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CUIDADO CON ESE CONTRATO

ADDIE.

Luego de firmar el contrato, Nathaniel y yo nos convertimos inmediatamente en una rutina. Iba cada mañana a su casa, le preparaba todas las comidas del día para cerciorarme de su buena nutrición, revisaba sus signos vitales e intentaba sacarle información sobre él para poder avanzar con el tratamiento.

Sin embargo, por más que me esmerara, Nathaniel no era fácil. De hecho, inmediatamente pude catalogarlo como el paciente más difícil de mi carrera. Siempre andaba de mal humor y nunca quería hablar de su vida, mucho menos de su historia de cáncer. La poca información que había logrado sacarle trataba de su vida previa al cáncer y había sido muy vaga: que fue gerente de una empresa, que había estado en una relación un poco tóxica y que su familia tenía un vínculo económico con el hospital que yo soñaba me diera un contrato permanente. Solo eso.

Lo más triste de todo era que estaba convencida que él me lo ponía difícil a propósito. Lo sabía porque con el resto de la humanidad él parecía ser la persona más amable del mundo, pero inmediatamente cuando se trataba de mí, amarraba la cara y se inventaba groserías. Si al principio intentó tirarme los perros para conquistarme, ahora parecía como que quería que esos perros me comieran viva. Su actitud me tenía bastante cansada, pero no pretendía rendirme todavía. Me merecía mi título, contrato y él no me lo iba a impedir.

Con esa determinación en mente, me incliné por hacer mi trabajo lo mejor que pudiese, finalizar lo más pronto posible y graduarme para seguir con mi carrera. Decidí que ese sería mi manifiesto y ninguna altanería de Nathaniel Cohen interferiría con él.

Así que esa mañana, sentada en la cama de Nathaniel, mientras lo esperaba a que se terminara de duchar (porque sí, debía vigilarlo hasta cuando se duchaba, pero no por ello me metería al baño con él, gracias) aproveché para releer por tercera vez la siguiente parte del plan que nos correspondía:

Primera parte:

Superar el cansancio

Durante el primer año de recuperación, el cansancio es una de las quejas más frecuentes de los sobrevivientes de cáncer. Es un tipo de cansancio crónico que no se cura con descansar o dormir, porque no se trata solo de un cansancio físico. Es un cansancio emocional.

"¿Cuánto durará el cansancio?", se podría preguntar el sobreviviente. Para algunos, el cansancio mejora con el tiempo, pero para otros, es necesario un poco de ayuda del doctor de seguimiento para que el sobreviviente empiece a superarlo.

El primer paso para superar el cansancio es aceptar que el problema existe, ya que este largo camino no se dará con los pies, sino con la mente. Sabiendo esto, es importante que el doctor de seguimiento converse mucho al respecto con el paciente y logre que el paciente desahogue sus sentimientos.

«Conversen mucho al respecto». Esa parte siempre me fastidiaba tanto cuando la leía. Iba por la tercera semana tratando de hacer que Nathaniel hablara de algo, lo que sea. Pero siempre que abría la boca era para soltarme algún comentario negativo sobre mí: «No sabes preparar panqueques», «Me cambiaste mal el vendaje de la nariz», «Llegaste tarde», «Llegaste muy temprano», «Jesucristo, Addie, ¿cómo puedes perder tu tiempo viendo ese canal de la televisión? Cámbialo ya antes de que me dé un derrame cerebral. Porque sabes que me puede dar».

Suspiré y seguí releyendo:

Luego de conversar sobre el tema y hacerle ver al paciente que está bien sentirse de aquella manera, pónganse en acción: salgan a caminar, empiecen un deporte nuevo o cualquier otra actividad en las afueras que active al sobreviviente. La clave está en que el doctor de seguimiento le brinde una primera experiencia introductora que le ayude al sobreviviente a darse cuenta que está vivo y así se motive a seguir por su cuenta a partir de ahí. En adelante, será un poco más sencillo proseguir con el tratamiento.

Lecciones en el amorWhere stories live. Discover now