. Nathaniel debía entenderlo y punto. Se lo había explicado tantas veces, y de tantas formas, pero se hacía el tonto a propósito. Como aquella mañana que estaba en la cocina preparando tranquilamente el desayuno cuando de pronto...

—Dra. Reed, buenos días.

Acto seguido, sentí los labios de Nathaniel sobre una de mis mejillas y ésta debió enrojecerse un poco ante el contacto, pero logré controlarme. Tragué con fuerza y me volteé hacia él.

—Nathaniel, basta.

—¿Qué? ¿Ahora está prohibido también saludar con un beso en la mejilla a mi doctora privada? Es más, hasta estoy seguro que besarse en la mejilla es un saludo universal. ¿Estás en contra de los saludos univer...?

Le tapé la boca con un dedo. El muy descarado se sonrió.

—Solo porque nos besamos una vez...

Me interrumpió con voz enredada por tener mi dedo sobre sus labios:

—Dos veces...

—Como sea, eso no te da derecho a tratarme con tanta confianza. Ya te dije que soy tu doctora y nada más que eso.

Le quité el dedo y me concentré en la sartén donde había dos huevos ardiendo en aceite.

—¿Entonces te arrepientes?—me preguntó.

«No», susurró el cerebelo de mierda.

—Sí—repliqué en cambio.

—¿Segura?

—Sí.

Sentí entonces que me agarró la mano con la que sostenía la espátula. Ésta cayó al suelo y mi cuerpo se giró hacia atrás. Choqué contra el pecho duro de Nathaniel y me encontré con sus ojos celestes que me miraban como si intentara hechizarme.

—¿Qué tan segura?

Respiré entre lo que fui capaz. Nuevamente: Nathaniel se hacía el tonto, pero no lo era. La cosa se estaba poniendo demasiado caliente entre nosotros y él estaba aprovechándose del momento sabiendo que no estaba tan fortalecida para rechazarlo. Pero lograría fortalecerme y lograría terminar la única tarea que tenía: ganar la historia clínica, llevar a cabo el plan de seguimiento y presentar mi tesis sobre el caso de Nathaniel Cohen para así tener mi contrato laboral por el cual había trabajado tan duro. Por ello logré apartarme de Nathaniel justo antes de que él intentara besarme de nuevo.

Lecciones en el amorWhere stories live. Discover now